Bienvenido al mundo de mis sueños y pesadillas; lo que ves, es lo que hay, y si no te gusta, no mires. Puede que no sepa volar, pero sé escribir, y eso, algún día, me hará libre.
12.20.2013
Luces de Navidad
11.03.2013
Dirección contraria
El tren
10.19.2013
Vida o muerte
"Esto no es vida", dices. Pero tampoco es muerte.
Horas sentadas a la mesa, frente a la ventana, sin poder salir o hacer lo que realmente quieres. Horas perdidas, horas vacías sin motivación alguna; y a contrarreloj. Estudias para llegar a conseguir un trabajo digno, trabajas para ganar un buen sueldo, dar de comer a tus hijos... Y mueres. Es estúpido. Toda la vida trabajando, siempre pensando en el maldito futuro sin poder disfrutar del presente; porque si te descuidas... Quedas eliminado.
"Ahora tienes que estudiar, ya tendrás tiempo para ti más adelante". Mentira. Es una sucia mentira y ni siquiera tienes otra opción más que confiar en ella. Semanas sin salir, sin poder tener unas horas para ti, ni para él, ni para nadie. Tu pluma lleva tanto tiempo sin usar que se ha quedado sin tinta. No tienes tiempo ni para llorar, así que lloras en sueños.
Y lo peor de todo es que esto no es.vida pero tampoco es muerte. Es odioso, injusto. No es nada. Es perder el único tiempo que tenemos como única opción para no perdernos en él. Respirar sin vivir. Morir respirando. Un limbo de angustia y desesperación, y sentirte en la cuerda floja sobre el acantilado, y que por muchos pasos que das sigues igual de lejos de la meta. Ni siquiera puedes permitirte pensar en ello. Tu obligación es no pensar en ti para poder pensar en ti. Ni siquiera tiene sentido.
Esto no es vida ni es muerte; pero, desde luego, te gustaría estarlo.
10.12.2013
Arrepentimientos
Y quizá sólo sea por culpa del dolor y de la pérdida, pero no puedes dejar de pensar en los momentos malos; en aquel día en el que gritaste, o cuando no quisiste dar un abrazo; aquella tarde en la que fuiste brusca o te enfadaste por una tontería y no quisiste hablar. Y no puedes dejar de llorar. Y te arrepientes. Porque esa persona se ha ido con todas las cicatrices que tú infringiste, muchas veces de forma voluntaria. Hagas lo que hagas, no puedes cambiar los hechos, no puedes deshacer esas heridas, y por consiguiente esa persona, a la que a pesar de haber hecho daño has querido y querrás siempre con locura, se ha ido marcada por ti. Probablemente desde el cielo a ti te recuerde por los grandes momentos, por la ternura y por las satisfacciones, pero en la dura tierra tú sólo puedes pensar en que podrías haberlo hecho de otra manera.
Podrías haber escondido ese par de lágrimas, podrías no haber gritado, podrías no haber herido, podrías haber luchado. Y elegiste no hacerlo. Siempre podría haber sido diferente. Y ya no.
El arrepentimiento te ataca en forma de dolor, un dolor que nubla todos tus sentidos y sólo te permite derramar lágrimas. Porque hiciste daño a la persona que más te ha querido jamás. Porque no puedes borrarlo. Porque, pase lo que pase, hagas lo que hagas... Nada borrará el pasado. Y ya sea mañana o dentro de diez años... Una persona a la que quieres se irá con las heridas que tú infringiste. Y tú lo sabrás.
Y ni siquiera llorando podrás cambiarlo. Jamás.
10.06.2013
El Callejón
Si tuvieras una pistola a mano, ahora mismo no dudarías en usarla, pero no la hay; no puedes darte el lujo de morir. De parar el sufrimiento, de dejar de sentir el frío. Tienes que quedarte aquí, a oscuras, acurrucada contra la fría e inerte pared del callejón cada vez más entumecida y sin posibilidad de entrar en calor. Algunos pensarían que el entumecimiento es bueno, que dejas de sentir, pero no es así; el frío corta tus músculos, tus tejidos, todas y cada una de tus células y tu alma. Te hace sentir débil con mucha intensidad, y la constante lluvia pesa sobre tu ropa, añadiendo otra carga a tu maltratado cuerpo.
De vez en cuando vislumbras el reflejo de los faros de algún coche contra la pared del callejón, pero su luz no dura lo suficiente ni tiene la potencia necesaria como para hacerte entrar en calor. No puedes dejar de llorar; no te duele nada, expresamente, pero las lágrimas luchan por recorrer tu rostro por la simple razón de que tienes frío. Y no puedes hacer que pare. Quieres gritar, pero la voz no te responde, quieres levantarte pero no puedes, quieres dejar de llorar, pero el frío no te lo permite. En el callejón, no puedes hacer nada. Esperar, quizá. Esperar a que, a falta de una pistola, puedas salir cuando el tiempo erosione los muros del callejón, o a ti; lo que ocurra primero. Habrás cumplido tu misión de vivir una vida completa, a pesar de vacía. Una vida larga, infeliz. El regalo de una vida entera, maldita.
