6.15.2012

Planes para uno (VIII)

Caminamos por la calle principal de Neustift, agarrados de la mano. Tengo tantas historias que contar... Sólo necesito alguien a quien contárselas. La miro a los ojos. A lo mejor puede ser a ella. Como yo, cada vez que se levanta y mira por la ventana se queda sin aliento. Y a mi los Alpes me parecen un poco más bellos ahora.

Hace tres años que salimos del país en una pequeña avioneta. Conseguí sobornar al piloto y nos dejó colarnos en la parte de atrás, junto con algo de mercancía que iba hacia Viena. De allí, cogimos un tren hasta aquí. A casa. Parece mentira. El mundo que amábamos se ha ido. Y sin embargo, cuando me quedo dormido en la hierba con su cabeza sobre mi pecho y rodeado de mis amigos (la han acogido increíblemente bien), siento que estoy donde pertenezco. Es el único sitio seguro que conozco, así que voy a llamarlo "hogar".

A veces noto que ella echa de menos la ciudad, la carretera abierta a un millón de posibilidades. Pero no es nada serio, porque aún así nos divertimos. O al menos, yo antes lo hacía. Cuando se cierra una puerta se abre una ventana, y supongo que ella lo fue. Así es la vida; no todos sobreviven a la guerra. Y aún así, con su rostro en la parte más segura de mi cerebro, sigo sintiendo los rayos de sol. El mundo que amábamos, destruido por siempre jamás. Aunque supongo que aún así somos tan felices como los demás creen.

Por algún motivo estoy enamorado de lo corriente y ordinario. Sólo necesito un pequeño espacio para apoyar la cabeza, y todo se aclara un poco. Me siento un poco avergonzado de confesar esto, pero a veces necesito ayuda, un pequeño empujón para seguir adelante. Ella lo comprende, y lo intenta como puede. Yo a cambio hago lo mismo. Los dos perdimos a nuestra alma gemela aquella última noche. A veces parece que todo fue un sueño, pero en el fondo sé que es verdad. La guerra se lo llevó todo. Incluso a ella.

Rescato su recuerdo de la parte de atrás de mi memoria y me gustaría que pudiera ver cómo los canales se congelan en esta época del año. Me gustaría que me viese de nuevo con los pies en la tierra, preparado para cualquier cosa... Simplemente me gustaría que me viera, que estuviera aquí, conmigo. Parece que no tengo remedio; al fin y al cabo, la volví a fallar. Con todo, no pienso volver a rendirme, por nada del mundo. Quería sacar a alguien de la guerra y lo conseguí; no precisamente a quien quería en un primer momento, pero ayudé a alguien a huir. Sé que ella nunca me querrá como le quiso a él. y que yo nunca la querré como la quise a ella.

Pero después de todo, ¿no sigo sintiendo la luz del sol? Soy exactamente igual de feliz que lo que piensan los demás. El mundo que amábamos se ha ido. Pero al menos yo no volveré a tener planes para uno.

                                                                                                  -Para Jack, la cuarta hoja de mi trébol.

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