Gracias a alguien que murió, yo vivo; respiro, amo, río, lloro, escribo estas líneas.
Te miras la bata blanca de hospital con aire cansado; la batalla sigue adelante. Hubo un momento en el que pensabas que había llegado tu hora, unos minutos en los que perdiste la esperanza, una fracción de segundo en la que deseaste estar muerto. Pero el destino no te va a conceder ese regalo; no tan pronto. Aún te queda mucha guerra por dar.
Te han dado la noticia a corto plazo, una sentencia de muerte absuelta, una segunda oportunidad: vas a vivir. Entre tantos cientos de personas a los que la vida se les está escapando de entre los dedos, a ti, precisamente a ti, te han bendecido con la oportunidad de volver a estar nuevo. Y entonces, lejos de pensar en tu nueva vida, piensas en la persona que te la está cediendo; alguien muere para que tú vivas. "Tengo la suerte de que mi estrella haya decidido brillar sobre mí cuando me estaba tragando la oscuridad; no soy desdichado por estar enfermo, tengo suerte porque ahí fuera hay un héroe anónimo que sin que lo sepa va a morir para salvar otra vida; la mía. No voy a llorar por mí, por a llorar por él".
Cada lágrima de gratitud que derramas sobre la bata del hospital va dirigida a todas y cada una de las personas con las que el cosmos ha decidido acabar para dar una segunda oportunidad a otras; héroes que pasan desapercibidos en la competición mundial por ver quién grita más fuerte para poder alzarse en el podio. Héroes que nunca recibirán su medalla y que, demasiado a menudo, serán olvidados una vez hayan cumplido su propósito en esta vida. ¿Tenemos cada uno una misión, entonces? ¿Será la tuya morir para dar una vida? ¿Será la del amor de tu vida? ¿O del camarero que siempre te da los buenos días cuando te ve pasar? Es mejor no saberlo.
Pero, cuando la anestesia abandona tu cuerpo, vuelves a abrir los ojos, y respiras de nuevo, juras sobre todos los días que te han regalado, por todas las experiencias, sensaciones y sentimientos que te han devuelto, que tú nunca olvidarás a tu héroe. Él siempre vivirá dentro de ti. Y tú, gracias a él.
Así es como funciona la vida. Una persona se va, y tú, te quedas.
Para Push.
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