5.30.2012

Cada vez (IX)

Me despierto de golpe, en plena noche. El calor es tan sofocante que me siento mareado, aunque puede que haya sido por el sueño que me acaba de despertar. Me meto en la ducha y dejo que el agua fría resbale por todo mi cuerpo, llevándose el sudor y las pesadillas; sumerjo la cabeza debajo de la alcachofa, aguantando la respiración unos segundos; eso me despeja un poco, aunque hace mucho tiempo que no estoy completamente lúcido. Paso media hora perdido en el ruido monótono del agua; de repente. las viejas cañerías truenan al pasar el agua, y mi sueño vuelve.

Fue un día parecido a este, muy caluroso. Habíamos planeado ir de escalada, pero se había desatado una terrible tormenta y la excursión quedó cancelada. Ella se sintió especialmente decepcionada, pero no hizo muchos comentarios al respecto; acabamos en mi casa, viendo la tele y haciendo el vago en general. En una pausa, se levantó, musitando que se iba al baño y desapareció de la habitación. Esperé diez minutos antes de ir a buscarla, y deseé haberlo hecho antes. La encontré sentada en el suelo echa una pelota, con los ojos llenos de lágrimas y sollozando silenciosamente.

Me agaché junto a ella y la tomé entre mis brazos, preguntándola qué ocurría. Tardó mucho en hablar (incluso después de dejar de llorar), y cuando se decidió a hacerlo, se puso de pie y se miró al espejo. <<Nada va conforme al plan>>. <<¿Qué plan?>>, le pregunté tiernamente. <<Mi plan>>, contestó, enjugándose una lágrima que resbalaba por su nariz. Entre hipos me explicó que tenía toda su vida planeada desde que era pequeña; todas las cosas que quería hacer, cómo las quería hacer, cuándo, con quién... Y que ahora todo estaba saliendo diferente, y eso la asustaba.

Por toda respuesta, cogí mi guitarra y me puse a tocar unos acordes, susurrando palabras únicamente para ella. No importaba si los planes se cancelaban, si nada salía como se suponía que tenía que hacerlo; ella siempre sería la banda sonora de mi verano, la única mariposa diferente del campo, el trueno que resonaría los días de tormenta. Ya podría llover todo lo que la naturaleza quisiera, no importaba cuán gris estuviera el cielo; yo me dedicaría a escuchar los truenos de mi corazón, siempre que ella estuviera a mi lado.

Pero ya no está. Llueve pero no hay truenos. Ya no oigo su voz. Y sin embargo, cada vez que las cañerías portan agua, yo me acuerdo de ella.


Vencedores y vencidos

En este mundo de hipocresía y ansia de poder siempre hay guerras que disputar. Aunque no sea la nuestra, siempre acabamos siendo arrastrados al campo de batalla. ¿Por qué? Porque mientras los dioses terrenales se dedican a mover hilos como si fuera una partida de Monopoli, las vidas de las piezas se ven destrozadas.

Llevas quince años luchando y no puedes más, estas agotada. Ya casi no puedes sostener la espada, así que un contrincante te atesta un golpe en el costado. Alzas la mirada y parece compadecerse (o quiere disfrutar tu sufrimiento antes de lanzar el golpe final), porque baja un poco la guardia, momento que aprovechas para preguntar: <<¿Por qué estamos luchando?>>. Te mira confuso; frunce mucho el ceño y casi puedes ver cómo su cerebro intenta buscar una respuesta. Al igual que tú, no la encuentra. Entonces se encoge de hombros; <<Es lo que he hecho siempre>>, responde.

Sí, exacto, es lo que hemos hecho todos siempre, pero, ¿por qué? ¿Dónde está el sentido de luchar? ¿Cómo beneficia eso a los dioses terrenales? Probablemente nunca llegues a saberlo, es información confidencial, y el mero hecho de querer averiguarlo te metería en problemas. Aun así, no puedes evitar preguntártelo constantemente. ¿Acaso cada dios tiene una pieza en forma de país, o de grupo de gente? En ese caso tendría sentido que lucháramos, pero ¿cuál es el premio? ¿Para quién es la victoria? Te atreves a asegurar que para las piezas, no.

A medida que los años van marcando tu espada y tu armadura, empiezas a entender el juego, si eso es lo que es, un juego. El premio parece ser dinero y poder, que es lo que aclaman todos aquellos contra los que luchas. La victoria, aún no la has conocido, porque te niegas a luchar. Te has limitado a defenderte, no quieres verte envenenada en una guerra que no es tuya; esperas no hacerlo nunca. Observas cómo muchos se proclaman vencedores, y cómo el resto, vencidos. Pero si les sigues un poco el rastro, todos acaban igual: esclavizados.

Es un juego de subordinación. Para vencedores y vencidos.


Pasar página

Ya está. Lo has conseguido. Eso es lo único que pasa por tu subconsciente mientras caminas calle abajo. Lo has conseguido. Ya no habrá más lágrimas, más insultos, o más rencor. Lo has conseguido.

Has pasado la prueba de fuego, el último examen, el salto del cañón. En otras palabras, has sobrevivido estos dos días. Según el libro de reglas deberías haberte destrozado, hundido hasta lo más hondo y vuelto a querer dejar de vivir; deberías estar acabada. Pero no lo estás. Te alzas orgullosa sobre el mástil de tu pequeño barco pesquero, y eres capaz de gritar de alegría. Llorar, no. Ya no se llora. La tormenta ha pasado.

