10.20.2012

Artículo aleatorio

El público consume telebasura porque no se le ofrece otra alternativa:

A las cuatro de la tarde, justo después del parte y en la "hora punta" del descanso de toda España, me arriesgo a decir que un 99% de los mandos a distancia pulsan, casi al unísono, el botón del número 5: empieza el programa del corazón (o eso es lo que me imagino que era hace unos pocos años, porque ahora lo que yo veo es que la masiva explotación de los tres famosos que tenemos en el país ha llevado a una degradación un tanto denigrante del programa). Pruebo a cambiar de canal, y me acabo quedando dormida con un tierno documental de La Dos, ya que la alternativa de la telenovela barata con 1783 capítulos y 27 temporadas me atrae tan poco como el gallinero que hay montado en Telecinco.

Esta rutina nos asalta entre semana, pero ahora se acrecienta cada vez más durante los sábados y domingos, cuando es casi imposible encontrar una buena película que ver a la hora de la siesta; ni los dibujos se salvan. La culpa de esta simplificación tan superficial de la televisión que nos ha dejado sin elección alguna no puede recaer por completo en las máquinas de hacer dinero que son las cadenas, sino también en la elección de una audiencia que, entre noticia catastrófica y corte de digestión por la amargada sociedad, se lanza de cabeza al entretenimiento "básico" que ofrecen estos programas. Es un círculo vicioso, vaya.

El problema lógicamente es que, como buen círculo vicioso, tanto la demanda como la oferta va degenerando cada vez más, hasta el punto de poder compararse con el tierno documental de animales salvajes de La Dos -aunque me atrevo a decir que los bípedos son más gruñones. Leí una vez que <<los canales de televisión son el mejor reflejo del país en el que estás>> y en un desesperado intento de buscar una excusa a esta enorme y triste verdad recordé que aquel que tiene el control de la información posee el poder supremo; así, en el mundo cultural en todos sus ámbitos se ha visto monopolizado por Don Dinero, y en consecuencia la población está absorbiendo a una velocidad vertiginosa esta desinformación capitalista que se nos ofrece -a muy buen precio, eso sí, oferta de 2x1 si se compra el pack de politización o hipocresía.

En resumen, la capitalización masiva de toda la cultura ha resultado en el retroceso intelectual social en nivel de demanda; si antes queríamos ver la odisea de Stanley Kubrick, hoy preferimos quedarnos -a falta de esta odisea, o estando presente en toda su naturaleza, según por donde se mire- con los animados tertulianos de Telecinco que nos amenizan la tarde y ocasionalmente sueltan alguna frase moralista que nos hace sentirnos realizados con nosotros mismos mientras ignoramos la infinidad de opciones que se alejan de nosotros a la velocidad de la luz.

Yo, que me despierto de mi siesta con el documental de La Dos, acabo preparándome unas palomitas y poniendo esa película que he visto un millón de veces acerca de lo bella que es la vida cuando te dan los buenos días como a una princesa, y que sé que veré otro millón más. La telebasura se la dejo a los productores sin escrúpulos.

                                                                                 -C.

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