La última luz del día se extingue y te quedas a oscuras en el callejón; la lluvia sigue arreciando suave pero continuamente, sin tregua, en esa sábana húmeda que cala tus huesos. La temperatura no deja de descender, el frío se apodera de ti. Estas a oscuras, perdida, fría, mojada. Sola.
Si tuvieras una pistola a mano, ahora mismo no dudarías en usarla, pero no la hay; no puedes darte el lujo de morir. De parar el sufrimiento, de dejar de sentir el frío. Tienes que quedarte aquí, a oscuras, acurrucada contra la fría e inerte pared del callejón cada vez más entumecida y sin posibilidad de entrar en calor. Algunos pensarían que el entumecimiento es bueno, que dejas de sentir, pero no es así; el frío corta tus músculos, tus tejidos, todas y cada una de tus células y tu alma. Te hace sentir débil con mucha intensidad, y la constante lluvia pesa sobre tu ropa, añadiendo otra carga a tu maltratado cuerpo.
De vez en cuando vislumbras el reflejo de los faros de algún coche contra la pared del callejón, pero su luz no dura lo suficiente ni tiene la potencia necesaria como para hacerte entrar en calor. No puedes dejar de llorar; no te duele nada, expresamente, pero las lágrimas luchan por recorrer tu rostro por la simple razón de que tienes frío. Y no puedes hacer que pare. Quieres gritar, pero la voz no te responde, quieres levantarte pero no puedes, quieres dejar de llorar, pero el frío no te lo permite. En el callejón, no puedes hacer nada. Esperar, quizá. Esperar a que, a falta de una pistola, puedas salir cuando el tiempo erosione los muros del callejón, o a ti; lo que ocurra primero. Habrás cumplido tu misión de vivir una vida completa, a pesar de vacía. Una vida larga, infeliz. El regalo de una vida entera, maldita.
Una vida fría y mojada en el callejón.
Estimada -C:
ResponderEliminarNo se imagina usted la alegría que su texto me produce. No por el contenido obviamente, si no por el hecho de ver que después de tanto tiempo vuelve usted a escribir. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que utilizó su don y sinceramente lo echaba de menos. Confio que este sea el primero de otros escritos que podamos compartir, usted como escritora y nosotros como lectores.
Una reflexión rápida sobre su texto, en la que podemos profundizar si es de su interés. Usted juega con su "As" de escritora, pero ¿Tenemos los lectores un "As" que nos permita distanciarnos de su texto y que haga que no nos empape la lluvia y que el frío del Callejón no nos penetre hasta los huesos?
Desde luego yo en mi caso carezco de el, y quedo atrapado en ese callejón, tiritando y entumecido, esperando que un día usted nos saque de el.
Quedo a la espera.
Atentamente:
-P.