El laberinto ha dejado de ser oscuro y frío; ahora el sol se ha hecho paso por entre las nubes y el calor corporal ha vuelto a ti. Pero sigues estando en él, perdida.
Como recurso de supervivencia, te limitas a caminar; como un tiburón, la única opción que tienes es seguir nadando, sea en las condiciones que sea, porque si te paras, todo se acabará. Y llegados a este punto no te lo puedes permitir. Tienes los pies cansados y doloridos, pero hace tiempo que dejaste de sentir dolor; ahora, lo que sientes es muy distinto. ¿Cómo podrías describirlo, exactamente, si te lo pidieran? La única respuesta que te viene a la mente es "algo fuerte"; no eres capaz de darle forma, tacto o color, pero sabes cómo te está afectando. Puedes sentir perfectamente la magnitud de este fenómeno que se cierne sobre ti en todo su esplendor, pero no puedes describirlo. A veces parece que juega contigo, dándote esperanzas y luego tirándote de rodillas. Otras, simplemente te vapulea por el suelo mientras intentas levantarte con todas tus fuerzas. Es un fenómeno un poco hijo de puta, la verdad, con perdón.
Sigues haciendo preguntas que se quedan sin respuesta, y de alguna manera el laberinto consigue devolverte las tuyas cuando menos te lo esperas. Aún así, insistes, algo ha cambiado. Tus ganas de escapar de este entramado de paredes sin salida han conseguido que puedas verlo todo un poco más claro, que la niebla se disipe y que fijes tus metas claras. Caminas a pesar de que estás cansada, porque sabes que eso es lo primero que tienes que hacer; y no se trata de camiar sin dirección alguna, no. Sabes que estás llegando a alguna parte. A dónde, ya no, pero de eso tratan los laberintos, al fin y al cabo. En cualquier caso, te mantienes en movimiento.
Y el fenómeno de magnitudes indescriptibles, como tan honorablemente se ha descrito antes, te tiene con la correa bien atada; todo te llega a ciegas, cuando menos te lo esperas, no queriendo con ello decir que siempre es malo. A veces te conduce hasta un pequeño rayo de sol y te da calor, aunque después te devuelva a la sombra de las nubes que ya clarean. Te lo da todo así como te lo quita.
Y lo hace con la intensidad de mil poemas enlazados entre sí, organizando poco a poco esa desastrosa obra maestra llamada vida.
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