Una vida fría y mojada en el callejón.
8.05.2013
La espada
Cuida lo que te importa; puede que no sea tan indestructible como crees.
8.03.2013
8.01.2013
La leyenda de la bruja
7.29.2013
Sócrates enamorado
7.22.2013
Lluvia de abril
Éste es el título de la novela en la que estoy trabajando, y su significado debería explicarse únicamente en la última página de ésta, pero he creído conveniente hacer una entrada para explicar este concepto, porque hay alguien que lo necesita más que yo acabar el libro.
Una vez cuando era pequeña mi madre me dijo que la gente como yo era "como lluvia de abril"; no la entendí. Entonces, se sentó a mi lado en la cama, me limpió las lágrimas y me pasó a mi osito de peluche:
<<A nadie le importa la lluvia; la gente incluso se molesta cuando ésta aparece; y sin embargo, es muy importante. En abril, aguas mil, ¿te sabes ese dicho? Eso es lo que es la gente como tú; lluvia de abril. Puede que a nadie le guste la lluvia, pero si no llueve, todos la echamos de menos. Por eso es muy importante que la lluvia no falte en nuestro mes de abril, a pesar de que algunos la repudien cuando viene. Tú eres como esa lluvia. Crees que no le importas a nadie, pero, si no estuvieras aquí, todos te echaríamos de menos. ¿Te imaginas cómo sería un mundo sin lluvia? Pues exactamente así sería un mundo sin ti. Así que nunca pienses que estaríamos mejor si te fueras, porque hay mucha gente que cuenta contigo para su supervivencia. Las personas somos muy egoístas, y solemos tardar demasiado en decir lo que verdaderamente pensamos, pero hay gente que te necesita. Eres muy importante.
>>Como la lluvia>>.
7.21.2013
Lego House
7.17.2013
El silencio de la noche
7.13.2013
La sonrisa de Mona Lisa
Sé que lo está intentando, dejarme pasar, pero también sé que nunca terminará de hacerlo. Veo lo mucho que me necesita y tengo que contenerme para gritar de angustia cuando la veo sufrir; ni si quiera sé por qué lo hace. Quizá sea por alguien, quizá sea por mí, quizá sea por un recuerdo o quizá sea por sí misma. No lo sé. Hay días en los que dejará de hablarme y se encerrará en su cuarto a llorar, o se pondrá a pegar golpes contra la pared, o, simplemente, se quedará acurrucada en la cama reproduciendo una misma canción en bucle. Y cuando hace eso me deja fuera, mirando sin poder tocar, como si fuera un animal enjaulado.
Por otro lado, siento que el corazón se me sale del pecho cada vez que me besa. Puedo ver el dolor detrás del brillo de sus ojos cuando se pierde en los míos, pero cuando apoya la cabeza en mi pecho y deja que juegue con su pelo, sé que intenta decirme que me confía en mí. Luego hace una broma, o le da la risa tonta, y me siento como si volara; creo que ella también. A veces me coge una mano entre las suyas, pequeñitas, y la pone contra sus labios a la vez que cierra los ojos con fuerza, como si temiera que fuera a desaparecer de un momento a otro. La quiero.
Pero su sonrisa, enigmática como la de Mona Lisa, no termina de ocultar la sombra que esconden sus palabras. Y aunque no lo diga en voz alta, sé que no la conozco. Y que puede que nunca llegue a hacerlo.
7.09.2013
Luciérnagas de medianoche
6.27.2013
Lo Fatal
Palabrería
6.19.2013
Total Eclipse of the Heart
Nota de agradecimiento
Últimamente no dejo de dar las gracias; ya sea en forma de homenaje a los muertos, a héroes anónimos, etcétera. La cuestión es que, aunque siempre me he considerado una persona relativamente agradecida/educada, nunca había sentido tanta necesidad de inmolar mi alma como ahora; creo haber descubierto por qué.
En primer lugar, me gustaría comenzar dando las gracias a aquellas figuras a las aún no he dedicado una entrada: a los enfermos, por hacerme vivir mejor; a los eruditos, por haberme regalado un sistema de calderas y agua caliente por las noches; a los escritores, músicos y artistas, por haber hecho de mi mundo un lugar más bello, y sobre todo por haberme enseñado a transformar en amor la desdicha de la vida; a los que hicieron historia, y a los que no, por haberme traído hasta una vida en la que mi mayor preocupación es a quién dar las gracias. Gracias a todos.
