12.20.2013

Luces de Navidad

La fatiga de un largo día entre amigos se instala por fin en tu cuerpo, y con ella llega de la mano el agotamiento mental. La fuerza que creías que tenías ha agotado sus reservas, y te permites volver a estar triste; aunque la mona se vista de seda, mona se queda, que se dice. El nuevo año cada vez está más cerca, y con él se va acabando las 365 páginas del tomo anterior; no es momento todavía de hacer inventario y analizar lo que el año te ha quitado que ha sido mucho, a pesar de que también ha traído cosas muy buenas—, sino simplemente de pararse a pensar: "otro año más...". Parece mentira cómo pasa el tiempo; quizá lo más sorprendente de todo sea darse cuenta de lo rápido que pasas... tú misma. Esbozas planes, sueñas proyectos, cuentas miedos y narras alegrías, y, de un día para otro, todos ellos han cambiado y te estás moviendo en aguas nuevas, dejando atrás tantas cosas... Con las vacaciones llega el cansancio, el... agotamiento. Es tal que aun estando rodeada de tus amigos sólo piensas en acurrucarte a dormir bajo tu edredón. Oyes la música, sientes el ritmo, te ríes con ellos... pero sin ti. Tu cabeza se vuelve un hervidero de pensamientos, de arrepentimientos, de sueños que sabes que no has cumplido, de esa dolorosa e intensa noción del paso del tiempo. Paseando por la Castellana, todas las luces de Navidad brillan por encima de tu cabeza, mientras las hojas caídas se amontonan a tus pies. Hay quien opina que sin nieve no parece Navidad; puede que tengan razón. O puede que lo que verdaderamente tenga que ver con la Navidad es... es... ¿qué es? ¿El amor? A cientos de kilómetros de distancia el amor se presenta tan frío como la nieve que los niños echan en falta.Por otro lado, puede que la Navidad signifique esperanza. No lo sabes. Puedes pensarlo mientras caminas bajo las luces.



11.03.2013

Dirección contraria

Cogí el tren equivocado,
marcho en otro sentido,
voy en dirección contraria
a mis sueños, a lo construido.

Me adentro en las tinieblas
con la fe a oscuras,
sin inspiración, a ciencia incierta,
sin nada más que mi sepultura. 

¿Y para qué hablo sin decir,
si no quiero más que gritar?
¿Y para que la vida concebir,
si al final me va a olvidar?

Mis huesos ya son huecos,
no aguantan el son de mi alma,
melodía triste y cierto viejo, 
despedida de ritmo y sin calma. 

Rima fácil, verso libre,
alma en pena, chica triste
que sonríe aunque llora,
que no parará las olas. 

La marea empuja, el agua lava,
pero no llega al centro,
pues mi sangre sigue sucia,
y mi dolor, bien adentro.

Marcho en dirección contraria
y no encuentro el cambio de sentido,
nací falta de razón arbitraria,
la vida no disfruto, no la vivo.

El tren

La inspiración me ha abandonado,
la venganza se murió de sed,
y en un mundo acostumbrado
el más cobarde es el rey.

Y los sueños se marchitan, 
y los campos no florecen,
esperanza descosida,
mar de lágrimas sin peces.

Se murió mi alma
crucificada en soltería,
detente, bella orquesta,
tu himno ya no es de alegría.

Si las estrellas brillan
es por ti y tus colores,
porque aunque un día fueran mías,
hoy cambian por ti las estaciones.

Y este tren sin rumbo
perdió la maleta de mis ilusiones,
pare aquí, que yo me apeo,
me he dejado atrás mis emociones. 

10.19.2013

Vida o muerte

"Esto no es vida", dices. Pero tampoco es muerte.

Horas sentadas a la mesa, frente a la ventana, sin poder salir o hacer lo que realmente quieres. Horas perdidas, horas vacías sin motivación alguna; y a contrarreloj. Estudias para llegar a conseguir un trabajo digno, trabajas para ganar un buen sueldo, dar de comer a tus hijos... Y mueres. Es estúpido. Toda la vida trabajando, siempre pensando en el maldito futuro sin poder disfrutar del presente; porque si te descuidas... Quedas eliminado.

"Ahora tienes que estudiar, ya tendrás tiempo para ti más adelante". Mentira. Es una sucia mentira y ni siquiera tienes otra opción más que confiar en ella. Semanas sin salir, sin poder tener unas horas para ti, ni para él, ni para nadie. Tu pluma lleva tanto tiempo sin usar que se ha quedado sin tinta. No tienes tiempo ni para llorar, así que lloras en sueños.

Y lo peor de todo es que esto no es.vida pero tampoco es muerte. Es odioso, injusto. No es nada. Es perder el único tiempo que tenemos como única opción para no perdernos en él. Respirar sin vivir. Morir respirando. Un limbo de angustia y desesperación, y sentirte en la cuerda floja sobre el acantilado, y que por muchos pasos que das sigues igual de lejos de la meta. Ni siquiera puedes permitirte pensar en ello. Tu obligación es no pensar en ti para poder pensar en ti. Ni siquiera tiene sentido.

Esto no es vida ni es muerte; pero, desde luego, te gustaría estarlo.

10.12.2013

Arrepentimientos

Para apreciar la vida, normalmente tenemos que conocer la muerte. Y cuando conoces la muerte empiezas a darte cuenta de lo importante que es dejar una buena huella en la vida de la gente que quieres. Porque, de repente, un día te despiertas y esa persona ya no está.

Y quizá sólo sea por culpa del dolor y de la pérdida, pero no puedes dejar de pensar en los momentos malos; en aquel día en el que gritaste, o cuando no quisiste dar un abrazo; aquella tarde en la que fuiste brusca o te enfadaste por una tontería y no quisiste hablar. Y no puedes dejar de llorar. Y te arrepientes. Porque esa persona se ha ido con todas las cicatrices que tú infringiste, muchas veces de forma voluntaria. Hagas lo que hagas, no puedes cambiar los hechos, no puedes deshacer esas heridas, y por consiguiente esa persona, a la que a pesar de haber hecho daño has querido y querrás siempre con locura, se ha ido marcada por ti. Probablemente desde el cielo a ti te recuerde por los grandes momentos, por la ternura y por las satisfacciones, pero en la dura tierra tú sólo puedes pensar en que podrías haberlo hecho de otra manera.

Podrías haber escondido ese par de lágrimas, podrías no haber gritado, podrías no haber herido, podrías haber luchado. Y elegiste no hacerlo. Siempre podría haber sido diferente. Y ya no.

El arrepentimiento te ataca en forma de dolor, un dolor que nubla todos tus sentidos y sólo te permite derramar lágrimas. Porque hiciste daño a la persona que más te ha querido jamás. Porque no puedes borrarlo. Porque, pase lo que pase, hagas lo que hagas... Nada borrará el pasado. Y ya sea mañana o dentro de diez años... Una persona a la que quieres se irá con las heridas que tú infringiste. Y tú lo sabrás.

Y ni siquiera llorando podrás cambiarlo. Jamás.

10.06.2013

El Callejón

La última luz del día se extingue y te quedas a oscuras en el callejón; la lluvia sigue arreciando suave pero continuamente, sin tregua, en esa sábana húmeda que cala tus huesos. La temperatura no deja de descender, el frío se apodera de ti. Estas a oscuras, perdida, fría, mojada. Sola.

Si tuvieras una pistola a mano, ahora mismo no dudarías en usarla, pero no la hay; no puedes darte el lujo de morir. De parar el sufrimiento, de dejar de sentir el frío. Tienes que quedarte aquí, a oscuras, acurrucada contra la fría e inerte pared del callejón cada vez más entumecida y sin posibilidad de entrar en calor. Algunos pensarían que el entumecimiento es bueno, que dejas de sentir, pero no es así; el frío corta tus músculos, tus tejidos, todas y cada una de tus células y tu alma. Te hace sentir débil con mucha intensidad, y la constante lluvia pesa sobre tu ropa, añadiendo otra carga a tu maltratado cuerpo.

De vez en cuando vislumbras el reflejo de los faros de algún coche contra la pared del callejón, pero su luz no dura lo suficiente ni tiene la potencia necesaria como para hacerte entrar en calor. No puedes dejar de llorar; no te duele nada, expresamente, pero las lágrimas luchan por recorrer tu rostro por la simple razón de que tienes frío. Y no puedes hacer que pare. Quieres gritar, pero la voz no te responde, quieres levantarte pero no puedes, quieres dejar de llorar, pero el frío no te lo permite. En el callejón, no puedes hacer nada. Esperar, quizá. Esperar a que, a falta de una pistola, puedas salir cuando el tiempo erosione los muros del callejón, o a ti; lo que ocurra primero. Habrás cumplido tu misión de vivir una vida completa, a pesar de vacía. Una vida larga, infeliz. El regalo de una vida entera, maldita.

Una vida fría y mojada en el callejón.

