La presión en mi pecho se está haciendo demasiado fuerte para soportarla. Aprieto el paso y subo corriendo por las escaleras, el ascensor se me haría eterno; entro en mi cuarto y cierro la puerta, dejando que la mochila caiga descuidadamente. Me desvisto y me pongo el pijama; ir en camiseta XXXL y pantalones cortos de chándal me hace sentir un poco más libre. Ahora ya puedo relajarme.
Pongo un poco de música, e intento buscar alguna canción que no me ponga de los nervios, sin éxito. Quito la música. Me tumbo boca arriba con las piernas apoyadas en la pared, pero eso sólo me da cabida a perderme en mis pensamientos, así que cambio rápidamente de postura. Resoplo. Me deslizo de la cama al suelo y me cruzo de piernas; abro un cajón de la mesilla de noche y saco un libro. Acaricio el bordado dorado que dice "Recuerdos" con la punta de los dedos y lo abro por una página al azar. La primera foto que capta mi atención es la de mi segundo cumpleaños, donde sale mi abuela sosteniéndome en brazos y mi madre sonriendo. Se me salta una lágrima al instante, así que no dudo en pasar de página. Ojeo viejos momentos familiares: mis hermanos y yo en la playa, yo persiguiendo a nuestro antiguo perro, mis padres cogidos de la mano... Hasta que llego a mis recuerdos.
Tenía el pelo mucho más largo por aquel entonces, y era aún más bajita de lo que soy ahora; era invierno y estaba nevando, y él llevaba un gorro de lana rojo y verde. Logró convencerme de que me pusiera una bufanda, así que sólo se me ve media cara, porque yo también llevaba gorro. Aparecemos abrazados y mirando al cielo, riéndonos risueños, éramos felices. La siguiente foto la sacamos dentro, en primer plano; mi pelo cae por su hombro según inclino la cabeza sobre la suya, y por el borde se ve su mano rodeándome por los hombro. Él sale con un ojo rojo, y aun todavía me río recordando las bromas que hicimos al respecto. Al mismo tiempo me enjugo una lágrima.
Contemplo todas nuestras fotos lentamente; acaricio su rostro en las que más recuerdos despiertan y me quedo embobada mirándonos. ¿Qué fue de la pareja de la foto?
Bienvenido al mundo de mis sueños y pesadillas; lo que ves, es lo que hay, y si no te gusta, no mires. Puede que no sepa volar, pero sé escribir, y eso, algún día, me hará libre.
7.30.2012
28 días
Es curioso cómo los seres humanos simplificamos las cosas; si estamos a sábado, ya ha pasado una semana, si son menos diez, ya es la hora, y si sobrevives veintiocho días, ha pasado un mes.
En un mes ocurren muchas cosas. Se tiembla, se grita, se llora, se tiene pesadillas. Se sonríe, se perdona, se ríe, se es feliz, se olvida, se ama. Tú has pasado por todo eso y más; pero tú no eres como los demás, ¿cierto? Tú tienes un problema que te diferencia del resto, que te aparta, que te fisura. Te hace extraña, lo tomen en el buen sentido o en el malo; eso no importa, porque lo que los demás piensen no hace mella con lo que vas a pensar tú.
Hay opiniones que te marcan más que otras, pero no importa cuáles sean sus palabras, porque al final tú siempre vas a pensar lo mismo; que no importa cómo o cuándo hagas las cosas, nada va a salir bien. Todo es demasiado complicado, eres demasiado pequeña, te crees demasiado lista..., en resumen, todo es demasiado. Estás esperando a que la viga central se rompa y te aplaste de una vez por todas; vives con miedo, con rabia, con angustia. Porque sabes que algún día tiene que pasar.
Puede que ocurra mientras te están contando un chiste y se te saltan las lágrimas de la risa, o mientras comes palomitas de microondas sentada en el sofá, o mientras en la cama te acurrucas lo más que puedes contra la pared. Sea cuando o donde sea, ocurrirá. Así que estás alerta hasta cuando te arropan los mejores escudos: los amigos. Vas pensando que a la gente no le importas, pero una parte enterrada en tu cerebro intenta convencerte de que sí les importas. No son muchos, pero son tan grandes que valen más que el resto. Te intentan proteger entre sus brazos y tú te niegas a ello. Te hacen sonreír mientras ocultas tus lágrimas. Te hacen sentir segura cuando te mueres de miedo.
Los seres humanos simplificamos las cosas, pero tú complicas las más simples. Así que no importa cómo haya transcurrido este mes, porque ahora que se ha acabado vuelves a estar como antes. Muerta de miedo.
Pero hay algo que sí han cambiado estos veintiocho días. Algo de muy adentro.
En un mes ocurren muchas cosas. Se tiembla, se grita, se llora, se tiene pesadillas. Se sonríe, se perdona, se ríe, se es feliz, se olvida, se ama. Tú has pasado por todo eso y más; pero tú no eres como los demás, ¿cierto? Tú tienes un problema que te diferencia del resto, que te aparta, que te fisura. Te hace extraña, lo tomen en el buen sentido o en el malo; eso no importa, porque lo que los demás piensen no hace mella con lo que vas a pensar tú.
Hay opiniones que te marcan más que otras, pero no importa cuáles sean sus palabras, porque al final tú siempre vas a pensar lo mismo; que no importa cómo o cuándo hagas las cosas, nada va a salir bien. Todo es demasiado complicado, eres demasiado pequeña, te crees demasiado lista..., en resumen, todo es demasiado. Estás esperando a que la viga central se rompa y te aplaste de una vez por todas; vives con miedo, con rabia, con angustia. Porque sabes que algún día tiene que pasar.
Puede que ocurra mientras te están contando un chiste y se te saltan las lágrimas de la risa, o mientras comes palomitas de microondas sentada en el sofá, o mientras en la cama te acurrucas lo más que puedes contra la pared. Sea cuando o donde sea, ocurrirá. Así que estás alerta hasta cuando te arropan los mejores escudos: los amigos. Vas pensando que a la gente no le importas, pero una parte enterrada en tu cerebro intenta convencerte de que sí les importas. No son muchos, pero son tan grandes que valen más que el resto. Te intentan proteger entre sus brazos y tú te niegas a ello. Te hacen sonreír mientras ocultas tus lágrimas. Te hacen sentir segura cuando te mueres de miedo.
Los seres humanos simplificamos las cosas, pero tú complicas las más simples. Así que no importa cómo haya transcurrido este mes, porque ahora que se ha acabado vuelves a estar como antes. Muerta de miedo.
Pero hay algo que sí han cambiado estos veintiocho días. Algo de muy adentro.
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