6.11.2012

Regreso

Como otras anteriores, esta entrada es cortesía de Rumiko Yagami, desde su blog Nothing Lasts Forever.


Sientes cómo tu corazón se acelera y no puedes hacer nada por evitarlo.
Esperas pacientemente cada vez más nerviosa, y cuando llega y te estrecha entre sus brazos, te inunda la calma, entierras la cabeza en su pecho y le sujetas todo lo fuerte que puedes.
No puede escaparse de tu lado de nuevo. No puede.
Os tiráis aferrados el uno al otro hasta que tenéis los brazos agarrotados, pero da igual, no importa, no sientes dolor mientras él esté a tu lado y no decís nada, os quedáis saboreando el momento, porque no hacen falta las palabras, ya con los ojos os lo decís todo.
Podrías quedarte así eternamente, pero llega el momento de soltarse, y, aunque habéis estado un buen rato, para ti parece que sólo han pasado unos pocos segundos y le sueltas de mala gana.
Le ayudas con las maletas y os encamináis al coche, ya habrá momentos para hablar más tarde, no hay prisa, estáis juntos de nuevo y ya no hay nada que os separe.

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