6.03.2012

Mariposas

Estás caminando por el bosque, y sabes que probablemente estés perdida, pero te da igual. Todo a tu alrededor parece estar encantado; imaginas que ves duendecillos jugando a tu alrededor, hadas pasando por encima de tu cabeza, flores abriéndose a tu paso, animales acompañándote en tu camino. Todo es mágico en este bosque.

Es una pena que te lo estés imaginando, piensas, porque es maravilloso; es como un sueño que nunca recordarás, pero que sabes que ha estado ahí y te hará levantarte con una sonrisa. Todo es perfecto; lo que antes te daba miedo ahora se postra a tus pies, pidiendo perdón por las molestias, las criaturas con las que soñaste durante tu infancia te acompañan de la mano, riendo. ¿Cómo puedes imaginar algo tan perfecto?

No puedes ni cerrar los ojos, ese Santuario es demasiado valioso como para parpadear; la hierba, los árboles, los musgos, flores y setas... Todo te trae ese recuerdo especial; es como si hubiesen captado su esencia y te la estuvieran regalando ahora. Flotas por el bosque, apenas rozando el suelo, absorbiéndolo todo y rezando para que nunca te abandone. Entonces lo ves. Está ahí, a unos pocos metros, al alcance de varios pasos.

Corres hacia él y te lanzas a tus brazos. Atraviesas el aire, y cuando abres los ojos ves un cúmulo de mariposas volando hacia el cielo. Los duendecillos se han ido, las hadas ya no vuelan, los animales vuelven a sus madrigueras... Sólo ha sido tu imaginación.

Entonces una pequeña mariposa se posa en tu mano, y trae su esencia de nuevo.


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