Pienso en ella inmediatamente después de que el teléfono no dé señal. ¿Estará ella bien? ¡Tendría que haberse venido conmigo! Entonces nada de esto estaría pasando. <<No me dejes, por favor...>>, susurro al viento, mientras Idi ladra al viento que está arrancando las mejores hojas de su árbol favorito. Debería coger un avión ahora mismo e ir a buscarla, sacarla de allí a la fuerza si es necesario; debería haber dejado que me llevase a aquella parte de la ciudad donde decía que las luces brillaban con magia. Debería haber entrado allí, después de oír la amenaza de tormenta, el murmullo de las sirenas acercándose; debería haber ido con ella cuando me lo pidió, porque ahora no siento los pies sobre el suelo.
Se me estaba acabando el tiempo y decidí malgastarlo cantando canciones que la hacían llorar; así que el tiempo me arrastró como un arma colocada sobre mi nuca, y mi estúpida y ciega mente me convenció de que cada nueva carretera era un rayo de luz mejor; cuando llegué aquí, a pesar del cansancio y del resentimiento conmigo mismo, no pude sino decir <<Qué noche tan hermosa>>.
Tengo que saber si está bien, o me volveré loco. Si sólo la gravedad me dejase libre, y pudiera volar hasta ella, puede que tuviese ocasión de cambiar las cosas, de arreglar mis errores. De desechar mis planes para uno.
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