6.06.2012

Haber sabido cómo (IV)

Hace un rato que he llegado a casa, pero en vez de subir me he ido al patio trasero, donde hay un pequeño jardín que nadie usa. Nos gustaba venir aquí hasta unos meses antes de que empezase a... cambiar. Ojalá fuera otoño, era nuestra estación favorita; este calor me va a matar. Me siento a la sombra de el único árbol que hay y meto una mano en el bolsillo; tengo varias monedas sueltas, y las desperdigo por el césped, jugueteando un poco para distraerme.

Me pregunté dónde estaría mientras caminaba del instituto a casa; hoy no había ido a clase, y habíamos tenido un importante examen. Mi móvil se había quedado sin batería hacía dos horas, así que tanteé todos mis bolsillos en busca de suelto y me acerqué a una cabina telefónica. No cogió el teléfono, y tras cuatro llamadas sin éxito, empezó a llover. Me dolía la cabeza y decidí llamar a casa, para que viniesen a buscarme en coche. Rebusqué para encontrar alguna moneda más, pero las había agotado todas en ella. 

Notando cómo la temperatura de mi cuerpo iba ascendiendo, me pregunté a dónde se había ido todo, nuestros buenos tiempos, en los que nos podíamos reír de los problemas sin reparo alguno, en los que nuestras preocupaciones se limitaban a llegar a fin de mes con el suficiente dinero para poder ir al cine. Era difícil recordar quiénes habíamos sido, sobre todo teniendo en cuenta que se había alejado de mí; por alguna razón que no comprendía, obviamente. Ya era tarde para conseguirlo, aunque, ¿también para intentarlo? Habíamos malgastado días y noches, horas y horas por estupideces, y ahora no tenía nada. Estaba paralizado. 

Un grupo de chicas pasaron a mi lado (me había sentado en un soportal) cantando una canción romántica. <<Todos esos cuentos de hadas están llenos de porquería; si oigo una sola canción de amor más, me pondré enfermo>>, pensé para mí. Ella me había dado la espalda, yo se la había dado a ella, la había entregado mi corazón y ella no lo quiso. La fiebre me habría subido ya a cuarenta grados, o así, me mareé y me debí desmayar, porque cuando abrí los ojos estaba en casa, con un paño de agua fría en la frente.

¿Es posible que tenga frío? Debemos estar a treinta y cinco grados a la sombra, y estoy sudando pero... tengo frío. Me llevo la mano a la frente y estoy ardiendo, así que subo a casa y dejo que mi madre me arrope en mimos, un poco antes de desmayarme.


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