Un estruendo desde el otro lado de la casa me saca de mis ensoñaciones; me seco los ojos lo mejor que puedo y voy corriendo hasta el salón, donde todos han empezado a gritar. Medio dormida todavía, atiendo a la escena sin entender nada.
-¡Oskar, no puedes ir!
Esa era Angela, que intenta agarrar al aludido por el brazo mientras él se zafa con agresividad.
-¡Es mi hermano y pienso ir a por él, ¿me oyes?! ¡Suéltame!
-¿Qué ocurre? -me atrevo a preguntar, con un hilo de voz.
Oskar aprovecha el segundo de confusión que provoca mi pregunta ante Angela y Peter y se sube la cremallera del traje de nieve a toda velocidad.
-¡Marco se ha ido!
-¿Cómo que se ha ido, a dónde?
-¡A esquiar! -grita Peter; nunca le había visto tan angustiado, y eso que es un chico muy tranquilo-. La noticia de que la ventisca estaba remitiendo le dio la excusa para salir disparado, ¡ni siquiera nos dimos cuenta! Y en la radio han dicho...
-Han dicho que la ventisca se ha intensificado -termino por él; yo también he oído el boletín.
Marco, perdido en la montaña, cegado por la nieve, derribado por el viento y herido por los accidentes geográficos. Marco, el hermano de Oskar, mi mejor amigo, la persona a la que él más quiere. Todas las piezas encajan mientras mi energía vuelve a mí de golpe, sólo para que el miedo se apodere de mí.
-¡Oskar, no puedes salir, morirás!
Se gira con violencia y me mira a través de una cortina de lágrimas.
-¡Es mi hermano pequeño, Karo, no puedo dejarle ahí fuera!
Debería, sé que debería retenerle con nosotros y no dejarle marchar, pero no puedo hacerlo. Hay un millón de razones que bastarían para mantener a Oskar a salvo conmigo, pero Marco es su hermano, y esa razón las desvanca todas.
-Por favor, ten cuidado -susurro.
-Te juro que volveré sano y a salvo, con Marco, volveremos los dos.
La discusión sólo sigue unos pocos minutos más, pero por fin queda claro que Oskar irá en busca de su hermano bajo cualquier circunstancia. Coge la tabla y se abrocha bien las botas; le da un abrazo a Peter y a Angela, y finalmente llega a mí. Me rodea con sus brazos y yo intento transmitirle toda la fuerza de la que dispongo para que le acompañe en su expedición, para que traiga a Marco de vuelta.
-Ten cuidado.
-Te lo prometo.
Antes de aventurarse en el blanco aterrador que nos rodea, se gira bruscamente, toma mi rostro entre sus manos y me besa. Seguidamente, desaparece.
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