-Fue la mejor época de mi vida -hablaba con la mirada perdida, y ahora sin duda sabía que no estaba conmigo, sino muy, muy lejos de mí; en aquel brumoso lugar llamado Pasado-; sentía que por fin estaba en el lugar correcto, que pertenecía a algo fuerte, grande; por una vez en mi vida, podía ser yo mismo, nada me detenía, no tenía límites.
Suelta una pequeña risa ahogada antes de retomar la historia.
-Recuerdo estar sentados en el patio del colegio, siempre en la misma esquina, picando a una chica llamada Blanca; estaba como una cabra, y tengo que confesar que a veces me daba un poco de miedo, pero sabíamos controlarla, y básicamente pasábamos el tiempo metiéndonos los unos con los otros. Lo que más disfrutaba era cuando discutíamos; no eran discusiones serias, pero cuando se sacaba algún tema... polémico, nos enzarzábamos a hablar y hablar, hasta llegar a gritarnos en ocasiones, intentando dejar claro nuestros distintos puntos de vista.
>>Hubo un día, uno en concreto, en el que la otra chica, Elisa, y yo estábamos discutiendo sobre algo; ni siquiera recuerdo acerca de qué, simplemente me acuerdo que discutíamos acaloradamente, mientras las otras dos atendían a la disputa como árbitros de tenis. Me erguí sobre mis rodillas, y un rayo de sol se coló por las hojas del árbol que nos daba cobijo, bañándome la cara con su calor. Fue todo eso, la combinación de la frescura de la brisa con la calidez de los rayos de sol, las chispas que saltaban entre Elisa y yo, los aspavientos de manos, y las risas contenidas de Paloma y las no tan contenidas de Blanca... Todo. En medio de la discusión, de los gritos y el pequeño corrillo que se había formado a nuestro alrededor (nuestros compañeros nunca desaprovechaban la oportunidad de presenciar una buena disputa, sobre todo entre nosotros dos), me di cuenta de que me sentía la persona más feliz del mundo.
>>No era como en las películas, donde habría salido a cantar bajo la lluvia, o habría hecho realidad algún tipo de sueño imposible, no. Mi rutina seguía siendo exactamente la misma que siempre: me levantaba a la misma hora, iba al colegio, atendía en las clases, volvía a casa, salía a correr al atardecer, iba a mis clases de música... En resumen, que mi vida no había cambiado en lo externo. Y, sin embargo, aunque mi ceño seguía igual de fruncido cuando algún pasaje de Moszkowski no me salía o cuando me encontraba ante algún problema especialmente complejo de física, había algo dentro de mí que sonreía un poco más, que hallaba algo más de paz cada vez que apoyaba la cabeza en la almohada por las noches. Teníamos peleas continuas, sí, pero me peleaba con la gente que quería.
Sus ojos echan chispas; incluso puedo notar esa energía pasada de la que habla.
-Sin duda, la época más feliz de mi vida.
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