8.05.2013

La espada

Cuentan las lenguas antiguas que una vez hubo un héroe, de porte alto y fuerte, sensato pero orgulloso, que poseía una espada legendaria en todo el reino. Era una gran espada, temida y envidiada por su belleza; su mango era del mejor oro con incrustaciones de los más puros zafiros y esmeraldas, y una hoja que cortaba con sólo mirarla; toda un arma mortífera. Por este motivo, todos respetaban al héroe, y jamás tuvo que usar su poderosa espada. Siempre la llevaba consigo, y fardaba de ella, cuidándola y afilándola a diario como si de su propia hija se tratara... Hasta que dejó de hacerlo.

El héroe había alimentado y extendido su leyenda por todos los reinos conocidos, y se confió de que el poder de la niña de sus ojos nunca sería desafiado. Como buen caballero, nuestro héroe participaba en torneos y demás juegos con armas blancas, y en su afán de preservar en perfecto estado La Legendaria, nunca la usó; mandó forjar decenas de espadas de todo tipo, cualquier acero con el que pudiera competir y así asegurar su fama como caballero y señor de la comarca. Con el tiempo, y una vez había sido establecida la paz en el reino, el caballero se acostumbró a portar otras espadas, guardando la suya en un lugar seguro en su castillo. Asimismo, al tener otras armas a su disposición, se despreocupó del mantenimiento de La Legendaria, contentándose con mantenerla bajo seguro. Al fin y al cabo, era su espada. 

Cayó el verano y la fama de nuestro héroe se había extendido tanto que llegaron navíos de ultramar a comprobar por sus propios ojos lo que se contaba de este señor caballero. Se organizó un torneo para dar la bienvenida a los forasteros y el héroe aprovechó para contar sus hazañas con La Legendaria, alimentando tanto su fama como su ego; uno de los soldados de ultramar retó al héroe en duelo, y éste aceptó encantado, mas el soldado exigió que el héroe luchara con ningún otro acero más que con La Legendaria. Cegado por el orgullo y el placer de la fama, el héroe no dudó en desenvainar su arma de oro y piedras preciosas, precisa y letal, y aceptar las condiciones del soldado.

Sin embargo, el héroe no reparó en que La Legendaria, la niña de sus ojos, llevaba demasiado tiempo sin recibir cuidado alguno, y cuando el pobre pero sólido acero del soldado chocó con ella, ésta estalló en mil pedazos, despojando al héroe de todo por lo que había vivido.
Cuida lo que te importa; puede que no sea tan indestructible como crees.

8.01.2013

La leyenda de la bruja

Cuenta la leyenda 
que una vez había una bruja,
poderosa y aclamada
que de la felicidad fue desterrada.

Perdió todos sus poderes
y vagó en el exilio,
buscando ayuda y amaneceres
con los que aplacar su hastío.

Un buen día algo cambió,
un dragón se enamoró de ella,
la vida le devolvió,
la bruja volvió a ser bella.

Y aquí estoy de nuevo,
más fuerte que nunca,
inspirada como siempre,
vuelvo a ser una bruja.

Dueña de las palabras,
de vuestros corazones,
pero además de mis sonrisas,
y señora de los dragones.

7.29.2013

Sócrates enamorado

Me despierto en las tinieblas
de la negra incertidumbre,
ando por el mundo a tientas
sin antorcha que me alumbre.

Yo morí en el pasado,
sobrevivo a duras penas el presente,
desconozco el futuro,
y nada me aleja de la muerte. 

No sé de dónde vengo,
y desconozco a dónde voy,
pero cuando me miran tus ojos,
sé con quién quiero estar hoy.

Viento y lluvia sanadores,
que remiten mis dolores,
y me pintan de sonrisas
más bellas que poetisas. 

Y aunque yo ande perdida
hay algo que sé seguro,
y es que eres una maravilla
y que mi amor por ti es puro.

Sócrates no tiene idea,
imagínate en mi tiempo,
pero si hay algo que sé,
es que sé que yo te quiero. 

7.22.2013

Lluvia de abril

Recomiendo leer esta entrada escuchando Rainy Mood de fondo. 
Éste es el título de la novela en la que estoy trabajando, y su significado debería explicarse únicamente en la última página de ésta, pero he creído conveniente hacer una entrada para explicar este concepto, porque hay alguien que lo necesita más que yo acabar el libro. 

Una vez cuando era pequeña mi madre me dijo que la gente como yo era "como lluvia de abril"; no la entendí. Entonces, se sentó a mi lado en la cama, me limpió las lágrimas y me pasó a mi osito de peluche:

<<A nadie le importa la lluvia; la gente incluso se molesta cuando ésta aparece; y sin embargo, es muy importante. En abril, aguas mil, ¿te sabes ese dicho? Eso es lo que es la gente como tú; lluvia de abril. Puede que a nadie le guste la lluvia, pero si no llueve, todos la echamos de menos. Por eso es muy importante que la lluvia no falte en nuestro mes de abril, a pesar de que algunos la repudien cuando viene. Tú eres como esa lluvia. Crees que no le importas a nadie, pero, si no estuvieras aquí, todos te echaríamos de menos. ¿Te imaginas cómo sería un mundo sin lluvia? Pues exactamente así sería un mundo sin ti. Así que nunca pienses que estaríamos mejor si te fueras, porque hay mucha gente que cuenta contigo para su supervivencia. Las personas somos muy egoístas, y solemos tardar demasiado en decir lo que verdaderamente pensamos, pero hay gente que te necesita. Eres muy importante.

>>Como la lluvia>>.

Para Patt.

7.21.2013

Lego House

Dos personas hicieron una promesa. Una de ellas la incumplió, pero la otra la sigue manteniendo.


7.17.2013

El silencio de la noche

El silencio de la noche 
no calla el rumor de mis lamentos,
una princesa atormentada,
que sigue sin poder contar su cuento.

Si el tiempo lo cura todo,
¿por qué no lava mis heridas?.
tras dos años aún lloro.
por esta amarga alegoría.

Y aunque sonría por fuera,
por dentro estoy secuestrada
por la sombra de mi muerte,
la espada de mis palabras. 

Los errores se me achacan
aunque no sean culpa mía,
si así esto se acabara,
el castigo aceptaría.

Mas camino con cadenas,
que me pesan noche y día, 
y en el silencio de la noche
sueño con su melodía. 

7.13.2013

La sonrisa de Mona Lisa

Tiene ese tipo de sonrisa que dice "No me conoces, y nunca lo harás".

Sé que lo está intentando, dejarme pasar, pero también sé que nunca terminará de hacerlo. Veo lo mucho que me necesita y tengo que contenerme para gritar de angustia cuando la veo sufrir; ni si quiera sé por qué lo hace. Quizá sea por alguien, quizá sea por mí, quizá sea por un recuerdo o quizá sea por sí misma. No lo sé. Hay días en los que dejará de hablarme y se encerrará en su cuarto a llorar, o se pondrá a pegar golpes contra la pared, o, simplemente, se quedará acurrucada en la cama reproduciendo una misma canción en bucle. Y cuando hace eso me deja fuera, mirando sin poder tocar, como si fuera un animal enjaulado.

Por otro lado, siento que el corazón se me sale del pecho cada vez que me besa. Puedo ver el dolor detrás del brillo de sus ojos cuando se pierde en los míos, pero cuando apoya la cabeza en mi pecho y deja que juegue con su pelo, sé que intenta decirme que me confía en mí. Luego hace una broma, o le da la risa tonta, y me siento como si volara; creo que ella también. A veces me coge una mano entre las suyas, pequeñitas, y la pone contra sus labios a la vez que cierra los ojos con fuerza, como si temiera que fuera a desaparecer de un momento a otro. La quiero.

Pero su sonrisa, enigmática como la de Mona Lisa, no termina de ocultar la sombra que esconden sus palabras. Y aunque no lo diga en voz alta, sé que no la conozco. Y que puede que nunca llegue a hacerlo.

7.09.2013

Viva la Vida

I used to rule the world...

Luciérnagas de medianoche

Acaba un nuevo día, 
las luces ya se apagan,
mas queda una encendida,
que en la noche brilla solitaria.

Luciérnagas diminutas son
las que hoy me hacen compañía,
revolotean sobre mi luz,
me enseñan cosas de la vida.

El amor lo puede todo
pero no gana a la muerte,
esto es un juego y las reglas
tienen que obedecerse.

Distraída con tu boli,
no puedes escribir nada,
cuando la razón se inunda,
el corazón sólo sangra.

Las palabras son muy bellas,
mas no sirven para nada,
cambiaría mi don por una estrella
que me consiguiera un mañana.

Las luciérnagas me acorralan
y ahora yo soy diminuta,
a medianoche nada importa,
esta artista de la vida no disfruta.

Sonreiré y no diré nada,
porque a nadie le interesa
el dolor de esta humanista
que aparenta estar contenta.

Con esta estrofa me despido
de las luciérnagas nocturnas,
mi luz también se apaga,
otra noche, sin noticias.

6.27.2013

Lo Fatal

Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura, porque ésta ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que de la vida consciente.

Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
¡Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
y no saber a dónde vamos,
ni de dónde venimos...!
-Rubén Darío

Palabrería

A veces es mejor no tener tiempo libre; si estás ocupado, no tienes tiempo para pensar. Está bien quedar con amigos, no tener que preocuparte por los exámenes ni por la presión, poder aflojar un poco la correa; pero si estás sola, si la única distracción que tienes es la de tus pesadillas, cada pensamiento es una cuchilla que se clava en tu piel. 

