Todo el trabajo del año dará su fruto ahora, cuando veas brillar las luces de navidad en las calles, la gente cargada de regalos y, sobre todo y a pesar de la situación desdichada de muchos, les vas a ver sonreír. Niños, soñando con nieve, escribiendo cartas a Papá Noel y a los Reyes Magos, siendo felices con un fenómeno que no pueden comprender; adolescentes, celebrando el fin de los exámenes y el comienzo de las vacaciones, secretamente deseando recibir un regalo fuera de lo ordinario, algo que no esperan, por muy duros y mayores que aparenten ser, disfrutando de las reuniones con seres queridos; adultos, corriendo siempre a última hora a comprar los regalos de las listas de sus hijos, preparando comidas o cenas con cantidades ingentes de comida cuyos restos serán el menú de sus hijos toda la semana siguiente, olvidando sus problemas viendo a sus seres queridos reír.
Es la época de los mazapanes, turrones, polvorones y roscón. La época de los regalos debajo del árbol de plástico con las mismas bolas rojas y azules de siempre. La época de olvidarse de lo malo y disfrutar, contagiando a los demás esta maravillosa atmósfera de felicidad y bienestar sin explicación racional. Es la época de vestidos rojos y besos a media noche, la época de empezar de nuevo, a pesar de que nunca hemos terminado. Es el momento de mirar atrás en un largo, largo año por última vez y darte la vuelta hacia el siguiente. Un año lleno de oportunidades y sueños, un año para mejorar, para avanzar, para dejar atrás.
El reloj ha ido avanzando y tú sigues teniendo fiebre, pero ahora ya no te encuentras tan mal; has abierto tus archivos y pinchado en la lista de reproducción que reza "Navidad", dejando que la voz de Frank Sinatra inunde tus oídos y tu alma. Ha llegado el mejor mes del año, y tú lo empiezas por todo lo alto, con esperanza y sueños por cumplir.
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