5.06.2012

Desconexión

Terminas de hacer tus tareas y tras dar una vuelta pensando en lo que hacer, acabas encendiendo el ordenador. Te pones en el cuarto de estudio para disfrutar de la luz que aún entra por la ventana; es pronto. Abres el archivo de Word que te espera, como todas las tardes, en el escritorio, y tras releer los dos últimos párrafos para recordar por dónde ibas, empiezas a escribir.

Frotándote los ojos de vez en cuando, no dejas de teclear ni un segundo. Las ideas vienen a ti como si ya estuviera escrito, y sólo estuvieses copiando un dictado. A lo mejor es así, y tu subconsciente ya lo tenía todo pensado; en cualquier caso, no dejas de escribir. En un momento en el que te atascas momentáneamente, te preguntas cómo puedes producir cosas así. No te crees especialmente buena, y cuando relees ciertas cosas las borras sin cesar para cambiarlas. Con todo, te gusta la sensación de ser capaz de transformar ideas en historias que, sin ser muchos, le gustan a alguien.

Cuando te das cuenta, la luz te ha abandonado, y tecleas casi a ciegas. Tienes la boca seca y hambre, pues llevas varias horas sentada. Tu madre entra en la habitación y te pregunta si quieres salir. Guardas tu progreso y te vistes.

Mientras bajáis en el ascensor, te repites lo mucho que te gusta establecer esa conexión con la escritura, y esa desconexión con el resto del mundo.


2 comentarios:

  1. Eres una escritora nata. Eso no lo puede negar nadie. Además de pianista y cantante. Además de una amiga increíble que es capaz de entender y comprender los sentimientos de los demás. ¿Cuánta gente como tú ve uno cada día?

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    1. ¡Gracias Ashitaka! Tú eres el mejor músico que he conocido, y he conocido bastantes, créeme. El amigo increíble eres tú, y espero no perderte nunca. ¿Cantante? En serio, ¿tú dónde estabas cuando canté? ¿En Marte? En respuesta a tu pregunta, se ven pocos, pero por eso la gente como nosotros vale mucho más.

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-C.