Te quedas mirando la pantalla del ordenador durante horas y horas, pinchando aquí, escribiendo un poco acá... Matando el tiempo para que parezca que estás ocupada; pero no lo estás. Llevas horas aburrida, soñolienta, y llena de ese vacío que se apodera de ti cuando cae el sol. Hay música sonando, pero no la oyes; escribes risas, pero no las sientes, quieres gritar... pero no abres la boca. Dicen que en el vacío no hay materia, pero tú lo sientes muy intensamente dentro de ti, expandiéndose a cada rincón de tu alma, succionando cualquier atisbo de felicidad que encuentre, llegando hasta todos los recovecos escondidos que hay a la vista. Y duele. Puede que no esté hecho de nada, pero duele. Y, después de todo este tiempo, sigues sin saber por qué. 

Quizá sea verdad eso de que grano a grano se consigue una montaña; quizá sea ese el motivo de tu corazón sangrante, "tonterías" o pequeñeces que se han ido acumulando dentro de ti hasta ahogarte. ¿Sabéis cómo se siente, ahogarse en una misma? Posiblemente sí. Ves pasar el tiempo ante tus ojos, se te escurre de las manos; quieres retenerlo contigo, aprovechar cada segundo en que tu corazón sigue latiendo para que puedas hacer algo con él. Pero no te mueves. Ves pasar horas y horas, días y más días ante tus ojos, desde la cama, mientras tú te lamentas de estar perdiendo el tiempo y repitiendo "mañana mismo me pongo". No lo haces. Sigues en la cama, oyendo música sin escucharla, leyendo sin entender, hablando sin decir nada.

A las tres de la mañana el vacío se ha apoderado de ti, pero todavía puedes dar parte de ello. Así que, "a lo tonto", ya van cuatro párrafos de hablar sin decir nada, decenas de oraciones vacías, como tú. Pero resulta bello, en cierto modo; sentimientos de tontos, ideas de madrugada, cosas varias. Palabrería. 

6.19.2013

Total Eclipse of the Heart

A veces, cuando nos sentimos abandonados, no siempre estamos solos. A veces, aunque nos parezca que nuestros gritos de ayuda se pierden en el vacío del espacio, hay alguien que nos está escuchando. 

A veces, sólo hay que darse la vuelta. 


Nota de agradecimiento

Estimados luchadores que han intentado cambiar el mundo:

Últimamente no dejo de dar las gracias; ya sea en forma de homenaje a los muertos, a héroes anónimos, etcétera. La cuestión es que, aunque siempre me he considerado una persona relativamente agradecida/educada, nunca había sentido tanta necesidad de inmolar mi alma como ahora; creo haber descubierto por qué. 

En primer lugar, me gustaría comenzar dando las gracias a aquellas figuras a las aún no he dedicado una entrada: a los enfermos, por hacerme vivir mejor; a los eruditos, por haberme regalado un sistema de calderas y agua caliente por las noches; a los escritores, músicos y artistas, por haber hecho de mi mundo un lugar más bello, y sobre todo por haberme enseñado a transformar en amor la desdicha de la vida; a los que hicieron historia, y a los que no, por haberme traído hasta una vida en la que mi mayor preocupación es a quién dar las gracias. Gracias a todos. 

Pero, ¿por qué les doy las gracias? ¿Es acaso para reconocerles el mérito que nadie se molesta en reconocerles, o para dejar constancia de que, aunque sólo sea a mí, me importan? Puede haber muchos motivos; y sin embargo, en realidad sólo uno es verdadero, aunque no sea el más agradable de todos. Y es que "gracias" es una palabra mucho más bonita que "lo siento". Como cobarde del siglo de la diplomacia, es más políticamente correcto alabar los méritos de los demás que reconocer tus propias faltas. Si tuvieras que hacerlo en condiciones no te estarías redimiendo a ti misma de tus pecados, sino presentándote ante el Tribunal Superior del que está al mando, sea quien sea, y suplicándole que te dejara seguir viva. De hacer las cosas en condiciones, estas serían tus palabras: 

Es mi obligación pedir perdón a los enfermos, por tener el valor de sentirme miserable olvidando su condición no solicitada; a los eruditos, por haber permitido que la sociedad se perdiera en la ignorancia a pesar de habérnoslo dado todo, por no saber apreciar todo lo que tenemos; a los escritores, músicos y artistas, por haber hecho de vuestra magia un arte oscuro en el que poder regocijarme de mis desgracias, usándolo para manipular a mis seres queridos y para ocultar a mi verdadero yo; a los que hicieron historia y a los que no, por no haber sido capaz de conservar vuestro legado, por haber ignorado la experiencia y haber cometido los errores que quisisteis que evitáramos. Ruego a todos me perdonéis. 

Sé que no lo parece, pero de verdad que estoy intentando ser mejor persona; a veces me acuerdo de vosotros, cuando el dolor de mis problemas superficiales no ciega por completo mis sentidos, y reúno el coraje para ponerme en pie; gracias a la fuerza de vuestro recuerdo, que de mi atormentada alma no se ha borrado, me doy cuenta de que mis batallas no son comparables a las guerras que vosotros luchasteis porque yo hoy tuviera un techo bajo el que dormir. Así que, en resumen, os doy las gracias y os pido perdón, de todo corazón. 

Puede que vuestro recuerdo se pierda entre nuestras guerras con barcos de papel, pero os prometo que yo siempre os llevaré dentro, y me aseguraré de que mis hijos sepan vuestro nombre.

Atte:

-C.

6.17.2013

Héroes anónimos

Gracias a alguien que murió, yo vivo; respiro, amo, río, lloro, escribo estas líneas. 

Te miras la bata blanca de hospital con aire cansado; la batalla sigue adelante. Hubo un momento en el que pensabas que había llegado tu hora, unos minutos en los que perdiste la esperanza, una fracción de segundo en la que deseaste estar muerto. Pero el destino no te va a conceder ese regalo; no tan pronto. Aún te queda mucha guerra por dar.

Te han dado la noticia a corto plazo, una sentencia de muerte absuelta, una segunda oportunidad: vas a vivir. Entre tantos cientos de personas a los que la vida se les está escapando de entre los dedos, a ti, precisamente a ti, te han bendecido con la oportunidad de volver a estar nuevo. Y entonces, lejos de pensar en tu nueva vida, piensas en la persona que te la está cediendo; alguien muere para que tú vivas. "Tengo la suerte de que mi estrella haya decidido brillar sobre mí cuando me estaba tragando la oscuridad; no soy desdichado por estar enfermo, tengo suerte porque ahí fuera hay un héroe anónimo que sin que lo sepa va a morir para salvar otra vida; la mía. No voy a llorar por mí, por a llorar por él". 

Cada lágrima de gratitud que derramas sobre la bata del hospital va dirigida a todas y cada una de las personas con las que el cosmos ha decidido acabar para dar una segunda oportunidad a otras; héroes que pasan desapercibidos en la competición mundial por ver quién grita más fuerte para poder alzarse en el podio. Héroes que nunca recibirán su medalla y que, demasiado a menudo, serán olvidados una vez hayan cumplido su propósito en esta vida. ¿Tenemos cada uno una misión, entonces? ¿Será la tuya morir para dar una vida? ¿Será la del amor de tu vida? ¿O del camarero que siempre te da los buenos días cuando te ve pasar? Es mejor no saberlo.

Pero, cuando la anestesia abandona tu cuerpo, vuelves a abrir los ojos, y respiras de nuevo, juras sobre todos los días que te han regalado, por todas las experiencias, sensaciones y sentimientos que te han devuelto, que tú nunca olvidarás a tu héroe. Él siempre vivirá dentro de ti. Y tú, gracias a él. 

Así es como funciona la vida. Una persona se va, y tú, te quedas.

Para Push.

Chase The Wind

Get out of the house, I
Cover up my hair, cause
A gush of wind went by,
And blew my braid away;
I smile as I get hold of
An imaginary scent,
Taking me back to June and
To you and your rhymes as well.

If you are my wind,
And I am your thunder,
I’ll chase you until
I get hold of your kindness,
Against the tide and
Against the darkness,
I’ll live forever,
I’ll chase the wind.

They might say it’s stupid,
Will try to dismiss it,
But I won’t listen,
They just can’t feel it;
Can’t feel your whispers
Right into my ear,
Telling me you love me,
Saying “baby, I’m right here”.

If you are my wind,
And I am your thunder,
I’ll chase you until
I get hold of your kindness,
Against the tide and
Against the darkness,
I’ll live forever,
I’ll chase the wind.

The warmth of your lips,
The strength of your arms,
Holding me close,
Blowing me far;
If you were the wind I’d
Never forget you,
A summer breeze or winter collection.

If I’m your thunder and
You’ll be my wind,
We’ll live forever,
We’ll be a dream;
I’ll chase your love till
I can catch it,
I won’t give up, yeah,
I’ll chase the wind.

