6.09.2012

Haber sabido cómo (VI)

Ha vuelto conmigo; está aquí, tumbada a mi lado, pasándome un brazo por el costado. Estoy llorando y la suplico que no me deje solo de nuevo; <<Nunca te dejaré marchar>>, dice. <<Lo malo ya ha pasado>>. Pero no es verdad, porque Luca me despierta de un ladrido, y vuelvo a estar solo. Me enjugo las lágrimas y salgo a la calle, camino del psicólogo. No me molesto en desayunar.

<<Lárgate de mi cabeza>>, le grito a su fantasma, que me acecha, haciéndome sangrar. Si no va a volver, mejor que se vaya. Pero no quiere. Puedo oírla hablarme, susurrarme al oído palabras que sólo yo oigo. Me dice que no me preocupe, que cierre los ojos, que el sol ya se está poniendo y que voy a estar bien; dice que, ya nada puede hacerme daño, que estoy sano y a salvo. Me dice que no me atreva a mirar por la ventana, porque la guerra no ha parado y todo sigue en llamas; me agarraré a nuestra nana como si fuera un bálsamo calmante, hasta cuando deje de oír la música.

Ya no sé qué quiero hacer; si su fantasma me persigue significa que fue real, pero si no se va, puede que sea yo mismo el que nunca vuelva a pisar la tierra de los vivos. La echo de menos, y me odio a mí mismo por haberla matado. El psicólogo me dice que yo no tuve la culpa de que se suicidara, pero yo sé que sí que la tengo. Ella odiaba el mundo en el que vivía, el mundo en el que yo estoy obligado a quedarme, y pidió ayuda a gritos. Yo la ignoré, y ella se rindió. Debí haber estado con ella, debí haber sabido cómo salvarla. Sin ella no tengo motivos para vivir y, sin embargo, sé que no tengo el valor para suicidarme. Así que me quedaré aquí, arrastrando los pies hasta que la parca me lleve de nuevo con ella, cuando sea que me llegue la hora.

<<Cierra los ojos, el sol ya se va; vas a estar bien. En cuanto salga el sol, estarás sano y a salvo>>. Su espíritu susurra eso a mi mente, y yo me dejo llevar por la música que emite su recuerdo. Miro al cielo, urgiendo al sol que se ponga y deje paso a la noche, porque sé que tiene razón. Estiro el cuello lo más que puedo, sin dejar de caminar. Lo último que oigo es el chirrido de un coche negro abalanzándose sobre mí, al mismo tiempo que el sol desaparece.

Abro los ojos y sé que estoy sano y a salvo, porque ella ha venido a buscarme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por dedicar tu tiempo en dejarme un mensaje, querido transeúnte.
Atte:
-C.