6.09.2012

Planes para uno

No importa cuánto tiempo lleve aquí; cada mañana, cuando me levanto, los Alpes me dejan sin respiración. Idi se acerca trotando hacia mí, moviendo el rabo, feliz. Le acaricio un poco las orejas y me meto en la ducha. En Neder puede que no siempre haya cobertura telefónica o señal de televisión, pero el agua caliente siempre está esperándote en la ducha. Dejo que el vapor se lleve mi sueño y salgo a dar un paseo matutino antes de ir a trabajar.

Veo a una pareja caminar hacia mí dubitativos; son extranjeros, aquí todos nos conocemos. <<Entschuldigung>>, dice la mujer con un marcado acento español. <<Wo ist der... der...>> Hace esfuerzos por leer el mapa arrugado que tiene entre las manos, pero niego con la mano y les indico que hablo su idioma. Suspiran, obviamente aliviados por no tener que seguir hablando alemán. Les indico todo lo que quieren saber y me dan las gracias; yo continúo con mi paseo. Me pregunto qué les habrá hecho venir hasta un pueblo de Austria tan apartado del resto del mundo. Claro que ella me preguntó lo mismo.

Vuelvo a casa, a la misma habitación vacía; no entiendo cómo me puede dar vueltas la cabeza un domingo por la tarde. Hubo un tiempo en el que lo tuve todo; estuve en la cima del mundo, y aunque todavía me acuerdo, apenas puedo seguir en pie. Sé que esto era lo que yo quería hacer, siempre formó parte de mis planes. Pero yo no tenía planeado que llegase ella. Me cambió la vida y me lo dio todo, y yo no fui capaz de quedarme a su lado. Sabía que no podía pedirla que se viniese conmigo, pero debí haber hecho algo. Ojalá pudiera encontrar una manera de hacerla cambiar de opinión, de dar marcha atrás en el tiempo. Porque a pesar de estar siguiendo mis planes, mi vida no es igual desde que ella no está conmigo.

Nunca debí haberla dejado ir, jamás de los jamases, porque ahora me estoy derrumbando a pedazos. Me gustaría poder decirla que no quiero seguir fingiendo, que la echo de menos, que la necesito, que no puedo vivir con ella a tantos kilómetros de mí. Nunca debí haberla dejado ir. Me pregunto en qué estará pensando en estos mismos momentos, qué estarán viendo sus ojos grises azulados, me pregunto en quién pensará cuando no puede dormir por las noches. Me gustaría poder decirla que todos los momentos que desperdicié, todas las estupideces que cometí, todo lo que dije, lo retiro.

Hay días mejores y peores, pero llegar al alba todas y cada una de las noches sin ella a mi lado es lo más difícil que he hecho nunca; ella no sabe lo que significa echar de menos a semejante persona, y no ser capaz de reunir los pedazos de mi propia vida en uno solo, porque me cambió la vida y la dejé marchar. Nunca debí haberla dejado ir.

Porque ahora, el sitio más precioso de la Tierra, me parece el más triste. Todo por culpa de mis planes, mis planes para uno.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por dedicar tu tiempo en dejarme un mensaje, querido transeúnte.
Atte:
-C.