No esta noche

Un torrente de sentimientos lucha por salir al exterior, tu maquiavélico y masoquista subconsciente intentando ordenar a tus dedos a ponerse a trabajar sobre el ordenador y desenterrarlos todos ellos, dejar que la tinta virtual corra por el papel y deje constancia igual que lo hace la sangre sobre tu piel. Tu subconsciente es fuerte, pero hoy, quizá solamente hoy, hay algo mucho más poderoso. Así que como tu cuerpo te pide que confieses, esto es lo que escribes.

Escribes acerca del pasado, como siempre, aquel cruel lugar que te mantiene presa la mayor parte del día; hoy, en tu pasado, estás de vuelta en las Tierras Verdes, cubierta por un cielo encapotado y envuelta en un olor a algas demasiado fuerte. Has regresado al pasado en el que te abrazaba por detrás, y tú te quitabas la sudadera para cubrirle cuando se quedaba dormido en el autobús, al pasado en el que buscabas conejos entre la maleza. Era un pasado agridulce, como todo. Agrio porque sabías que se acabaría tarde o temprano, dulce porque se sentía como si fuera para siempre.

Y ahora que los sentimientos perdidos en tu interior luchar por salir al exterior, ahora que el dolor vuelve a demandar ser sentido, no quieres darle ese placer a tu subconsciente. No hoy; no el día en el que, a pesar de no ser libre todavía, te has sentido completamente en paz con el mundo; no el día en el que has vuelto a reírte a carcajadas durante lo que han podido ser tres cuartos de hora seguidos. No; hoy, no. Te has resignado a aceptar que probablemente esta herida nunca llegue a curarse del todo, que siempre volverá a acecharte en algunas pesadillas, que por muy lejos que estés, de algún modo podrás sentirte cerca.

Ya te enfrentarás a todo eso otro día. Pero hoy, no; no esta noche.

6.15.2013

La vida de los muertos

Vagando por las calles
de una oscura ciudad,
hacen ronda los muertos,
fantasmas del jamás. 

Daños colaterales
de almas en pena iguales,
vivían por el sueño roto
de dejar su huella en todo.

Mas la marca fija del asfalto
es la que crea el propio suelo,
cubriendo con olvido y lodo
lo que vieron tantos cientos.

La vida de los muertos
no es sino la de los vivos,
vagando por las mismas calles,
temiendo al negro olvido. 

Sucumbirán y nacerán imperios,
buena gente, miserables, todo aquello,
y no habrá un alma que recuerde los pecados
de los tontos que hasta en piedra los grabaron.

Y cuando los vivos mueran
seguirán siendo ellos mismos;
vagando por las calles
de la ignorancia y el olvido.

Que cuando los muertos viven,
descubren la verdad que les digo,
que no hay recuerdo tras la muerte,
que en la muerte está el olvido.

Homenaje a los transitorios

Querido lector: 
Me dirijo a ti para informarte de que he decidido escribir una entrada feliz. Es puramente ficticia, porque ahora mismo yo no soy feliz; creo que no me acerco siquiera a la definición general de Felicidad, pero estoy viva, y por eso le debo esta entrada a todos los que no lo están, fueran felices o no. Mi obligación, mi deber y mi deuda hacia las personas que ya no son personas, es dedicarles una entrada feliz que, quizá, podría haber sido parte de su historia, de haber seguido aquí. 
Atte: 
-C.

Llega un punto en el que crees que no puede mejorar; conduces de camino a su casa con tu música favorita a todo volumen y el pecho se te hincha de felicidad, accionando las mariposas de tu estómago, con cada metro que aproximas a él. Pero entonces, cuando aparece por la puerta y pone sus ojos sobre ti, el mundo se para una vez más para permitirle a tu corazón pararse con él, congelando ese instante. No sabes si él siente lo mismo, aunque siempre te dedique esa preciosa sonrisa ladeada, pero aunque no haya habido alma viviente en este mundo que haya sido capaz de explicar cómo nos enamoramos todavía, sabes que cada vez que te mira a los ojos, echa la cabeza hacia atrás y se ríe como un niño, tú te vuelves a enamorar.

Sabes que te estás muriendo; al fin y al cabo, todos lo hacemos. Cada día más, es un día menos. Pero ¿qué importa? ¿Sería en vano morir mañana mismo, sin haber podido cumplir "tus sueños", sin haber "podido dejar tu marca" en este efímero mundo? Cogida de su mano, sentados en la hierba sin hablar de nada en particular, no te lo parece. Porque quizá la esencia de la vida, su verdadero significado, no consista en hacer que el mundo te recuerde, sino en hacer del mundo algo que  quieras recordar. Y aunque sea una memoria pequeña, este instante, es uno que no cambiarías ni por la absolución de tus pecados; si tienes que ir al infierno, que sea con este recuerdo.

Te mira y te das cuenta de que te estaba hablando; te has ido por completo a tu mundo. Te disculpas, azorada, pero él sonríe y te besa en la frente. Le da igual; se ha enamorado de una soñadora con una imaginación que tiende a desbordarse en momentos poco apropiados, pero te acepta así. Tal y como eres. Y espera que tú hayas hecho lo propio; que le quieras a pesar de ser demasiado tozudo, que le perdones su falta de perspicacia, que no te importe que hable sin parar cuando tiene algo que decir. Los dos secretamente rezáis para que el otro esté dispuesto y decidido a acompañaros en los momentos de tormenta.

Pero ese no es el tipo de cosas que se dicen en una cita, sentados en el parque bajo el sol estival; predominan los cumplidos susurrados al oído, suspiros al viento, caricias y miradas furtivas. Predomina la felicidad de estar vivos y juntos, de poder tener una dimensión privada para los dos lejos de los problemas a los que os tendréis que enfrentar una vez den las diez y tengáis que volver a casa, cada uno por su lado. Si hay algo bueno del amor es que funciona como escudo de lo Fatal que temía Rubén Darío, de la vida misma. En esos instantes secretos para el resto del mundo, os sentís muy vivos pero mismamente podríais estar muertos; da igual.

Ahora sólo existe el sol, la brisa, vuestras manos entrelazadas, su risa, sus ojos, tu corazón latiendo con fuerza, recordándote que estás viva.

Ojos Claros

Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿Por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a quien os mira,
No me miréis con ira,
Porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay, tormentosos rabiosos!
Ojos claros, serenos
Ya que así me miráis, 
Miradme al menos.
Gutierre De Cetina

6.12.2013

El túnel de la montaña rusa

En la montaña rusa de la vida hay altibajos; todo va a máxima velocidad, aunque lamentablemente parece que los instantes en los que rozas el cielo pasan más deprisa que aquellos momentos de las vías en los que puedes rozar la hierba. En cualquier caso, todas las montañas suben y bajan; pero algunas tienen túneles.

Angustiosos momentos en los que la luz se apaga, y no te da tiempo a mirar hacia atrás porque la violencia de la inercia ejercida por la velocidad te lo impide; cuando miras hacia adelante, sólo ves oscuridad. Una oscuridad aterradora por la que te ves arrastrado a la velocidad de la luz sin poder hacer nada por remediarlo; te mueves y no sabes hacia dónde. Después de lo que han parecido kilómetros y kilómetros de vías, traqueteo y emociones rebosantes de adrenalina, llegas a la temible oscuridad y todo parece estancarse de nuevo. El frío cala en tus huesos y se te pone la piel de gallina a la vez que te recorre un escalofrío por la espalda. Porque no ves la salida.

Y ni siquiera sabes por qué hay un túnel; ¿qué propósito tiene? Se supone que ésta es una atracción al aire libre, es contraproducente techar una parte del recorrido. Pero quizá sea así como funcione la vida, ¿no?; pensamos cosas, tomamos decisiones y llevamos a cabo acciones que realmente no nos llevan a ninguna parte. Y, el caso, es que generalmente lo sabemos; sabemos que no sirve de nada meterse en un túnel, pero aun así lo hacemos. Y luego dicen que somos la especie desarrollada.

Con todo, es un túnel. Así que por muy largo, oscuro y abrumador que sea, sabes que, tarde o temprano, acabarás saliendo de él. Algún día.


5.30.2013

Síndrome de Estocolmo

¿Cuándo empezaron a cambiar las cosas? ¿Cuándo dejaste de ser una niña inocente y te convertiste en un alma en pena? ¿Por qué? La vida no deja de cambiarnos, moldeándonos a su gusto cada día, dándonos forma y transformándonos en seres un poco más infelices con cada amanecer. Y no puedes mirar hacia atrás; no hay nada.

"Me echo de menos", le susurras a la almohada, mojada con lágrimas de silenciosa agonía. Cada mañana te aleja un poco más de tu Antiguo Yo, impidiéndote recuperarlo, asimismo cerrándote las puertas del presente; tu camino se ha convertido en un viaje en autobús sentada en el asiento que va de espaldas. Vas hacia delante, pero miras hacia atrás; el autobús marea, la vida, duele. Aún cuando haces un esfuerzo por darte la vuelta y mirar hacia adelante, no eres capaz de idear algo que mantenga vivo tu recuerdo cuando te hayas ido. ¿Qué quedará de ti entonces? ¿Una piedra con un nombre y dos fechas, quizá un breve epitafio? Te sientes como una mosca atrapada en una habitación; vuelas de un lado a otro, hacia delante, hacia atrás, recorriendo todas las esquinas y chocándote contra todos los obstáculos que ves a tu paso en tu incesante búsqueda de una ventana abierta, de libertad. Paralelamente, te sientes igual de mareada que una persona que observa este vuelo.

