5.08.2012

Árbol de los deseos

Coges un pedacito de cinta, el rotulador, y te pones a pensar. ¿Qué deseo vas a pedir?

Puedes intentar algo inútil y pedir que el odio se extinga, pero como con ello se tendría que extinguir la raza humana, piensas de nuevo.

¿Y si pidieses al menos un alto a las guerras? ¿Y perder los millones de dólares que las armas proporcionan? Ah, no, eso no puede ser, qué egoísta de tu parte.

¿Qué tal si desearas que se acabara el hambre en el mundo? Un momento, entonces tendría que acabar la corrupción y la avaricia; te encuentras con la extinción humana de nuevo. A otra cosa.

¿Y si...? ¿Puede que...? ¿Tal vez...? No, no, no, no, no. No puedes pedir nada de eso. Miras detrás tuyo y ves que se está formando cola, gente deseosa de pedir deseos. Pruebas a rebajar el listón. Piensas en ti.

¿Qué puedes pedir para ti? ¿Qué quieres pedir? Sabes que es más imposible que todo lo anterior junto. ¿Te arriesgas? Al menos, si malgastas tu deseo habrá sido egoísta, como todo lo que haces, como buen ser humano. Vale, pues pruebas. Destapas el rotulador y escribes. Una sola palabra. Atas la cinta a una rama baja del árbol y te vas.

Si la cinta se suelta y sale volando tu deseo se cumplirá. No miras atrás, pero sientes una fuerte ráfaga de viento y te giras. Cientos de cintas han salido volando, y te preguntas si la tuya estará entre ellas. Ya se verá.

Mientras tanto, en una rama baja, una niña pequeña señala una cinta, preguntándole a su padre qué pone.

<<Felicidad>>.


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