Pero, ¿por qué les doy las gracias? ¿Es acaso para reconocerles el mérito que nadie se molesta en reconocerles, o para dejar constancia de que, aunque sólo sea a mí, me importan? Puede haber muchos motivos; y sin embargo, en realidad sólo uno es verdadero, aunque no sea el más agradable de todos. Y es que "gracias" es una palabra mucho más bonita que "lo siento". Como cobarde del siglo de la diplomacia, es más políticamente correcto alabar los méritos de los demás que reconocer tus propias faltas. Si tuvieras que hacerlo en condiciones no te estarías redimiendo a ti misma de tus pecados, sino presentándote ante el Tribunal Superior del que está al mando, sea quien sea, y suplicándole que te dejara seguir viva. De hacer las cosas en condiciones, estas serían tus palabras:
Es mi obligación pedir perdón a los enfermos, por tener el valor de sentirme miserable olvidando su condición no solicitada; a los eruditos, por haber permitido que la sociedad se perdiera en la ignorancia a pesar de habérnoslo dado todo, por no saber apreciar todo lo que tenemos; a los escritores, músicos y artistas, por haber hecho de vuestra magia un arte oscuro en el que poder regocijarme de mis desgracias, usándolo para manipular a mis seres queridos y para ocultar a mi verdadero yo; a los que hicieron historia y a los que no, por no haber sido capaz de conservar vuestro legado, por haber ignorado la experiencia y haber cometido los errores que quisisteis que evitáramos. Ruego a todos me perdonéis.
Sé que no lo parece, pero de verdad que estoy intentando ser mejor persona; a veces me acuerdo de vosotros, cuando el dolor de mis problemas superficiales no ciega por completo mis sentidos, y reúno el coraje para ponerme en pie; gracias a la fuerza de vuestro recuerdo, que de mi atormentada alma no se ha borrado, me doy cuenta de que mis batallas no son comparables a las guerras que vosotros luchasteis porque yo hoy tuviera un techo bajo el que dormir. Así que, en resumen, os doy las gracias y os pido perdón, de todo corazón.
Puede que vuestro recuerdo se pierda entre nuestras guerras con barcos de papel, pero os prometo que yo siempre os llevaré dentro, y me aseguraré de que mis hijos sepan vuestro nombre.
Atte:
-C.
6.17.2013
Héroes anónimos
Chase The Wind
No esta noche
Escribes acerca del pasado, como siempre, aquel cruel lugar que te mantiene presa la mayor parte del día; hoy, en tu pasado, estás de vuelta en las Tierras Verdes, cubierta por un cielo encapotado y envuelta en un olor a algas demasiado fuerte. Has regresado al pasado en el que te abrazaba por detrás, y tú te quitabas la sudadera para cubrirle cuando se quedaba dormido en el autobús, al pasado en el que buscabas conejos entre la maleza. Era un pasado agridulce, como todo. Agrio porque sabías que se acabaría tarde o temprano, dulce porque se sentía como si fuera para siempre.
Y ahora que los sentimientos perdidos en tu interior luchar por salir al exterior, ahora que el dolor vuelve a demandar ser sentido, no quieres darle ese placer a tu subconsciente. No hoy; no el día en el que, a pesar de no ser libre todavía, te has sentido completamente en paz con el mundo; no el día en el que has vuelto a reírte a carcajadas durante lo que han podido ser tres cuartos de hora seguidos. No; hoy, no. Te has resignado a aceptar que probablemente esta herida nunca llegue a curarse del todo, que siempre volverá a acecharte en algunas pesadillas, que por muy lejos que estés, de algún modo podrás sentirte cerca.
Ya te enfrentarás a todo eso otro día. Pero hoy, no; no esta noche.
6.15.2013
La vida de los muertos
Homenaje a los transitorios
Me dirijo a ti para informarte de que he decidido escribir una entrada feliz. Es puramente ficticia, porque ahora mismo yo no soy feliz; creo que no me acerco siquiera a la definición general de Felicidad, pero estoy viva, y por eso le debo esta entrada a todos los que no lo están, fueran felices o no. Mi obligación, mi deber y mi deuda hacia las personas que ya no son personas, es dedicarles una entrada feliz que, quizá, podría haber sido parte de su historia, de haber seguido aquí.
Atte:
-C.
Llega un punto en el que crees que no puede mejorar; conduces de camino a su casa con tu música favorita a todo volumen y el pecho se te hincha de felicidad, accionando las mariposas de tu estómago, con cada metro que aproximas a él. Pero entonces, cuando aparece por la puerta y pone sus ojos sobre ti, el mundo se para una vez más para permitirle a tu corazón pararse con él, congelando ese instante. No sabes si él siente lo mismo, aunque siempre te dedique esa preciosa sonrisa ladeada, pero aunque no haya habido alma viviente en este mundo que haya sido capaz de explicar cómo nos enamoramos todavía, sabes que cada vez que te mira a los ojos, echa la cabeza hacia atrás y se ríe como un niño, tú te vuelves a enamorar.
