4.30.2012

Con el agua al cuello

El rumor de las olas contra la orilla te relaja; si cierras los ojos, parece la respiración de un dragón; si los abres, eres capaz de quedarte ahí toda la vida, mirando al horizonte infinito.
Dejas la toalla y te diriges hacia el agua; las olas sumergen tus pies, provocándote un escalofrío. Sin mirar atrás, caminas hacia dentro disfrutando de cada gota que moja tu piel. Lo que más te gusta del Mediterráneo es esa calidez del agua que a la vez refresca. Cuando casi no haces pie, te tumbas boca arriba, haciendo el muerto. Te quedas así un buen rato, pensando en todo y sin pensar en nada; sólo dejándote llevar. De vez en cuando alzas la vista para comprobar que no te has alejado demasiado, pero hasta ahí llega tu contacto con el mundo.
Las olas te balancean suavemente, y el sol cae sobre ti como un manto. Te olvidas de tus preocupaciones; en el agua no pesan, y te viene a la mente una melodía que tarareas para ti, sin perder el ritmo del oleaje. No te acuerdas del pasado, no temes al futuro; sólo disfrutas del presente, y eso te gusta. Los días en los que llorabas hasta quedarte dormida se han ido; las noches en las que te reías como una loca frente al ordenador, también. No queda nada, sólo la mecedora de agua salada que te sostiene.
Estás con el agua al cuello, pero en el mar, no te importa.


2 comentarios:

  1. El último que hizo eso se ahogó...

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    1. ¿Cómo, si? ¡Pues no me lo contó! La verdad es que hace mucho que no sé nada de él, espero que no le haya pasado nada.

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-C.