5.01.2012

Dudas

Empezaste esto como un juego, una diversión. Querías saber si Él sería lo suficientemente valiente como para manifestarse, o simplemente querría decirte algo. Llegó un comentario y pensaste que era tu amigo, gastándote una broma, pero según se desarrollaban los comentarios, no dejabas de pensar que cada vez sonaba más a Él.

¿Me estoy volviendo loca?, te preguntas, analizando cada palabra, convenciéndote cada vez más de la identidad de tu comentarista. Decides arriesgarte y señalas con el dedo, le das un nombre. Él te corrige, y te dice que, aunque conoce a quien has señalado, no es Él. Así que empiezas a dudar.

¿Podría ser...? ¿O puede que...? ¿Quizá...?

Pero no tienes manera de averiguarlo, porque por supuesto él no va a revelar su identidad. No dejas de darle vueltas, y a la vez de arrepentirte por haber publicado esa entrada estúpida; sabías que era una provocación, una llamada a lo indeseable. Y apareció en tu puerta.

Sigues dudando de su identidad, a lo mejor porque estás loca, a lo mejor porque no se te ocurre nada más, a lo mejor porque simplemente quieres tener razón (no sería la primera vez). Y a cada duda nueva que surge, tu cerebro se pone a trabajar, incansable, encajando cada engranaje pero sin poder darte una solución. Los minutos pasan y empiezas a ver borroso, a sentir la tensión en el cuello, los nervios en el estómago.

Agotada, y sin estar siquiera cerca de la respuesta, te quedas dormida encima del teclado, pensando en tus dudas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por dedicar tu tiempo en dejarme un mensaje, querido transeúnte.
Atte:
-C.