Sabes que te estás muriendo; al fin y al cabo, todos lo hacemos. Cada día más, es un día menos. Pero ¿qué importa? ¿Sería en vano morir mañana mismo, sin haber podido cumplir "tus sueños", sin haber "podido dejar tu marca" en este efímero mundo? Cogida de su mano, sentados en la hierba sin hablar de nada en particular, no te lo parece. Porque quizá la esencia de la vida, su verdadero significado, no consista en hacer que el mundo te recuerde, sino en hacer del mundo algo que tú quieras recordar. Y aunque sea una memoria pequeña, este instante, es uno que no cambiarías ni por la absolución de tus pecados; si tienes que ir al infierno, que sea con este recuerdo.
Te mira y te das cuenta de que te estaba hablando; te has ido por completo a tu mundo. Te disculpas, azorada, pero él sonríe y te besa en la frente. Le da igual; se ha enamorado de una soñadora con una imaginación que tiende a desbordarse en momentos poco apropiados, pero te acepta así. Tal y como eres. Y espera que tú hayas hecho lo propio; que le quieras a pesar de ser demasiado tozudo, que le perdones su falta de perspicacia, que no te importe que hable sin parar cuando tiene algo que decir. Los dos secretamente rezáis para que el otro esté dispuesto y decidido a acompañaros en los momentos de tormenta.
Pero ese no es el tipo de cosas que se dicen en una cita, sentados en el parque bajo el sol estival; predominan los cumplidos susurrados al oído, suspiros al viento, caricias y miradas furtivas. Predomina la felicidad de estar vivos y juntos, de poder tener una dimensión privada para los dos lejos de los problemas a los que os tendréis que enfrentar una vez den las diez y tengáis que volver a casa, cada uno por su lado. Si hay algo bueno del amor es que funciona como escudo de lo Fatal que temía Rubén Darío, de la vida misma. En esos instantes secretos para el resto del mundo, os sentís muy vivos pero mismamente podríais estar muertos; da igual.
Ahora sólo existe el sol, la brisa, vuestras manos entrelazadas, su risa, sus ojos, tu corazón latiendo con fuerza, recordándote que estás viva.
Ojos Claros
6.12.2013
El túnel de la montaña rusa
Angustiosos momentos en los que la luz se apaga, y no te da tiempo a mirar hacia atrás porque la violencia de la inercia ejercida por la velocidad te lo impide; cuando miras hacia adelante, sólo ves oscuridad. Una oscuridad aterradora por la que te ves arrastrado a la velocidad de la luz sin poder hacer nada por remediarlo; te mueves y no sabes hacia dónde. Después de lo que han parecido kilómetros y kilómetros de vías, traqueteo y emociones rebosantes de adrenalina, llegas a la temible oscuridad y todo parece estancarse de nuevo. El frío cala en tus huesos y se te pone la piel de gallina a la vez que te recorre un escalofrío por la espalda. Porque no ves la salida.
Y ni siquiera sabes por qué hay un túnel; ¿qué propósito tiene? Se supone que ésta es una atracción al aire libre, es contraproducente techar una parte del recorrido. Pero quizá sea así como funcione la vida, ¿no?; pensamos cosas, tomamos decisiones y llevamos a cabo acciones que realmente no nos llevan a ninguna parte. Y, el caso, es que generalmente lo sabemos; sabemos que no sirve de nada meterse en un túnel, pero aun así lo hacemos. Y luego dicen que somos la especie desarrollada.
Con todo, es un túnel. Así que por muy largo, oscuro y abrumador que sea, sabes que, tarde o temprano, acabarás saliendo de él. Algún día.
5.30.2013
Síndrome de Estocolmo
"Me echo de menos", le susurras a la almohada, mojada con lágrimas de silenciosa agonía. Cada mañana te aleja un poco más de tu Antiguo Yo, impidiéndote recuperarlo, asimismo cerrándote las puertas del presente; tu camino se ha convertido en un viaje en autobús sentada en el asiento que va de espaldas. Vas hacia delante, pero miras hacia atrás; el autobús marea, la vida, duele. Aún cuando haces un esfuerzo por darte la vuelta y mirar hacia adelante, no eres capaz de idear algo que mantenga vivo tu recuerdo cuando te hayas ido. ¿Qué quedará de ti entonces? ¿Una piedra con un nombre y dos fechas, quizá un breve epitafio? Te sientes como una mosca atrapada en una habitación; vuelas de un lado a otro, hacia delante, hacia atrás, recorriendo todas las esquinas y chocándote contra todos los obstáculos que ves a tu paso en tu incesante búsqueda de una ventana abierta, de libertad. Paralelamente, te sientes igual de mareada que una persona que observa este vuelo.
