3.01.2013

El sueño VI

Naturalmente, Oskar nunca regresó.

Quise conservar la fe hasta que encontraron su cuerpo, a tan solo veinte metros del de su hermano, pero en realidad supe en el momento en el que sus labios por fin tocaron los míos que nunca volvería a verle. Esto no es una película, sino la vida real, y no había posibilidad alguna de sobrevivir a un temporal como aquel. Lo que más me duele es saber que pasó horas y horas agonizando, perdiendo la vida a tan poca distancia de Marco sin siquiera saberlo. Intento pensar en algo bueno, decir que sé que murió feliz, después de haberme besado, que sabe que le amaba con todas mis fuerzas y que todo saldría bien, pero sé que no es así. Oskar murió por salvar a su hermano, y no lo consiguió. Me gustaría pensar que de hecho sí pensó en mí antes de irse, pero no puedo estar segura.

Ha pasado ya mucho tiempo y yo he rehecho mi vida; conocí a otros chicos y tuve muchos besos, pero ninguno de ellos podrá compararse jamás con el que recibí de los labios de Oskar. A veces todavía me despierto llorando y esperando a que él aparezca en mi cuarto, poder apartarle el flequillo de la cara, ver sus ojos, que me dedique una de sus sonrisas, que me hable de cosas que no me interesan, que me abrace y me diga que todo va a estar bien. La mayoría de los días consigo olvidar el dolor hueco que dejó en mi interior, tan frío como la nieve que se lo llevó, y centrarme en mi nueva vida, pero cuando los recuerdos me atacan tengo que salir a esquiar; cojo la tabla y me pierdo en la montaña hasta que la adrenalina llena el hueco que dejó él.

Estuve esperando dos largos años a que me besara, luego pasé otros dos deseando que jamás lo hubiera hecho, pero finalmente he llegado a la conclusión de que su beso no fue ni una bendición ni una maldición, sino un regalo. Oskar sabía que iba en una misión suicida, pero confiaba en que iba a volver. No me dio su último aliento, no me concedió su último beso, no tenía nada de eso en mente.

Sencillamente, cumplió mi sueño.

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