Quieres tener algo a lo que agarrarte, saber quién eres, reconocerte a ti misma. Pero no estás segura de que eso sea posible; estás secuestrada por el pasado, y a fuerza de haberte tenido ahí anclada, ahora que la vida te ha sacado de ahí a patadas, no puedes evitar seguir mirando hacia atrás; has desarrollado Síndrome de Estocolmo hacia ti misma. Eres tu propio verdugo, fuiste tu carcelera y siempre serás tu sombra. Aun sabiendo que fuiste tú misma quien se infligió y permitió que le infligieran las heridas que ahora lucen como cicatrices, y siendo consciente de que la "nueva página" del libro ha visto sonrisas más puras, sigues queriendo recuperar la inocencia de esa pobre chica que no sabía dónde se estaba metiendo.

O quizá sólo quieras poder dormir tranquila, por una vez; dejar de tener pesadillas, ser absuelta de remordimientos que ni siquiera te pertenecen. No querer pedir perdón, no hacerlo. Quieres ser capaz de mirarte al espejo, directamente a los ojos a tu secuestrador y decir "nunca más"; sólo quieres ser libre.

Sin embargo, los delitos de tu pasado ya prescribieron, y el verdugo de tus pesadillas nunca será condenado. Si estuviéramos hablando de dos personas, sería una injusticia; pero sólo hablamos de ti misma. Y por desgracia nunca podrás dejar atrás quién fuiste, si bien puedes redireccionarte hacia quién quieres ser; una parte de ti siempre echará de menos la persona que fuiste ayer, siempre un poco menos lastimada que tu nuevo reflejo cada mañana. Quizá algún día consigas encontrarte a ti misma y puedas dejar atrás a tu secuestrador. Quizá algún día te reconozcas cuando te mires al espejo, quizá llegues a saber quién eres.

De momento, padeces Síndrome de Estocolmo.

Le dedico esta entrada a Gilles27Push, por haberme ayudado a ver que soy presa de mí misma y haber así inspirado esta entrada. 

5.15.2013

Confesiones

La literatura es muy bonita; los que saben controlarla pueden doblar la realidad a su antojo, dar impresiones, crear falsas esperanzas o decirlo todo sin realmente decir nada. La literatura está muy bien para darle vueltas a un asunto y no hacer absolutamente nada al respecto. Pero a veces hay que dejarse de metáforas y hablar claro.

A veces, hay que reunir el valor para decir: "No" cuando te preguntan si estás bien. O para decir: "Tengo miedo", o "Te quiero", o "Lo siento", o "Gracias". A veces hay que hacer de tripas corazón y enfrentarse a los problemas, no sólo hacer de ellos una entrada, una historia, un poema, un libro; eso está bien, pero no es suficiente. Dicen que los artistas tienen el mayor don de todos, pero yo creo que no es así; el mayor don, la cualidad que realmente nos pone a las personas en el podio, es el valor. El valor de seguir adelante, de pedir ayuda, de abrir nuestro corazón a alguien. La auténtica virtud está en dar sin pedir nada a cambio. La literatura es un arte oscuro, engañoso, un espejo de la realidad perdido entre las sombras. Y, como dijo un grande, "No hay palabras mal dichas, sino mal interpretadas". Con eso en mente, ¿quién se atreve a coger la mano de alguien que no sabes si te la está pidiendo?

Por eso, llega un momento en la vida de papel de un escritor en el que no puede seguir diciendo las cosas a medias, llamando a lágrimas, cataratas, a recuerdos, monstruos, a lo blanco, negro. Llega un momento en la vida en la que el escritor tiene que dejar la pluma y confesar; desenmascarar las metáforas de sus memorias, revelar secretos ocultos, dar las gracias y pedir perdón, suplicar por la absolución de su alma de mentiroso. Y las confesiones tienen que hacerse de manera clara; hay que llamar a las cosas por su nombre, decir textualmente las palabras que has dejado escondidas entre las líneas de la interpretación. Tarde o temprano, la vida sale al encuentro, y, tarde o temprano, llega el día en el que las impresiones toman nombres propios.

Pero hoy no será ese día.

5.14.2013

Vida al acecho

En una tarde lluviosa, el miedo vuelve a instalarse dentro de ti. Los relámpagos sacan a la luz el miedo de tu alma, los truenos hacen eco de los quejidos de tu corazón, la lluvia cae sobre ti como un manto de lágrimas en vez de uno de salvación; después de haber sobrevivido a las tierras yermas bañadas por el sol, cuando viene la tormenta, tu ánimo no está ahí para acompañarla.

Resulta curioso, por llamarlo de alguna manera, cómo la vida hace de ti su marioneta; un día te regala una sonrisa, al siguiente, una patada en el estómago. O quizá seas tú misma, que no eres capaz de distinguir tu propio reflejo en la ventana, el verdugo de tus propios sentimientos; ¿es eso suicidio? Quién sabe. En cualquier caso, con la lluvia, llega el miedo; el del pasado, el del presente, el del futuro. Te atacan el pánico a que las cicatrices no hayan sido borradas, y estén de alguna forma cubiertas por maquillaje que la lluvia no tardará en limpiar; una sensación de inferioridad por la presión que te oprime desde fuera y a la vez trata de expandirse desde dentro; la desolación ante la posibilidad de perder lo que más quieres y todo aquello por lo que has luchado, a lo que te has agarrado para seguir a flote.

Por razones masoquistas, o simplemente por querer disfrutar de su belleza, te sientas frente a la ventana a contemplar este fantástico fenómeno natural que parece ser el reflejo de ti misma; el frío de la calle se cuela a través del cristal y te enfría, primero los pies, luego el brazo que tienes apoyado contra el vidrio y, por último, el alma. Y con el frío llegan las leyes de la física y actúan sobre ti hasta que te vas encogiendo, haciéndote pequeña, muy pequeña. Los desafíos parecen más imponentes que nunca, y los obstáculos, insalvables. Intentas ahogar los pensamientos con música, pero no hay forma de hacer callar a la Madre Naturaleza, y el eco de tus quejidos vuelve a retumbar.

Llegados a este punto, ¿qué te queda? Sombras del pasado, sumisión al presente y promesas en la cuerda floja para el futuro. Quizá sea la intensidad de la tormenta, la fuerza de un fenómeno que, al igual que el destino, no puedes detener; ella siempre tendrá la voz cantante, decidirá cuándo aparecer y cuándo dejarte al antojo de la bola ardiente, cuándo hacer que el viento te despeine, que la lluvia te envenene.

O quizá no sea la tormenta, al fin y al cabo, sino la vida, que anda al acecho.


4.28.2013

Flotando

Ya no hay nada que niegue que te has perdido a ti misma. No ves las cosas de la misma manera, no las sientes de la misma manera, no vives de la misma manera. Pero, ¿es eso siempre malo? La creencia popular afirma que los cambios son buenos, pero a ti nunca te han gustado; te sientes cómoda con lo que conoces, encuentras confianza en la rutina. Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer, al fin y al cabo.

Pero quizá pueda ser que estés empezando a cambiar de opinión. Hay días en los que te gustaría desesperadamente volver a la inocencia de la infancia; otros, en los que ves tus ideas reafirmadas a través de los nuevos ojos que te ha dado la vida. Es contradictorio, supongo. Hay algo amargo en todo ello, como una sombra que te acecha, recordándote que el pasado siempre te sigue; y, sin embargo, hay tantas cosas dulces... El contacto de unas manos fuertes y curtidas, la mirada de unos ojos limpios de maldad, la sonrisa de un ángel venido del cielo para rescatarte.

Y así como antes sacabas fuerza y entereza de donde no la tenías, ahora todo es más fácil; las pesadillas parecen lejanas y los recuerdos ya no duelen. El pecho se te hincha al pensar en el pasado y... no sentir absolutamente nada. El tiempo finalmente ha curado las heridas, y tu ángel guardián ha sabido hacer desaparecer las cicatrices. Antes buscabas venganza, tener la última palabra, aquella que guardaste bajo llave en lo más profundo de tu alma para no empezar una nueva guerra; ahora, sólo quieres la absolución. Si tu pasado consigue salir adelante a base de seguir insultándote, si eso le ayuda, que así sea; pero que te perdone primero, y que sepa que tú sólo quieres ser feliz.

Te parece que has cambiado mucho y que ha pasado mucho tiempo, pero, si miras hacia atrás, todo lo malo ocurrió apenas ayer y tú eres básicamente la misma. Sólo que ahora ves el mundo con otros ojos, haces tu camino de otra forma. Antes eras una caminante, te arrastrabas por el mundo tropezando con todas las piedras del camino; ahora, bien puede ser por la llegada de la estación estival y el fruto que tus esfuerzos darán o bien porque has alcanzado algún tipo de estado espiritual complejo e inexplicable, tu camino ha dejado de ser polvoriento y agotador. Ni siquiera sabes si este nuevo método de transporte durará mucho, pero de momento te vas a dedicar a disfrutarlo.

