8.03.2012

Promesas vacías

Un día más, y ahí estás tú, arrastrándote de nuevo. Sabes que mereces algo más, algo mejor, que no es justo, que estás haciendo el tonto. Y aún así, ahí estás, perdiendo la dignidad una vez más porque nada importa si él no está ahí contigo. Intentas parecer firme, como siempre que escribes, y hacer que parezca un ultimátum; sabes que aceptará.

Pones el punto a la frase y pulsas "Enviar". Ahora, toca esperar.

Pasan los minutos y no hay respuesta. Te empiezas a mordisquear el pulgar, pero achacas la tardanza a que probablemente no haya abierto ese programa. Los minutos se convierten en horas, y mientras intentas mantenerte distraída sigues pensando en excusas, cada vez peores, por las que no ha respondido. Te sigues mordiendo el pulgar; se te engancha un pellejo en los aparatos y te haces sangre. Maldices. Sigues esperando.

Ya han pasado dos días. Y sigues mirando una pantalla en blanco, esperando a que llegue la llamada entrante, un mensaje instantáneo o cualquier tipo de señal. Pero nada de eso llega. Estás mirando una pantalla en blanco, y mientras una lágrima te resbala por la mejilla y te cae en la clavícula, te resignas a aceptar que en esa pantalla no volverá a haber un rostro mirando de vuelta al tuyo.

Pensabas que él aceptaría tu oferta; que haría lo que siempre ha hecho, volver a rodearte entre sus brazos, contra su pecho; que te dejaría volver a escuchar su respiración profunda cada vez que apoyaba la cabeza en tu hombro, que no te abandonaría.

Pensabas que, de todas las promesas vacías que te hizo, ésa sería la única que no incumpliría.


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