-Eh, Taylor, ¿estás lista? -Ruth, mi compañera de banda se me acerca con su saxofón al hombro. Me encanta su estilo, es una de las mejores personas que he conocido nunca. Asiento con la cabeza y me coloco el bombo en su sitio. Quedan quince minutos para el partido, y hay que empezar a tocar ya. No recuerdo la última vez que me puse nerviosa para tocar en un partido, sobre todo desde que hago las percusiones. En fin, sólo serán dos horas.
El director ha insistido en que nos vistamos para la ocasión, proporcionándonos unos trajes azulones con flecos dorados con los que parecemos soldados de plomo. Intentamos quejarnos, pero por supuesto nadie escuchó a la banda de freaks. Así que aquí estamos, desfilando uno detrás de otro por el gimnasio, tratando de ignorar las risas de las animadoras y sus secuaces. Él me mira, esperanzador de que le devuelva la sonrisa, pero yo aparto la mirada. No voy a aguantar más burlas. Comienza el partido.
El juego se desenvuelve rápido, ágil, sin parones. Nuestro equipo se pone por delante nada más empezar, y la emoción se puede palpar en el ambiente. Todos confían en él. Yo incluida. Las animadoras mueven sus pompones mientras nosotros nos dedicamos a darles un poco de ritmo (más bien sólo yo, que soy la que lleva el mayor peso de la percusión). Se acaba el primer cuarto y el director nos da la intro para que comencemos a tocar, a la par que las animadoras se ponen a menear las caderas y a hacer acrobacias.
-¡Eh, Will! -grita alguien entre las gradas, haciendo que él vuelva la cabeza-. ¡Tú puedes muchacho, llévanos a la victoria!
Puedo notar cómo, a pesar de su sonrisa confiada y aparente tranquilidad, está nervioso. Se rasca el cuello una y otra vez, cosa que hace cuando algo le preocupa. La piel comienza a tomar un colo rojizo. Las animadoras por fin terminan su número y los jugadores se preparan para volver al campo. Entonces ocurre lo inesperado. Will ahoga un grito de indignación mientras ve a su novia coquetear con otro jugador del equipo. Desde donde estoy no oigo nada, pero puedo ver cómo pide explicaciones y cómo su novia (supongo que ahora ex) se hace la tonta; casi me la puedo imaginar diciendo <<Sólo somos amigos, estábamos hablando>>.
Comienza el segundo cuarto, y el desastre. El equipo contrario empieza a robar balones, a encestar canastas y a coger rebotes que nuestro equipo (sobre todo él) falla. Nuestro lado de las gradas empieza a abuchear, y el equipo se pone nervioso. Han ganado mucha ventaja sobre nosotros, y los ánimos empiezan a ser tensos. Entonces, justo cuando quedan varios segundos para el final del tiempo, Will recibe un fuerte empujón del jugador más grande del otro equipo. Pitan la falta, y él falla. Ambos tiros. Entonces se acaba el tiempo, y Will sale corriendo hacia los vestuarios.
Nos urgen a tocar algo animado para calmar el ambiente, pero nada parece ser capaz de devolverle el espíritu a los jugadores. Están empezando a cocerse peleas entre ellos; pullas, empujones, malas caras. Diez minutos después de que hayamos dejado de tocar, sólo se oye una cosa en el gimnasio.
¿Dónde está Will?
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