Porque ahora, sea como sea, flotas.


4.12.2013

Sin título

Nadie lo hace a malas pero todos hacen mal,
la verdad es que últimamente ya lo veo algo normal,
amigos falsos, celos, juegos y mentiras,
ya me tienen harta, olvidaos de mi vida.

Poco a poco y por nada
el montón de mierda crece,
entre problemas y mis penas
aquí nadie desmerece.

Si te equivocas no se nota,
pero yo sé cuando mientes,
os creéis que me chupo el dedo,
así soy para mi propia gente.

Claro,
Si soy tonta y no sé nada,
qué más le dará a la pesada
esta, que no sé qué se ha creído,
que tiene derecho a querer a un tío.

Mirad chatos, conmigo no se juega,
las cosas a la cara y los traidores a la hoguera,
y si no sabes lo que haces, ándate con más cuidado,
que esta artista no perdona y esto ya se ha acabado.

4.07.2013

El Problema Soy Yo

El problema soy yo
Cuando comprendí que era el problema
ya era demasiado tarde,
me vendí a la esperanza,
hoy mi mundo en llamas arde.

La quería, lo diría
una, dos y tres mil veces,
la experiencia gritó "Huye",
pero ya era presa de sus redes.

Comederos de cabeza,
pasto para locos,
y yo loco enamorado,
de vida ya me queda poco.

Y el dolor me abrasa dentro
de no poder escribir lo que siento,
fuerza bruta, pasión y ñoñería,
nada de esto me sirve hoy en día.

Cuando comprendí que era el problema
ya era demasiado tarde,
enamorado hasta las trancas,
deseando no desearte.
El Chico De La Bici.

3.26.2013

Oveja negra, ojos azules

Ovejas en un redil,
con espíritu de lobos,
pecan de valor pueril,
se creen que lo saben todo.

Cada cual más original,
y al final todos igual,
no son más que ovejas tontas,
siguiendo al que da la nota.

Y yo soy la oveja negra,
la que no marca tendencia,
la que vive desigual, 
la que nunca encajará.

Oveja negra, ojos azules,
no hay forma de que disimule
que soy de un mundo impaciente,
misma piel, espíritu diferente.

Vivo por y para la letra, 
pero mi causa está disuelta,
las palabras hoy no salen,
mañana dejaré que las ovejas me acorralen.

Y las razones se me acaban,
para seguir siendo la oveja negra,
misma piel, ojos azules,
y un sueño que pierde estela.

Me declaro en banca rota,
sigo queriendo dar la nota,
pero me estoy quedando sin ideas,
hoy no daré la buena nueva.

Quizá sí lo saben todo,
los que no tienen virtudes,
pero hoy me acuesto oveja
de pelo negro, ojos azules.

Quiero agradecer al chico de la bici la inspiración para esta entrada, por haberme dicho esa frase tan preciosa que se ha convertido en el título del poema.

3.06.2013

El chico de la bici

Debido a esta sociedad,
llora un chico de verdad,
un príncipe que quiere amar,
no a su reina utilizar.

Un romántico empedernido,
para él no hay nada perdido,
se alimenta de la adrenalina,
pero vive por su niña.

Es un rey bueno y atento,
merece poder tener su cuento,
la trata a ella de princesa,
pero más que hada es tigresa.

Para él ella lo es todo,
pero lo mismo opinan otros,
mientras que ven carne fresca, 
 él ve su alma descompuesta.

No os hablo de una bruja, 
ella vive en la burbuja,
la de un mundo competente,
que te aplasta si eres diferente.

Pero a él eso le extraña,
es uno de buena calaña
porque él sí es diferente, 
y así marca a su gente.

A este artista idealista,
le dedico mi revista,
porque vale más que el oro,
y sobre su bici lo puede todo.

Para el mejor chico que he conocido nunca, el más auténtico y el que más vale.
 No pierdas el equilibrio, rider.

3.04.2013

De tripas corazón

Menosprecian mi dolor,
sobrevaloran mi valor,
"haz de tripas corazón", 
eso dice mi mentor. 

Me sonríen al pasar,
sonrío de vuelta,
creen que voy a mejorar,
pero mi esperanza está disuelta.

Me preguntan los motivos
por las que no atiendo a maneras,
les repito mis problemas,
y se marchan pensativos.

¿Por qué alguien como ella
vive en un mundo alicaído?
¿Por qué me tratan de princesa
sin haberme conocido?

Hago daño a los que quiero,
alejo a los que puedo,
confinamiento solitario,
dolor sordo voluntario.

Hago de tripas corazón, 
mas ya no tengo valor,
nací falta de razón,
este es mi colofón.

3.02.2013

Palabras vacías

Te sientas a la mesa, bolígrafo en mano, página en blanco. Tras varios minutos con la mirada perdida en la ventana, llevas el bolígrafo al papel, pero no escribes nada. Esta vez, las palabras no saldrán. 

Esta mañana intentaste sacar una foto del amor, pero por mucho que te empeñaste, por muchas calles que recorriste, nada te pareció lo suficientemente... valioso. Ahora intentas escribir una carta de tu puño y letra, expulsar ese vacío que se expande dentro de ti sobre el papel, pero, claro, está vacío. 

<<A lo mejor lo estamos intentando demasiado, a lo mejor simplemente nos hemos despedazado, a lo mejor la oportunidad nos ha vencido>>.

Estas agrias palabras surgen de tu interior y fluyen por acción de la tinta sobre el papel. Después de tanto tiempo intentándolo, luchando a ciegas por la promesa de un objetivo, te encuentras con una hoja de papel en blanco, sin saber qué decir. A lo mejor es así como tiene que ser, una hoja de papel vacía de palabras para dos personas vacías de voluntad. ¿O no? Una retahíla de sentimientos sin sentido y promesas que no llegas a llevar a cabo, un conjunto borroso de sueños y pesadillas que ya no te permiten distinguir la realidad de la fantasía, lo verdadero de lo falso, lo valioso... de lo vacío. 

Sigues mirando fijamente el papel vacío bajo el amarillo enfermizo de la luz de la lámpara hasta que tu campo de visión se llena de puntitos negros; entonces, vuelves la vista al exterior, ahora completamente a oscuras. Intentas distinguir a la gente que camina apaciblemente varios pisos por debajo de ti, intentas averiguar si se sienten tan confusos como tú, si, a pesar de ir de la mano, esa pareja tiene secretos y problemas, si, a pesar de ir jugando con su perro, ese chico también duda de sí mismo, si, a pesar de correr con elegancia, esa chica sentirá un dolor interno tan intenso como el tuyo. Te preguntas si todos ellos sufren, si se cuestionan la vida o si son felices. Te gustaría que fueran felices. Que fueran capaces de rellenar una página en blanco. 

Sin embargo, quizá sea así como tenga que estar: en blanco. ¿Para qué hablar cuando no hay nada que decir? Arrugas el papel y coges un nuevo folio. Y ahora sí sabes qué escribir.

<<Perdóname por las palabras vacías, perdóname por los sentimientos confusos, perdóname por las dudas; perdóname por todo>>.

3.01.2013

El sueño VI

Naturalmente, Oskar nunca regresó.

Quise conservar la fe hasta que encontraron su cuerpo, a tan solo veinte metros del de su hermano, pero en realidad supe en el momento en el que sus labios por fin tocaron los míos que nunca volvería a verle. Esto no es una película, sino la vida real, y no había posibilidad alguna de sobrevivir a un temporal como aquel. Lo que más me duele es saber que pasó horas y horas agonizando, perdiendo la vida a tan poca distancia de Marco sin siquiera saberlo. Intento pensar en algo bueno, decir que sé que murió feliz, después de haberme besado, que sabe que le amaba con todas mis fuerzas y que todo saldría bien, pero sé que no es así. Oskar murió por salvar a su hermano, y no lo consiguió. Me gustaría pensar que de hecho sí pensó en mí antes de irse, pero no puedo estar segura.

Ha pasado ya mucho tiempo y yo he rehecho mi vida; conocí a otros chicos y tuve muchos besos, pero ninguno de ellos podrá compararse jamás con el que recibí de los labios de Oskar. A veces todavía me despierto llorando y esperando a que él aparezca en mi cuarto, poder apartarle el flequillo de la cara, ver sus ojos, que me dedique una de sus sonrisas, que me hable de cosas que no me interesan, que me abrace y me diga que todo va a estar bien. La mayoría de los días consigo olvidar el dolor hueco que dejó en mi interior, tan frío como la nieve que se lo llevó, y centrarme en mi nueva vida, pero cuando los recuerdos me atacan tengo que salir a esquiar; cojo la tabla y me pierdo en la montaña hasta que la adrenalina llena el hueco que dejó él.

