3.01.2013

El sueño III

No hemos vuelto a hablar del tema, pero sé que aunque nos estamos esforzando por olvidar aquel encuentro la noche pasada y comportarnos como personas maduras, a ninguno de los dos se nos va de la cabeza. A decir verdad, no lo entiendo; él me quiere, yo le quiero, los dos lo sabemos, pero aún así hay algo que a él le retiene. Sencillamente, no me tocará. No sé qué extrañas y enrevesadas inquietudes cruzarán su mente, pero a pesar de que yo he dado muestras de querer evitar el contacto físico en absoluto, cada día se aleja más de mí. Es la persona más dulce que he conocido, y a la vez la más distante.

Nos hemos sentado a ver una película a oscuras, y mientras Peter y Angela están tan cerca el uno del otro que podrían fusionarse en cualquier momento, Marco se sienta en la esquina del mismo sofá ansiando poder salir al aire libre y a ninguno de ellos podría importarles menos nuestra relación, Oskar y yo estamos a un metro el uno del otro. Me levanto un par de veces para ir al baño, y cuando regreso hago todo lo posible por hacer notar que quiero acercarme a él, pero se limita a correrse poco a poco hacia el extremo opuesto, hasta el punto de acabar alejándome para que no se caiga del sofá. Es desesperante. Acabo por resignarme y dejar pasar el asunto, más que otra cosa porque el dolor de cabeza está quemando todas mis fuerzas a demasiada velocidad; hace rato que dejé de prestar atención a la película, así que ahora me limito a fijarme en mis amigos mientras me voy hundiendo en el sofá dejando que la fiebre me consuma. Peter y Angela son pareja desde siempre, ni siquiera recuerdo cuándo dejaron de ser sólo amigos y dieron el siguiente paso; es uno de estos amores de toda la vida, que nació con ellos y morirá igual; verlos así de felices y unidos es como una puñalada en el estómago, así que centro mi atención en Marco. Marco, el eterno rompecorazones, el que no le tiene miedo a nada y que se parece a su hermano tanto como una mesa a un cabrito; he visto a ese chico salir con más chicas de las que yo conozco, aunque en realidad todos sabemos que está perdidamente enamorado de la tímida e introvertida Erika, dos años menor que él; pasa absolutamente de todo, pero cuando se pone los esquís y vuela sobre la nieve, el mismísimo diablo le tendría envidia de lo feliz que es. Probablemente eso sea lo único que comparta con Oskar, la pasión por la nieve. Porque lo que son las relaciones...

En algún momento de mi hilo de pensamientos distantes ha ocurrido el milagro; un fuerte y a la vez suave brazo ha venido a protegerme del frío, me ha inclinado contra su pecho y traza delicados círculos con el dedo en mi clavícula. El olor de Oskar me inunda, y me permito aprovechar este regalo del cielo rodeando su cintura con mis propios brazos y dejando que la suave oscilación de su pecho al respirar me acompañe a dormir.

Porque sé que mi sueño hecho realidad no durará mucho.

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