3.01.2013

El sueño IV

Es ya el quinto día que estamos aquí encerrados, pero por fin parece que la tormenta empieza a remitir, lo que levanta los ánimos de un grupo de amigos que ya empieza a hartarse de ver la luz del sol a través de una ventana. Marco ha entrado en una especie de síndrome de abstinencia y lleva dos días sin hablar con nadie, sólo gruñendo y gritando que quiere salir; Oskar se volvió a alejar por completo de mí después de la sesión de cine y se ha estado dedicando a tallar figuritas de madera de los troncos que no podemos echar al fuego; hasta Peter y Angela parecen haberse aburrido de la compañía del otro, y aunque no se han peleado, han hecho algún tipo de pacto silencioso para unirse con los de su género. Lo que a mí me devuelve a mi mejor amiga, aunque en realidad tampoco nos hagamos mucho caso; mayormente, he estado dibujando, pero ahora que se me acaban los carboncillos, he tenido pasarme al lápiz.

La radio volvió ayer al mediodía, y hoy por fin hemos conseguido sintonizar de nuevo la televisión; las noticias dicen que la ventisca habrá desaparecido por completo en dos días y que las autoridades lo tienen todo preparado para dar asistencia a los que han quedado recluidos y aislados (o sea, a gente como nosotros), lo que nos pone de nuevo en movimiento. Peter y Angela vuelven a formar una sola entidad, Marco sale de su pataleta y empieza a hablarnos de lo pronto que saldrá a recorrer la montaña y Oskar y yo por fin nos quedamos solos.
-No podemos hacer como que la otra noche no pasó, ¿sabes? -digo sin rodeos.
-Lo sé.
-¿Entonces?
-¿Qué quieres que diga, Karo? Sabes que... no sé, que no puedo hacerlo. Es algo que... ya sabes como soy, yo... te quiero, pero...
-Vale, vale, para; me estás poniendo nerviosa, cálmate. Oskar, te quiero y tú me quieres, ¿no?
-Sí.
-¿Entonces por qué no... -tomo aire antes de poder echarme atrás-... por qué no me besas? Yo... No lo entiendo.
Sé que he vuelto a hacerlo, le he alejado de mí otra vez. ¿Es mi estúpida manía de no dejar que las cosas sigan su curso natural o es que a él le asusta afrontar la realidad? Sospecho que un poco de las dos.
-Karo, no lo sé. Simplemente... No lo sé. Podría besarte ahora mismo y acabar con esto, pero simplemente... no puedo.

Entierra la cara en las manos y yo hago lo propio. Quiero que me abrace, que me haga cosquillas en el pelo y que me susurre que todo va a estar bien, que lo siente y que encontraremos una forma de arreglarlo. Pero no lo hace, sólo entierra la cara en las manos. Igual que yo. Al cabo de un minutos minutos el aire se vuelve demasiado denso como para respirar, así que me levanto y salgo de la habitación en silencio.
-Supongo que nunca será más que un sueño, después de todo.

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