Estuve esperando dos largos años a que me besara, luego pasé otros dos deseando que jamás lo hubiera hecho, pero finalmente he llegado a la conclusión de que su beso no fue ni una bendición ni una maldición, sino un regalo. Oskar sabía que iba en una misión suicida, pero confiaba en que iba a volver. No me dio su último aliento, no me concedió su último beso, no tenía nada de eso en mente.

Sencillamente, cumplió mi sueño.

El sueño V

Un estruendo desde el otro lado de la casa me saca de mis ensoñaciones; me seco los ojos lo mejor que puedo y voy corriendo hasta el salón, donde todos han empezado a gritar. Medio dormida todavía, atiendo a la escena sin entender nada.
-¡Oskar, no puedes ir!
Esa era Angela, que intenta agarrar al aludido por el brazo mientras él se zafa con agresividad.
-¡Es mi hermano y pienso ir a por él, ¿me oyes?! ¡Suéltame!
-¿Qué ocurre? -me atrevo a preguntar, con un hilo de voz.
Oskar aprovecha el segundo de confusión que provoca mi pregunta ante Angela y Peter y se sube la cremallera del traje de nieve a toda velocidad.
-¡Marco se ha ido!
-¿Cómo que se ha ido, a dónde?
-¡A esquiar! -grita Peter; nunca le había visto tan angustiado, y eso que es un chico muy tranquilo-. La noticia de que la ventisca estaba remitiendo le dio la excusa para salir disparado, ¡ni siquiera nos dimos cuenta! Y en la radio han dicho...
-Han dicho que la ventisca se ha intensificado -termino por él; yo también he oído el boletín.
Marco, perdido en la montaña, cegado por la nieve, derribado por el viento y herido por los accidentes geográficos. Marco, el hermano de Oskar, mi mejor amigo, la persona a la que él más quiere. Todas las piezas encajan mientras mi energía vuelve a mí de golpe, sólo para que el miedo se apodere de mí.
-¡Oskar, no puedes salir, morirás!
Se gira con violencia y me mira a través de una cortina de lágrimas.
-¡Es mi hermano pequeño, Karo, no puedo dejarle ahí fuera!

Debería, sé que debería retenerle con nosotros y no dejarle marchar, pero no puedo hacerlo. Hay un millón de razones que bastarían para mantener a Oskar a salvo conmigo, pero Marco es su hermano, y esa razón las desvanca todas.
-Por favor, ten cuidado -susurro.
-Te juro que volveré sano y a salvo, con Marco, volveremos los dos.
La discusión sólo sigue unos pocos minutos más, pero por fin queda claro que Oskar irá en busca de su hermano bajo cualquier circunstancia. Coge la tabla y se abrocha bien las botas; le da un abrazo a Peter y a Angela, y finalmente llega a mí. Me rodea con sus brazos y yo intento transmitirle toda la fuerza de la que dispongo para que le acompañe en su expedición, para que traiga a Marco de vuelta.
-Ten cuidado.
-Te lo prometo.

Antes de aventurarse en el blanco aterrador que nos rodea, se gira bruscamente, toma mi rostro entre sus manos y me besa. Seguidamente, desaparece.

El sueño IV

Es ya el quinto día que estamos aquí encerrados, pero por fin parece que la tormenta empieza a remitir, lo que levanta los ánimos de un grupo de amigos que ya empieza a hartarse de ver la luz del sol a través de una ventana. Marco ha entrado en una especie de síndrome de abstinencia y lleva dos días sin hablar con nadie, sólo gruñendo y gritando que quiere salir; Oskar se volvió a alejar por completo de mí después de la sesión de cine y se ha estado dedicando a tallar figuritas de madera de los troncos que no podemos echar al fuego; hasta Peter y Angela parecen haberse aburrido de la compañía del otro, y aunque no se han peleado, han hecho algún tipo de pacto silencioso para unirse con los de su género. Lo que a mí me devuelve a mi mejor amiga, aunque en realidad tampoco nos hagamos mucho caso; mayormente, he estado dibujando, pero ahora que se me acaban los carboncillos, he tenido pasarme al lápiz.

La radio volvió ayer al mediodía, y hoy por fin hemos conseguido sintonizar de nuevo la televisión; las noticias dicen que la ventisca habrá desaparecido por completo en dos días y que las autoridades lo tienen todo preparado para dar asistencia a los que han quedado recluidos y aislados (o sea, a gente como nosotros), lo que nos pone de nuevo en movimiento. Peter y Angela vuelven a formar una sola entidad, Marco sale de su pataleta y empieza a hablarnos de lo pronto que saldrá a recorrer la montaña y Oskar y yo por fin nos quedamos solos.
-No podemos hacer como que la otra noche no pasó, ¿sabes? -digo sin rodeos.
-Lo sé.
-¿Entonces?
-¿Qué quieres que diga, Karo? Sabes que... no sé, que no puedo hacerlo. Es algo que... ya sabes como soy, yo... te quiero, pero...
-Vale, vale, para; me estás poniendo nerviosa, cálmate. Oskar, te quiero y tú me quieres, ¿no?
-Sí.
-¿Entonces por qué no... -tomo aire antes de poder echarme atrás-... por qué no me besas? Yo... No lo entiendo.
Sé que he vuelto a hacerlo, le he alejado de mí otra vez. ¿Es mi estúpida manía de no dejar que las cosas sigan su curso natural o es que a él le asusta afrontar la realidad? Sospecho que un poco de las dos.
-Karo, no lo sé. Simplemente... No lo sé. Podría besarte ahora mismo y acabar con esto, pero simplemente... no puedo.

Entierra la cara en las manos y yo hago lo propio. Quiero que me abrace, que me haga cosquillas en el pelo y que me susurre que todo va a estar bien, que lo siente y que encontraremos una forma de arreglarlo. Pero no lo hace, sólo entierra la cara en las manos. Igual que yo. Al cabo de un minutos minutos el aire se vuelve demasiado denso como para respirar, así que me levanto y salgo de la habitación en silencio.
-Supongo que nunca será más que un sueño, después de todo.

El sueño III

No hemos vuelto a hablar del tema, pero sé que aunque nos estamos esforzando por olvidar aquel encuentro la noche pasada y comportarnos como personas maduras, a ninguno de los dos se nos va de la cabeza. A decir verdad, no lo entiendo; él me quiere, yo le quiero, los dos lo sabemos, pero aún así hay algo que a él le retiene. Sencillamente, no me tocará. No sé qué extrañas y enrevesadas inquietudes cruzarán su mente, pero a pesar de que yo he dado muestras de querer evitar el contacto físico en absoluto, cada día se aleja más de mí. Es la persona más dulce que he conocido, y a la vez la más distante.

Nos hemos sentado a ver una película a oscuras, y mientras Peter y Angela están tan cerca el uno del otro que podrían fusionarse en cualquier momento, Marco se sienta en la esquina del mismo sofá ansiando poder salir al aire libre y a ninguno de ellos podría importarles menos nuestra relación, Oskar y yo estamos a un metro el uno del otro. Me levanto un par de veces para ir al baño, y cuando regreso hago todo lo posible por hacer notar que quiero acercarme a él, pero se limita a correrse poco a poco hacia el extremo opuesto, hasta el punto de acabar alejándome para que no se caiga del sofá. Es desesperante. Acabo por resignarme y dejar pasar el asunto, más que otra cosa porque el dolor de cabeza está quemando todas mis fuerzas a demasiada velocidad; hace rato que dejé de prestar atención a la película, así que ahora me limito a fijarme en mis amigos mientras me voy hundiendo en el sofá dejando que la fiebre me consuma. Peter y Angela son pareja desde siempre, ni siquiera recuerdo cuándo dejaron de ser sólo amigos y dieron el siguiente paso; es uno de estos amores de toda la vida, que nació con ellos y morirá igual; verlos así de felices y unidos es como una puñalada en el estómago, así que centro mi atención en Marco. Marco, el eterno rompecorazones, el que no le tiene miedo a nada y que se parece a su hermano tanto como una mesa a un cabrito; he visto a ese chico salir con más chicas de las que yo conozco, aunque en realidad todos sabemos que está perdidamente enamorado de la tímida e introvertida Erika, dos años menor que él; pasa absolutamente de todo, pero cuando se pone los esquís y vuela sobre la nieve, el mismísimo diablo le tendría envidia de lo feliz que es. Probablemente eso sea lo único que comparta con Oskar, la pasión por la nieve. Porque lo que son las relaciones...

En algún momento de mi hilo de pensamientos distantes ha ocurrido el milagro; un fuerte y a la vez suave brazo ha venido a protegerme del frío, me ha inclinado contra su pecho y traza delicados círculos con el dedo en mi clavícula. El olor de Oskar me inunda, y me permito aprovechar este regalo del cielo rodeando su cintura con mis propios brazos y dejando que la suave oscilación de su pecho al respirar me acompañe a dormir.

Porque sé que mi sueño hecho realidad no durará mucho.

El sueño II

Un rápido vistazo por la ventana me informa de que la ventisca no ha hecho más que ir en aumento, y el amortiguado ruido de tazas me dice que los demás ya están desayunando. Después de una noche en vela esporádicamente interrumpida por pesadillas, la mañana se ha echado sobre mí para obligarme a hacer cara a mis mejores amigos. Y a Oskar.

