Dicen que la gente más peligrosa es aquella que lo ha perdido todo, porque no tienen nada que temer. A mí ya no me queda nada. Salvo cosas que decir. Ahora es cuando me subo a un pedestal y agito los brazos para atraer a la muchedumbre, gritando: "Temed, mortales, es mi hora de hablar. Es la hora que todos habéis estado temiendo, sin saberlo, la hora en la que todas mis heridas llenas de ácido os estallan en la cara y os destruyen, a todos y cada uno de vosotros los que en su día metisteis la cuchilla para profundizar en ellas. Temedme, mortales, temedme, porque soy alguien a quien no le queda nada". Ahora mismo me odiáis, ¿verdad? Menuda pedante, ¿quién se ha creído que es? Los que me conocéis quizá pensáis otra cosa, pero para los que no tenéis esa desgracia, no siempre soy así, a veces me lamento de mí misma, y eso es peor; preguntad por ahí.
Después de meses callándome verdades, enterrando armas que siguen abriéndome heridas en los costados, evitando un pasado sólo para esperar a que me encuentre, la desesperación acude al encuentro. ¿Cuántas palabras he mantenido encerradas bajo llave hasta ahora? ¿Por qué me he empeñado en ser "políticamente correcta" y dejar que la vida siga su curso? Ese no es mi estilo; si tengo algo que decir, lo digo. Lo grito, lo dibujo en una pared o lo escribo en un papel. Yo no soy de las que se callan, de las que dejan discusiones a medio hacer, de las que ceden cuando saben que llevan razón. Y sin embargo eso es precisamente lo que he estado haciendo hasta ahora. ¿Queréis nombres? ¿Queréis alguna alusión que os saque de esa duda que os está corroyendo la cabeza, "Seré yo"? Pues lo único que voy a decir para ayudaros a dormir esta noche es que si os lo habéis preguntado, es que el remordimiento se ha instalado en vosotros. Así que pensad en todas las palabras que me habéis dirigido, camaradas, repasad todos y cada uno de vuestros movimientos para intentar recordar cuál es el que os está carcomiendo por dentro al leer este agrio testimonio de un alma desesperada.
Sin dar un solo nombre podría destrozaros a todos con la verdad, escrita, hablada o cantada si hace falta. Podría desenterrar todo el dolor de mi corazón sobre esta página en blanco, podría sentenciar la guerra de una vez por todas. Podría llevar a cabo mi cometido, que no es vengarme, sino desahogarme. Podría decir todo lo que me he estado callando este tiempo, sólo por no tener las fuerzas para seguir luchando. Podría hacerlo ahora mismo.
Pero no.
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