Quieres tener algo a lo que agarrarte, saber quién eres, reconocerte a ti misma. Pero no estás segura de que eso sea posible; estás secuestrada por el pasado, y a fuerza de haberte tenido ahí anclada, ahora que la vida te ha sacado de ahí a patadas, no puedes evitar seguir mirando hacia atrás; has desarrollado Síndrome de Estocolmo hacia ti misma. Eres tu propio verdugo, fuiste tu carcelera y siempre serás tu sombra. Aun sabiendo que fuiste tú misma quien se infligió y permitió que le infligieran las heridas que ahora lucen como cicatrices, y siendo consciente de que la "nueva página" del libro ha visto sonrisas más puras, sigues queriendo recuperar la inocencia de esa pobre chica que no sabía dónde se estaba metiendo.
O quizá sólo quieras poder dormir tranquila, por una vez; dejar de tener pesadillas, ser absuelta de remordimientos que ni siquiera te pertenecen. No querer pedir perdón, no hacerlo. Quieres ser capaz de mirarte al espejo, directamente a los ojos a tu secuestrador y decir "nunca más"; sólo quieres ser libre.
Sin embargo, los delitos de tu pasado ya prescribieron, y el verdugo de tus pesadillas nunca será condenado. Si estuviéramos hablando de dos personas, sería una injusticia; pero sólo hablamos de ti misma. Y por desgracia nunca podrás dejar atrás quién fuiste, si bien puedes redireccionarte hacia quién quieres ser; una parte de ti siempre echará de menos la persona que fuiste ayer, siempre un poco menos lastimada que tu nuevo reflejo cada mañana. Quizá algún día consigas encontrarte a ti misma y puedas dejar atrás a tu secuestrador. Quizá algún día te reconozcas cuando te mires al espejo, quizá llegues a saber quién eres.
De momento, padeces Síndrome de Estocolmo.
5.15.2013
Confesiones
A veces, hay que reunir el valor para decir: "No" cuando te preguntan si estás bien. O para decir: "Tengo miedo", o "Te quiero", o "Lo siento", o "Gracias". A veces hay que hacer de tripas corazón y enfrentarse a los problemas, no sólo hacer de ellos una entrada, una historia, un poema, un libro; eso está bien, pero no es suficiente. Dicen que los artistas tienen el mayor don de todos, pero yo creo que no es así; el mayor don, la cualidad que realmente nos pone a las personas en el podio, es el valor. El valor de seguir adelante, de pedir ayuda, de abrir nuestro corazón a alguien. La auténtica virtud está en dar sin pedir nada a cambio. La literatura es un arte oscuro, engañoso, un espejo de la realidad perdido entre las sombras. Y, como dijo un grande, "No hay palabras mal dichas, sino mal interpretadas". Con eso en mente, ¿quién se atreve a coger la mano de alguien que no sabes si te la está pidiendo?
Por eso, llega un momento en la vida de papel de un escritor en el que no puede seguir diciendo las cosas a medias, llamando a lágrimas, cataratas, a recuerdos, monstruos, a lo blanco, negro. Llega un momento en la vida en la que el escritor tiene que dejar la pluma y confesar; desenmascarar las metáforas de sus memorias, revelar secretos ocultos, dar las gracias y pedir perdón, suplicar por la absolución de su alma de mentiroso. Y las confesiones tienen que hacerse de manera clara; hay que llamar a las cosas por su nombre, decir textualmente las palabras que has dejado escondidas entre las líneas de la interpretación. Tarde o temprano, la vida sale al encuentro, y, tarde o temprano, llega el día en el que las impresiones toman nombres propios.
Pero hoy no será ese día.
5.14.2013
Vida al acecho
Resulta curioso, por llamarlo de alguna manera, cómo la vida hace de ti su marioneta; un día te regala una sonrisa, al siguiente, una patada en el estómago. O quizá seas tú misma, que no eres capaz de distinguir tu propio reflejo en la ventana, el verdugo de tus propios sentimientos; ¿es eso suicidio? Quién sabe. En cualquier caso, con la lluvia, llega el miedo; el del pasado, el del presente, el del futuro. Te atacan el pánico a que las cicatrices no hayan sido borradas, y estén de alguna forma cubiertas por maquillaje que la lluvia no tardará en limpiar; una sensación de inferioridad por la presión que te oprime desde fuera y a la vez trata de expandirse desde dentro; la desolación ante la posibilidad de perder lo que más quieres y todo aquello por lo que has luchado, a lo que te has agarrado para seguir a flote.
Por razones masoquistas, o simplemente por querer disfrutar de su belleza, te sientas frente a la ventana a contemplar este fantástico fenómeno natural que parece ser el reflejo de ti misma; el frío de la calle se cuela a través del cristal y te enfría, primero los pies, luego el brazo que tienes apoyado contra el vidrio y, por último, el alma. Y con el frío llegan las leyes de la física y actúan sobre ti hasta que te vas encogiendo, haciéndote pequeña, muy pequeña. Los desafíos parecen más imponentes que nunca, y los obstáculos, insalvables. Intentas ahogar los pensamientos con música, pero no hay forma de hacer callar a la Madre Naturaleza, y el eco de tus quejidos vuelve a retumbar.
