8.03.2012

Fotos Antiguas (III)

[Julieta]
La verdad es que aún no comprendo del todo qué hago aquí. Quería despejar la mente, así que he cogido el coche y me he dedicado a recorrer calles aleatoriamente. Pero el destino no es aleatorio, porque sólo puede ser obra de mi cruel subconsciente el haberme devuelto aquí. Para ser sincera, creo que no había pisado el Retiro desde que lo dejamos. En cualquier caso, aparco el coche donde puedo y me interno en la zona más frondosa del parque, aquella donde pasamos uno de los mejores días que ha visto la historia de este mundo. Me gustaría haber guardado el vídeo, pero recuerdo que le pedí a Carlos que se lo llevara, junto con todas sus cosas; es increíble lo mucho que te puedes aprovechar de la inocencia de tu hermano pequeño.

Cruzo el pequeño puente que atraviesa el arrollo y me siento en un árbol de tronco ancho. Durante un rato me dedico a mirar alrededor, contemplando los patos que se acercan a un chico que les está lanzando migas de pan.

[Romeo]
No sé en qué demonios estaba pensando cuando decidí volver al parque; he estado dando vueltas como un idiota, y he acabado comprando un poco de pan para los patos. Me permito el lujo de comer yo un poco, mientras les lanzo algo de miga a tres patos que se han arremolinado a mis pies, desde su lado del puente.

Se me acaba la comida y los patos se quedan mirándome, decepcionados. Al cabo de un minuto, cuando acaban aceptando que no les voy a dar más de comer, se vuelven al agua y se alejan, graznando. Les observo desaparecer en el arrollo y miro a mi alrededor. Esta es sin duda mi parte favorita del Retiro; es la más frondosa, y verdaderamente sientes que te puedes perder entre la maleza. Hay una chica sentada al pie de un árbol de tronco ancho. Me llama la atención que lleve capucha a pesar de que ya haya salido el sol. La chica levanta la vista y capturo sus ojos.

Oh, no.

[Julieta]
El chico de las migas de pan se dedica a mirar en círculos, claramente pensativo. La manera en la que se apoya en la barandilla me resulta familiar. Sigue mirando a su alrededor y entonces se da la vuelta.

Oh, no.

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