5.22.2012

Nanas para adultos

<<Duérmete niño, duérmete ya, que viene el coco y te comerá...>>
Estas son las palabras que todos hemos oído a nuestras madres durante la infancia; sólo son unos versos simples para tranquilizar a los niños; en tu caso, también te tranquilizan ahora que eres mayor.

Llegas a casa y comes algo para llenar un estómago que lleva vacío desde que saliste por la mañana, y en cuanto te cansas de comer, y de pensar, te quitas la ropa, bajas la persiana hasta el fondo y te metes en la cama. No te molestas en poner la alarma, sabes que las pesadillas te despertarán tarde o temprano; esperas que sea tarde. Dejas que el sueño te arrastre consigo hasta un mundo en el que el dolor hace que el tiempo pase más rápido.

Cuando tu madre llega oyes que murmura para sí, mientras te da un beso en la nuca; <<Deberías dormir más por las noches y no echarte estas siestas, pierdes toda la tarde>>. Ojalá pudieras decirle que eso es precisamente lo que quieres; que la tarde se vaya. Que llegue la noche para poder volver a dormirte, y pasar el menor tiempo posible estando consciente. No aguantas estar a solas contigo misma tantas horas, necesitas irte, desconectar. Y has llegado a un punto en el que nada te ayuda, sólo la inconsciencia.

<<Duérmete niño, duérmete ya, que viene el coco y te comerá>>; nuestras madres nos cantaban estos versos para relajar el cerebro y que nos quedásemos dormidos, pero ahora entiendes su verdadero significado; el coco, en tus sueños, no puede hacerte daño; si estás despierta, sí. Te alcanza a través del pensamiento, que viene a ser lo mismo que un sueño, sí, pero de manera consciente. Así que el dolor que sientes en los sueños es inconsciente, inevitable, una mera excusa para tener pesadillas.

Te despiertas por fin, y miras la hora tras una capa de lágrimas. Esta vez has tenido suerte, el dolor ha llegado ya de noche. Te levantas y finges que tienes un dolor físico, tus seres queridos no merecen compartir el psicológico. Dentro de poco podrás volver a dormirte, y a alejarte de la cruel realidad. Sólo tienes que cerrar los ojos

Mientras tanto, escuchas nanas para adultos.

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