Si ahora mismo te preguntaran cómo te sientes, dirías que... No tienes ni idea. Han sido unos días muy alteradores; has llorado, has reído, has vagueado, has hecho tareas pendientes... Y aún así sientes que no sabes del todo bien qué ha pasado. Ayer era lunes, hoy es... ¿miércoles? No, ayer fue domingo, y... En fin, que sigues viva.
La bruma que te nublaba la mente se está disipando con lentitud; sigues sin tener muchas ganas de hacer nada con el resto del mundo, pero al menos empiezas a hacer cosas sola de nuevo. Eso es mucho más de lo que tenías hace unos días. La resaca de una extraña fiesta se ha ido acumulando en tu cuerpo, haciendo que te duelan los huesos, que te pinchen los músculos, que se te nuble la vista y te duela la cabeza. Por fin, esa resaca está desapareciendo, muy poco a poco, pero sabes que podrás volver a ser tú misma con un poco de ayuda.
A pesar de lo terca y borde que eres, no vas a negar que necesitas ayuda, así que vas a (quieres) apoyarte en aquellos que siempre están dispuestos a ofrecértela: tus amigos. Ellos te darán su hombro para llorar, su sonrisa para reír y su amistad para ayudarte a seguir adelante.
Te encuentras con la misma disyuntiva de siempre: no sabes qué, ni cómo, ni cuándo. Sólo estás segura (te aferras a ello como a un clavo ardiendo), de que ese... lo que sea, algún día llegará. Llegará para sacarte de donde sea que estás metida, porque ya tampoco sabes ni eso, y te hará feliz. Mientras tanto, hasta que consigas llegar a... "eso", vas a intentar volver a tu camino de toda la vida, aquel en el que caminabas a tu ritmo, preocupándote sólo por ti misma y tus ganas de tener un gato, escuchando música todo el rato y buscando algo que te haga sacar una sonrisa constantemente.
Ése es el camino que sabes que quieres seguir. Y vas a llegar hasta el final.
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