Llegados a este punto, ¿qué te queda? Sombras del pasado, sumisión al presente y promesas en la cuerda floja para el futuro. Quizá sea la intensidad de la tormenta, la fuerza de un fenómeno que, al igual que el destino, no puedes detener; ella siempre tendrá la voz cantante, decidirá cuándo aparecer y cuándo dejarte al antojo de la bola ardiente, cuándo hacer que el viento te despeine, que la lluvia te envenene.
O quizá no sea la tormenta, al fin y al cabo, sino la vida, que anda al acecho.
5.08.2013
4.28.2013
Flotando
Pero quizá pueda ser que estés empezando a cambiar de opinión. Hay días en los que te gustaría desesperadamente volver a la inocencia de la infancia; otros, en los que ves tus ideas reafirmadas a través de los nuevos ojos que te ha dado la vida. Es contradictorio, supongo. Hay algo amargo en todo ello, como una sombra que te acecha, recordándote que el pasado siempre te sigue; y, sin embargo, hay tantas cosas dulces... El contacto de unas manos fuertes y curtidas, la mirada de unos ojos limpios de maldad, la sonrisa de un ángel venido del cielo para rescatarte.
Y así como antes sacabas fuerza y entereza de donde no la tenías, ahora todo es más fácil; las pesadillas parecen lejanas y los recuerdos ya no duelen. El pecho se te hincha al pensar en el pasado y... no sentir absolutamente nada. El tiempo finalmente ha curado las heridas, y tu ángel guardián ha sabido hacer desaparecer las cicatrices. Antes buscabas venganza, tener la última palabra, aquella que guardaste bajo llave en lo más profundo de tu alma para no empezar una nueva guerra; ahora, sólo quieres la absolución. Si tu pasado consigue salir adelante a base de seguir insultándote, si eso le ayuda, que así sea; pero que te perdone primero, y que sepa que tú sólo quieres ser feliz.
Te parece que has cambiado mucho y que ha pasado mucho tiempo, pero, si miras hacia atrás, todo lo malo ocurrió apenas ayer y tú eres básicamente la misma. Sólo que ahora ves el mundo con otros ojos, haces tu camino de otra forma. Antes eras una caminante, te arrastrabas por el mundo tropezando con todas las piedras del camino; ahora, bien puede ser por la llegada de la estación estival y el fruto que tus esfuerzos darán o bien porque has alcanzado algún tipo de estado espiritual complejo e inexplicable, tu camino ha dejado de ser polvoriento y agotador. Ni siquiera sabes si este nuevo método de transporte durará mucho, pero de momento te vas a dedicar a disfrutarlo.
Porque ahora, sea como sea, flotas.
4.12.2013
Sin título
4.07.2013
El Problema Soy Yo
3.26.2013
Oveja negra, ojos azules
3.06.2013
El chico de la bici
A este artista idealista,
le dedico mi revista,
porque vale más que el oro,
y sobre su bici lo puede todo.
3.04.2013
De tripas corazón
3.02.2013
Palabras vacías
3.01.2013
El sueño VI
Quise conservar la fe hasta que encontraron su cuerpo, a tan solo veinte metros del de su hermano, pero en realidad supe en el momento en el que sus labios por fin tocaron los míos que nunca volvería a verle. Esto no es una película, sino la vida real, y no había posibilidad alguna de sobrevivir a un temporal como aquel. Lo que más me duele es saber que pasó horas y horas agonizando, perdiendo la vida a tan poca distancia de Marco sin siquiera saberlo. Intento pensar en algo bueno, decir que sé que murió feliz, después de haberme besado, que sabe que le amaba con todas mis fuerzas y que todo saldría bien, pero sé que no es así. Oskar murió por salvar a su hermano, y no lo consiguió. Me gustaría pensar que de hecho sí pensó en mí antes de irse, pero no puedo estar segura.
Ha pasado ya mucho tiempo y yo he rehecho mi vida; conocí a otros chicos y tuve muchos besos, pero ninguno de ellos podrá compararse jamás con el que recibí de los labios de Oskar. A veces todavía me despierto llorando y esperando a que él aparezca en mi cuarto, poder apartarle el flequillo de la cara, ver sus ojos, que me dedique una de sus sonrisas, que me hable de cosas que no me interesan, que me abrace y me diga que todo va a estar bien. La mayoría de los días consigo olvidar el dolor hueco que dejó en mi interior, tan frío como la nieve que se lo llevó, y centrarme en mi nueva vida, pero cuando los recuerdos me atacan tengo que salir a esquiar; cojo la tabla y me pierdo en la montaña hasta que la adrenalina llena el hueco que dejó él.
Estuve esperando dos largos años a que me besara, luego pasé otros dos deseando que jamás lo hubiera hecho, pero finalmente he llegado a la conclusión de que su beso no fue ni una bendición ni una maldición, sino un regalo. Oskar sabía que iba en una misión suicida, pero confiaba en que iba a volver. No me dio su último aliento, no me concedió su último beso, no tenía nada de eso en mente.
