Os proporciono esta historia, que combina dos finales alternativos, de mano de mi buen amigo Ashitaka.
Las gemas contenían un gran poder. Y ahora ese poder estaba en mis manos. Debía asegurarme de que no perdieran nunca su brillo, de conservar la energía con que protegía a mi pueblo. Por eso mandé construir un cofre donde las guardé, a salvo de accidentes, ladrones e intemperie.
Las gemas contenían un gran poder. Y ahora ese poder estaba en mis manos. Debía asegurarme de que no perdieran nunca su brillo, de conservar la energía con que protegía a mi pueblo. Lo primero que se me ocurrió fue encerrarlas bajo llave. Pero las siete gemas fueron halladas en la tierra que ahora está bajo mis pies y todo mi reino. ¿Con qué derecho habría yo de guardar para mí lo que a la Tierra pertenece?
Una vez guardadas las gemas respiré hondo, aliviado. El poder estaba a salvo. Nosotros estábamos a salvo.
Las gemas fueron devueltas a lo más hondo de la montaña y la mina donde fueron halladas fue clausurada y posteriormente derrumbada. Ahora todo estaba en su sitio.
Sí, el poder estaba a salvo. Nadie podría robarlo. Nadie podría controlarlo. Ahora yo era el único responsable. Su poder me pertenecía. Era mi poder. Sólo mío.
Desde las profundidades de nuestra amada Tierra, las gemas obraron milagros. En la montaña creció un frondoso bosque, en los prados en sus faldas florecieron amapolas y margaritas y toda la estepa árida y seca en cuyo centro se alzaba la imponente montaña se tornó verde, fresca y fértil. ¡Qué agradecido les estaba por compartir su fuerza con nosotros!
Sí, el poder era mío, podía hacer lo que quisiera con él. Necesitaba verlas otra vez. Me pertenecían. El cofre se había oxidado, pero importaba. Dentro estaba la fuente de mi futuro éxito. Abrí mi codiciado tesoro, pero me encontré con que las gemas se habían... No sabría describirlo, pero de alguna manera se habían marchitado. Ya no brillaban ni emanaban energía. Ahora eran burdos guijarros. De alguna manera, las había asesinado. ¿Qué es lo que había hecho? Lo perdí todo. Mi reino ahora agoniza porque yo ahogué su salvación.
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