6.21.2012

Trotamundos (VI)

Alex se acerca a la cama mientras se quita la camiseta; yo llevo acostado media hora, pero no me dormiré hasta que no esté conmigo. El calor de sus brazos alrededor de mi cintura me arropa en estas noches de verano nórdico. Cómo eché de menos que me acariciara el pelo por las noches cuando pensaba que estaba dormido, o que se sentara a tocar la guitarra en la cama, o que me sonriera curvando únicamente una comisura de la boca.

Y aún así, cuando llega la mañana y la magia de la noche se desvanece, sus ojos zafiros no me parecen igual de brillantes. Me sigue pareciendo perfecto, pero he recuperado esa sensación de que perfección no es lo que necesito; sé que le quiero, sé que le necesito, sé que le anhelo... Pero sé que no es lo que necesito. Lo peor es que a veces me da la sensación de que él piensa lo mismo.

En el pueblo ya se han enterado de que estamos juntos (de nuevo), y se lo han tomado sorprendentemente bien; no han dado una fiesta, pero tampoco han organizado un funeral por nuestras almas. Simplemente, lo han aceptado como una cosa normal. Si algún día siento la cabeza, quiero que sea en un sitio con esta misma mentalidad; abiertos, tolerantes, cariñosos. No como en casa, por ejemplo. Aún recuerdo cómo se puso papá. Creo que en tres días hará un año que no me habla. Sé que mamá se escandalizó al principio, y aunque luego intentó aceptarlo, sé que la he "decepcionado". Y luego me preguntan por qué me fui.

-¿Quieres echar unas canastas? -Alex me abraza por detrás, besándome el hombro. Un escalofrío baja por mi columna, pero no es de placer.
-Eh... no, creo que voy a quedarme dentro a tocar un poco la guitarra; quiero descansar.
Parece algo decepcionado, pero no rechista; simplemente, llama a Alisa, una chica de nuestra edad que nos cae muy bien, y se van del brazo hacia el río. No siento celos, no siento rabia, no siento...

Nada.

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