Tengo el peor aspecto que probablemente haya tenido la desgracia de lucir jamás y la cabeza me da vueltas; el detalle no se le escapa a ninguno, pero todos hacen como que no se dan cuenta y reprimen todos los signos que dejen ver que sienten lástima por mí - probablemente oyeron mis gritos anoche. Peter y Angela, que sostienen una taza de algo humeante con una mano mientras se cogen de la otra, me dan los buenos días con su sonrisa más cálida; Marco tiene cara de malas pulgas y dirige miradas furibundas al blanco paisaje exterior, probablemente maldiciendo por no poder salir con su hermano a esquiar, pero también ablanda el gesto al hacer mi entrada. Oskar aparece de debajo de la pila con las manos llenas de grasa; el grifo ha debido de congelarse. Me mira durante una fracción de segundo, sus intensos y claros ojos azules absorbiendo cada partícula de mi cuerpo, para bajar la mirada después; murmura un saludo y concentra toda su energía en evitarme el resto del desayuno. Yo me sirvo una taza de chocolate caliente y hago lo propio.

Después de una incursión al baño he comprobado que mi aspecto es bastante peor de lo que pensaba, y mi dolor de cabeza ha creado un ceño fruncido permanente; decido que lo mejor será tomarme un analgésico y desaparecer debajo de las mantas hasta que la tormenta remita y cada uno vuelva a su cabaña. De tal manera, voy a la cocina, sólo para recordar demasiado tarde que Oskar sigue trabajando en ese grifo.
-Hey -saludo/carraspeo.
Da un pequeño salto, sobresaltado, y saca la cabeza de la pila.
-Hola -musita-. ¿Qué tal estás? -añade por fin, después de una pausa.
El dolor y la culpa me apuñalan por dentro por lo que pasó anoche, y sé que él también se siente así, sin merecerlo, así que intento levantar un poco los ánimos.
-Bueno, he estado mejor, pero si lo comparamos con la vez que perdí el control de la tabla y me estampé contra aquel pino, entonces se podría decir que estoy genial.
Mi broma surte efecto y una preciosa media sonrisa cruza su rostro, iluminando sus ojos, y dejando escapar una risa. Tiene el pelo hecho un desastre, manchado y apuntando a todas las direcciones, la cara manchada de grasa y sudor y los labios cortados por el frío, pero cada vez que me sonríe me vuelvo a enamorar de él como si fuera la primera vez. Me pregunto si él sentirá lo mismo, si pensará que estoy guapa con el pelo enmarañado, ojeras profundas, el rostro demasiado pálido y un ligero color enfermizo. Probablemente no.

En cualquier caso, hacemos un corto intercambio de frases banales, cojo mi pastilla, la ingiero y me despido sin más demora. Puede que sea culpa de la fiebre, o que, como muchas otras veces, esté soñando despierta, pero antes de salir de la cocina, Oskar dice:
-Karo, estás preciosa.

2.26.2013

El sueño I

Me despierto con los ojos mojados cuando alguien me sacude gentilmente por los hombros. Abro un solo ojo y distingo la cabeza de Oskar entre las sombras de la noche. ¿Qué hace aquí? Ah, sí, todos tuvieron que quedarse a dormir por la ventisca. Pero eso no explica por qué me ha despertado a las cuatro de la mañana, aunque sospecho que el sueño que me ha mojado los ojos tiene algo que ver.
-¿Qué haces aquí? -consigo preguntar, con voz ronca.
-Te oí llorar desde mi cuarto -murmura, algo avergonzado; probablemente se arrepiente de haberme despertado-. ¿Estabas teniendo una pesadilla?
Me siento en la cama y le hago un hueco para que se siente, cosa que tarda varios segundos en meditar antes de acceder; se toma especial cuidado en no tocarme, o al menos eso me parece a mí.
-En realidad no -contesto-. Era un sueño, uno precioso.
Aunque no puedo verlo, siento cómo frunce el ceño cuando me dirige una mirada confusa a través del flequillo. Intento ignorar el temblor de mis manos y le aparto el pelo de la cara.
-¿Entonces... por qué lloras?
-Lloro porque ese sueño nunca se cumplirá -contesto con voz vacía. 
Puedo notar lo nervioso que está, lo mucho que le cuesta estar aquí conmigo, tan cerca y a la vez tan lejos, lo difícil que le resulta esta situación. Como siempre. Entre tartamudeos, me pregunta si quiero contárselo; no debería, pero ya sea por la influencia de la noche o porque no tengo muchas más cosas que perder, decido hacerlo.
-En el sueño, me besabas. 
Su expresión cambia al instante. Se pone muy serio y puedo notar cómo la energía abandona su cuerpo, aunque mantiene los hombros firmes. Retira la mirada y baja la cabeza; yo me quedo en silencio, no hay mucho que decir. Al cabo de un eterno minuto, vuelve a mirarme, y aunque no veo gran cosa, los ojos le brillan con lágrimas que lucha por tragarse. Alarga el brazo hacia mi cara, y cuando mi corazón se dispara con una esperanza agridulce, posa su mano sobre mi mejilla y me limpia las lágrimas de los ojos con un pulgar. 
Cuando se pone de pie y sale de mi cuarto, lo último que dice es:
-Lo siento.

2.25.2013

Podría, pero no

Estas son las palabras de la desesperación, ideas frustradas por el qué dirán, sentimientos reprimidos por motivos desconocidos. Esta es la sangre de una escritora que se está desangrando por el ataque de unas balas que no existen, y que sin embargo, duelen. Es una sangre cargada de cosas que decir, testimonios a moldear por unas manos que pueden haceros pasar del miedo al éxtasis en cuestión de segundos. 

Dicen que la gente más peligrosa es aquella que lo ha perdido todo, porque no tienen nada que temer. A mí ya no me queda nada. Salvo cosas que decir. Ahora es cuando me subo a un pedestal y agito los brazos para atraer a la muchedumbre, gritando: "Temed, mortales, es mi hora de hablar. Es la hora que todos habéis estado temiendo, sin saberlo, la hora en la que todas mis heridas llenas de ácido os estallan en la cara y os destruyen, a todos y cada uno de vosotros los que en su día metisteis la cuchilla para profundizar en ellas. Temedme, mortales, temedme, porque soy alguien a quien no le queda nada". Ahora mismo me odiáis, ¿verdad? Menuda pedante, ¿quién se ha creído que es? Los que me conocéis quizá pensáis otra cosa, pero para los que no tenéis esa desgracia, no siempre soy así, a veces me lamento de mí misma, y eso es peor; preguntad por ahí. 

Después de meses callándome verdades, enterrando armas que siguen abriéndome heridas en los costados, evitando un pasado sólo para esperar a que me encuentre, la desesperación acude al encuentro. ¿Cuántas palabras he mantenido encerradas bajo llave hasta ahora? ¿Por qué me he empeñado en ser "políticamente correcta" y dejar que la vida siga su curso? Ese no es mi estilo; si tengo algo que decir, lo digo. Lo grito, lo dibujo en una pared o lo escribo en un papel. Yo no soy de las que se callan, de las que dejan discusiones a medio hacer, de las que ceden cuando saben que llevan razón. Y sin embargo eso es precisamente lo que he estado haciendo hasta ahora. ¿Queréis nombres? ¿Queréis alguna alusión que os saque de esa duda que os está corroyendo la cabeza, "Seré yo"? Pues lo único que voy a decir para ayudaros a dormir esta noche es que si os lo habéis preguntado, es que el remordimiento se ha instalado en vosotros. Así que pensad en todas las palabras que me habéis dirigido, camaradas, repasad todos y cada uno de vuestros movimientos para intentar recordar cuál es el que os está carcomiendo por dentro al leer este agrio testimonio de un alma desesperada. 

Sin dar un solo nombre podría destrozaros a todos con la verdad, escrita, hablada o cantada si hace falta. Podría desenterrar todo el dolor de mi corazón sobre esta página en blanco, podría sentenciar la guerra de una vez por todas. Podría llevar a cabo mi cometido, que no es vengarme, sino desahogarme. Podría decir todo lo que me he estado callando este tiempo, sólo por no tener las fuerzas para seguir luchando. Podría hacerlo ahora mismo.

Pero no.

2.24.2013

A oscuras

El pasado es un mito, 
el futuro está maldito,
me da igual lo que digan, 
ahora nada puede hacer que siga. 

Mienten, en la calle todos mienten,
hasta el punto de creerse su basura,
de creer que hoy en día algo perdura,
que los locos recuperan la cordura.

Mas la vida es complicada,
y para mí ya está pasada,
no hay nada que me quede, nada,
de las manos el tiempo se escapa. 

Intento, juro que lo intento,
pero nadie puede vencer al viento,
poderoso ser que me derriba,
y se asegura de que no mire hacia arriba.

Y la noche siempre vuelve, 
para con su frío envolverme,
arrancarme la luz del alma,
matar la esperanza del alba.

El pasado es un mito, 
el futuro está maldito,
quiero vivir en el presente,
pero es algo que me cuesta tener en mente.