Tres tristes tigres comen trigo en un trigal, tres tristes tigres comen trigo en un trigal, tres tristes tigres...
Te obligas a repetir eso una y otra vez para que no se te escapen esas otras palabras que quieres decir. Son tan pequeñas, tan fáciles y a la vez tan difíciles de pronunciar... Te mueves entre el miedo y la esperanza, pero por experiencia amarga, te posicionas en el lado del miedo. Aprendiste tarde a no precipitarte, y ahora no vas a volver a tropezar con esa piedra. Pero, tienes tantas ganas de decir esas palabras...
Te cuesta callártelas cuando está delante, te cuesta no escribirlas cuando está en Internet, te cuesta no pensarlas cuando sabes que puede ser peligroso. Pero no puedes evitarlo; por una vez, sabes (o crees saber, al menos) que estás segura. Lo sientes de verdad, no son palabras que se pueda llevar el viento. Estas palabras son diminutas, pero tienen más fuerza que todos los desastres de la naturaleza; tus palabras, escritas o susurradas al oído podrían parar trenes, huracanes, terremotos y lágrimas. Podrían cambiarlo todo. Tanto para bien como para mal.
¿Por qué costará tanto decir y a la vez no decir esas palabras? Sabes que él quiere oírlas, sabes que tú quieres decirlas, sabes que se sabe. ¿Por qué no las dices ya? ¡Venga, sé valiente! Coges aire, y vocalizas la primera letra. <<T...>>.
Entonces vuelves a repetir tu trabalenguas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dedicar tu tiempo en dejarme un mensaje, querido transeúnte.
Atte:
-C.