6.10.2012

Planes para uno (II)

Idi se me acerca y coloca el hocico bajo mi mano, para que le haga caso. Le dejo que se suba a la cama y apoya la cabeza en mi regazo. Debería estar corrigiendo exámenes, pero hace dos días que no puedo concentrarme, desde que vi a aquella pareja de españoles. Ahora todo me recuerda a casa.

<<¡Pues lárgate!>>, me gritó entre lágrimas. <<¿Quién te necesita?>>. Estaba furioso; había pasado toda mi vida planificando el futuro, calculando todos y cada uno de los detalles, y cuando apareció ella me lo desbarató todo. Los días dejaron de ser planificados, y yo era feliz así, pero había llegado el momento de decidir si tiraba el mayor plan de mi vida por la borda. Qué egoísta fui; el mayor plan de mi vida tendría que haber sido ella, no unas vistas montañescas. Pero yo no lo entendía, y estaba furioso.

Así que me subí al escenario aquella noche y me dejé la voz; no pensaba renunciar a mis sueños, porque era mi propia vida y la viviría como quisiera; era ahora o nunca, porque no íbamos a vivir para siempre, y lo haría a mi manera. Mientras estuviese vivo, iba a vivir. Era mi vida. Se lo dediqué a los que habían sabido mantenerse en su camino y no se habían dejado arrastrar, fui capaz de cantar todas esas cosas mientras veía cómo a ella le resbalaban las lágrimas por la cara, mirándome a los ojos y negando con la cabeza.

Antepuse mi orgullo a mis sentimientos, y me mantuve bien alto mientras el mundo gritaba mi nombre para hacerme caer; no permití que me doblasen, ni que me rompiesen, no di un solo paso atrás. Eran mi vida y mis decisiones. Erróneas todas, claro. Eso lo sé ahora. Fui estúpido. Me pasé dos semanas pidiéndola perdón, pero ella se había aprendido bien la frase. <<Es tu vida>>.

Sí, es mi vida y aquí estoy, con un perro en mi regazo y su recuerdo en la memoria. Lo he hecho a mi manera, y me he quedado con lo que siempre quise: planes para uno.


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