Sencillamente, cumplió mi sueño.
El sueño V
-¡Oskar, no puedes ir!
Esa era Angela, que intenta agarrar al aludido por el brazo mientras él se zafa con agresividad.
-¡Es mi hermano y pienso ir a por él, ¿me oyes?! ¡Suéltame!
-¿Qué ocurre? -me atrevo a preguntar, con un hilo de voz.
Oskar aprovecha el segundo de confusión que provoca mi pregunta ante Angela y Peter y se sube la cremallera del traje de nieve a toda velocidad.
-¡Marco se ha ido!
-¿Cómo que se ha ido, a dónde?
-¡A esquiar! -grita Peter; nunca le había visto tan angustiado, y eso que es un chico muy tranquilo-. La noticia de que la ventisca estaba remitiendo le dio la excusa para salir disparado, ¡ni siquiera nos dimos cuenta! Y en la radio han dicho...
-Han dicho que la ventisca se ha intensificado -termino por él; yo también he oído el boletín.
Marco, perdido en la montaña, cegado por la nieve, derribado por el viento y herido por los accidentes geográficos. Marco, el hermano de Oskar, mi mejor amigo, la persona a la que él más quiere. Todas las piezas encajan mientras mi energía vuelve a mí de golpe, sólo para que el miedo se apodere de mí.
-¡Oskar, no puedes salir, morirás!
Se gira con violencia y me mira a través de una cortina de lágrimas.
-¡Es mi hermano pequeño, Karo, no puedo dejarle ahí fuera!
Debería, sé que debería retenerle con nosotros y no dejarle marchar, pero no puedo hacerlo. Hay un millón de razones que bastarían para mantener a Oskar a salvo conmigo, pero Marco es su hermano, y esa razón las desvanca todas.
-Por favor, ten cuidado -susurro.
-Te juro que volveré sano y a salvo, con Marco, volveremos los dos.
La discusión sólo sigue unos pocos minutos más, pero por fin queda claro que Oskar irá en busca de su hermano bajo cualquier circunstancia. Coge la tabla y se abrocha bien las botas; le da un abrazo a Peter y a Angela, y finalmente llega a mí. Me rodea con sus brazos y yo intento transmitirle toda la fuerza de la que dispongo para que le acompañe en su expedición, para que traiga a Marco de vuelta.
-Ten cuidado.
-Te lo prometo.
Antes de aventurarse en el blanco aterrador que nos rodea, se gira bruscamente, toma mi rostro entre sus manos y me besa. Seguidamente, desaparece.
El sueño IV
La radio volvió ayer al mediodía, y hoy por fin hemos conseguido sintonizar de nuevo la televisión; las noticias dicen que la ventisca habrá desaparecido por completo en dos días y que las autoridades lo tienen todo preparado para dar asistencia a los que han quedado recluidos y aislados (o sea, a gente como nosotros), lo que nos pone de nuevo en movimiento. Peter y Angela vuelven a formar una sola entidad, Marco sale de su pataleta y empieza a hablarnos de lo pronto que saldrá a recorrer la montaña y Oskar y yo por fin nos quedamos solos.
-No podemos hacer como que la otra noche no pasó, ¿sabes? -digo sin rodeos.
-Lo sé.
-¿Entonces?
-¿Qué quieres que diga, Karo? Sabes que... no sé, que no puedo hacerlo. Es algo que... ya sabes como soy, yo... te quiero, pero...
-Vale, vale, para; me estás poniendo nerviosa, cálmate. Oskar, te quiero y tú me quieres, ¿no?
-Sí.
-¿Entonces por qué no... -tomo aire antes de poder echarme atrás-... por qué no me besas? Yo... No lo entiendo.
Sé que he vuelto a hacerlo, le he alejado de mí otra vez. ¿Es mi estúpida manía de no dejar que las cosas sigan su curso natural o es que a él le asusta afrontar la realidad? Sospecho que un poco de las dos.
-Karo, no lo sé. Simplemente... No lo sé. Podría besarte ahora mismo y acabar con esto, pero simplemente... no puedo.
Entierra la cara en las manos y yo hago lo propio. Quiero que me abrace, que me haga cosquillas en el pelo y que me susurre que todo va a estar bien, que lo siente y que encontraremos una forma de arreglarlo. Pero no lo hace, sólo entierra la cara en las manos. Igual que yo. Al cabo de un minutos minutos el aire se vuelve demasiado denso como para respirar, así que me levanto y salgo de la habitación en silencio.
-Supongo que nunca será más que un sueño, después de todo.
