6.04.2012

Haber sabido cómo (II)

Tras dos horas de interrogatorio, lágrimas, gritos, tensión y culpabilidad, me dejan marchar. Mamá está esperándome en el parking, con un café y una magdalena de chocolate. Rechazo ambos y la indico que volveré andando. Intenta hacerme entrar en razón, subirme al coche y volver con ella, pero niego con la cabeza y comienzo a andar. Me obliga a llevarme la comida, así que la cojo y se la doy al primer vagabundo que veo cuando desaparezco de su vista.

Debería haberlo sabido; aquella mañana, poco antes del "accidente", me lo dijo y no la escuché; yo sólo intentaba enamorarla, y nunca hice caso a los mensajes ocultos. Vino a mí con los ojos rojos, rastros de lágrimas en las mejillas; no quiero ni imaginarme por lo que estaría pasando para parecer tan perdida y decirme que yo no tenía ni idea.

<<No me conoces, y ni siquiera te importa; no sabes lo que siento>>. Esas palabras me hicieron mucho daño, pero por supuesto seguí sin darme cuenta. ¿Cómo pude haber tenido una venda sobre los ojos? Ella no lloraba sola, porque cada lágrima que derramaba la acompañaban aquellas del resto del mundo; menos las mías, supongo. A lo mejor era eso lo que quería decirme. Que me necesitaba. Fuera como fuese, lo tenía muy claro.

Quería largarse de allí, empezar una nueva vida, huir a algún lugar donde no la conociera nadie, donde su nombre no fuera más que otro de la lista; dijo que tal vez se iría a Boston; estaba cansada del tiempo, quería ver amaneceres, y no puestas de sol, dijo que se echaría un amante, y que luego lo mandaría de vuelta a España. Había oído que se estaba bien en verano, y dijo que quizá la gustaría ver un poco de nieve. Se marcharía. Y en efecto, lo hizo.

Porque yo no la escuché, fui un estúpido y me limité a oír las palabras en vez de los silencios, ignoré por completo los mensajes subliminales, y ella se cansó de esperarme. Me pidió que la salvara, pero yo no supe cómo. Puede que, en el fondo fuera verdad y, no la conociera.


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