El sueño III
Nos hemos sentado a ver una película a oscuras, y mientras Peter y Angela están tan cerca el uno del otro que podrían fusionarse en cualquier momento, Marco se sienta en la esquina del mismo sofá ansiando poder salir al aire libre y a ninguno de ellos podría importarles menos nuestra relación, Oskar y yo estamos a un metro el uno del otro. Me levanto un par de veces para ir al baño, y cuando regreso hago todo lo posible por hacer notar que quiero acercarme a él, pero se limita a correrse poco a poco hacia el extremo opuesto, hasta el punto de acabar alejándome para que no se caiga del sofá. Es desesperante. Acabo por resignarme y dejar pasar el asunto, más que otra cosa porque el dolor de cabeza está quemando todas mis fuerzas a demasiada velocidad; hace rato que dejé de prestar atención a la película, así que ahora me limito a fijarme en mis amigos mientras me voy hundiendo en el sofá dejando que la fiebre me consuma. Peter y Angela son pareja desde siempre, ni siquiera recuerdo cuándo dejaron de ser sólo amigos y dieron el siguiente paso; es uno de estos amores de toda la vida, que nació con ellos y morirá igual; verlos así de felices y unidos es como una puñalada en el estómago, así que centro mi atención en Marco. Marco, el eterno rompecorazones, el que no le tiene miedo a nada y que se parece a su hermano tanto como una mesa a un cabrito; he visto a ese chico salir con más chicas de las que yo conozco, aunque en realidad todos sabemos que está perdidamente enamorado de la tímida e introvertida Erika, dos años menor que él; pasa absolutamente de todo, pero cuando se pone los esquís y vuela sobre la nieve, el mismísimo diablo le tendría envidia de lo feliz que es. Probablemente eso sea lo único que comparta con Oskar, la pasión por la nieve. Porque lo que son las relaciones...
En algún momento de mi hilo de pensamientos distantes ha ocurrido el milagro; un fuerte y a la vez suave brazo ha venido a protegerme del frío, me ha inclinado contra su pecho y traza delicados círculos con el dedo en mi clavícula. El olor de Oskar me inunda, y me permito aprovechar este regalo del cielo rodeando su cintura con mis propios brazos y dejando que la suave oscilación de su pecho al respirar me acompañe a dormir.
Porque sé que mi sueño hecho realidad no durará mucho.
El sueño II
Tengo el peor aspecto que probablemente haya tenido la desgracia de lucir jamás y la cabeza me da vueltas; el detalle no se le escapa a ninguno, pero todos hacen como que no se dan cuenta y reprimen todos los signos que dejen ver que sienten lástima por mí - probablemente oyeron mis gritos anoche. Peter y Angela, que sostienen una taza de algo humeante con una mano mientras se cogen de la otra, me dan los buenos días con su sonrisa más cálida; Marco tiene cara de malas pulgas y dirige miradas furibundas al blanco paisaje exterior, probablemente maldiciendo por no poder salir con su hermano a esquiar, pero también ablanda el gesto al hacer mi entrada. Oskar aparece de debajo de la pila con las manos llenas de grasa; el grifo ha debido de congelarse. Me mira durante una fracción de segundo, sus intensos y claros ojos azules absorbiendo cada partícula de mi cuerpo, para bajar la mirada después; murmura un saludo y concentra toda su energía en evitarme el resto del desayuno. Yo me sirvo una taza de chocolate caliente y hago lo propio.
Después de una incursión al baño he comprobado que mi aspecto es bastante peor de lo que pensaba, y mi dolor de cabeza ha creado un ceño fruncido permanente; decido que lo mejor será tomarme un analgésico y desaparecer debajo de las mantas hasta que la tormenta remita y cada uno vuelva a su cabaña. De tal manera, voy a la cocina, sólo para recordar demasiado tarde que Oskar sigue trabajando en ese grifo.
-Hey -saludo/carraspeo.
Da un pequeño salto, sobresaltado, y saca la cabeza de la pila.
-Hola -musita-. ¿Qué tal estás? -añade por fin, después de una pausa.
El dolor y la culpa me apuñalan por dentro por lo que pasó anoche, y sé que él también se siente así, sin merecerlo, así que intento levantar un poco los ánimos.
-Bueno, he estado mejor, pero si lo comparamos con la vez que perdí el control de la tabla y me estampé contra aquel pino, entonces se podría decir que estoy genial.
Mi broma surte efecto y una preciosa media sonrisa cruza su rostro, iluminando sus ojos, y dejando escapar una risa. Tiene el pelo hecho un desastre, manchado y apuntando a todas las direcciones, la cara manchada de grasa y sudor y los labios cortados por el frío, pero cada vez que me sonríe me vuelvo a enamorar de él como si fuera la primera vez. Me pregunto si él sentirá lo mismo, si pensará que estoy guapa con el pelo enmarañado, ojeras profundas, el rostro demasiado pálido y un ligero color enfermizo. Probablemente no.
En cualquier caso, hacemos un corto intercambio de frases banales, cojo mi pastilla, la ingiero y me despido sin más demora. Puede que sea culpa de la fiebre, o que, como muchas otras veces, esté soñando despierta, pero antes de salir de la cocina, Oskar dice:
-Karo, estás preciosa.