Decides que te mereces un descanso y te paras en medio del camino, sólo para saborear el momento. Te sientas en una roca del lateral y analizas todo a tu alrededor; el aire ya no sabe amargo, el cielo azul te envuelve, las flores huelen a tranquilidad y ya no se oyen los lamentos del viento. Todo está en calma de nuevo. Sin tener que poner mucho esfuerzo sabes que las imperfecciones siguen ahí, pero reconoces sólo las que te habían acompañado siempre. Tu camino no es perfecto, ni mucho menos. Simplemente, es el de antes.

Llegas a casa y coges tu libreta; mientras escribes, el bolígrafo se explota y mancha la página. Esperas a que se seque. Y pasas página.

5.28.2012

A mitad de camino

Primer día de la "fase hundimiento". Veredicto: sobresaliente.

No terminas de creerte lo que ha pasado hoy. ¿Dónde están las lágrimas? ¿No deberías estar llorando en vez de riendo? Pero no quieres llorar; ya has pasado muchos días encerrada en ti misma, mirando al suelo, caminando sin rumbo, dejando que el tiempo te arrastrase por la vida. Ya ha sido suficiente, así que no quieres volver, después de haber conseguido salir. Al final resulta que sí eres fuerte; o que el tiempo lo cura todo.

Así que, sin tener idea cómo, te has pasado el día de carcajada en carcajada, riendo sin parar, haciendo bromas y sin pensar en qué día era. Has estado feliz, un día clave después de muchos. Te has levantado con ganas de mirar al cielo y gritar "¡Soy el rey del mundo!", con ganas de saltar, reír, bailar, cantar, tocar el piano, la guitarra de aire... Con ganas de todo; de todo, menos de llorar.

Y si has conseguido llegar al final del día sin pensar en Él, sin rememorar todo lo que ha pasado, si has conseguido pensar en otra persona y soñar con ella, sabes que mañana será igual. Al fin y al cabo, ¿qué son los "días especiales"? Puros iconos que nos inventamos nosotros mismos, señales que creemos que nos afectan, símbolos que parecen influir en nuestro camino. Si quisieses dejarte lavar el cerebro, llamarías a un tarot, pero no piensas crearte paranoias por ti misma.

Te pones la mano de visera para protegerte del sol y miras el camino que tienes por delante. Te das la vuelta y miras el trecho recorrido. Te colocas bien la mochila y sigues caminando.

Ya estás a mitad de camino.


5.27.2012

Cada vez (VIII)

Rebusco en mi bolsillo hasta que encuentro las llaves de casa y entro, agotado. Estoy hecho polvo, los huesos molidos y la cabeza embotada. No creo que pueda dormir hoy, aunque de todas formas, no esperaba hacerlo. Así que me tumbo en la cama y miro al techo.

Sé que no soy lo suficientemente fuerte para olvidarme de ella, no puedo huir, sólo sé ir a buscarla. Cada vez que me la imagino mirándome, diciendo mi nombre... Mi corazón se pone de rodillas. Cada vez que la enfermedad se la llevaba y se marchaba de mi lado, me volvía loco; quería huir, quería quedarme, no sabía qué hacer. Tanto entonces como ahora es muy difícil elegir entre el placer y el dolor, aunque sé que los dos acabarán conmigo. No soy lo suficientemente fuerte como para seguir vivo.

A veces se iba sólo por un rato, en el cual intentaba mantenerme ocupado arreglando la casa; no obstante, cuando se iba durante varias horas era horrible; acababa dando vueltas por la casa sin saber qué hacer, mirándola y rezando para que abriese los ojos, sentándome a su lado intentando darla algo de mi propia vida; pero nada de eso funcionaba. La enfermedad hacía con su cuerpo lo que quería, no había manera de pararlo. Repetidas veces la insistí en que aceptase la medicación que los médicos la ofrecían, pero como se limitaba a ignorarme, desistí. Las últimas horas que pasó lúcida me dijo <<Si rechacé la medicación era porque quería estar contigo al máximo, con dolor o sin él, pero limpia de vida artificial>>. Tuve que esforzarme tanto en tragarme las lágrimas que en el momento que cerró los ojos tuve que correr al baño a vomitar.

Me levanto arrastrando los pies y voy hasta la cocina, a servirme un vaso de agua. Acabo metiendo la cabeza debajo del grifo y dejando que me empape la nuca; no quiero volver a la cama. Doy varias vueltas por la habitación sin saber qué hacer y acabo sentándome en la ventana. No hay absolutamente nada de viento, ni siquiera una ligera brisa que me haga deshacerme de este sofocante calor. Muy en el fondo sé que la culpa no la tiene la temperatura.

A las siete, cuando el cielo comienza a tomar un color gris, no aguanto más y salgo a la calle. Me dedico a pasear por el barrio, en círculos, sin fijar la mirada. Al llegar a la panadería, Marga, la pastelera, de unos sesenta años, menuda y ligeramente regordeta se asoma a la puerta. <<Hoy ha podido contigo, ¿eh?>>. Me sonríe; siempre lo hace. Cuando asiento con la cabeza, intentando devolverle la sonrisa, saca un bollo e insiste en que me lo coma. Sigo caminando.

<<Hoy ha podido contigo, ¿eh?>>. Sus palabras retumban en mi cabeza. Claro que ha podido conmigo, nunca soy lo bastante fuerte.


Lo habrás conseguido

Dos días, sólo dos días. Es el periodo de tiempo en el que volverás a entrar en el bosque encantado. Mañana te recordará que no podrás escribir un 28 en tu muñeca y decir con una sonrisa <<Un mes mas>>, te recordará que ahora estás sola. Pasado, te hará derramar de nuevo todas las lágrimas que derramaste, exactamente un mes atrás, cuando destrozó lo poco que os quedaba, cuando lo hizo añicos sin pensárselo dos veces. Dos días, que sabes que serán los peores de tu vida.

Y, sin embargo, no estás dispuesta a que sea así. No quieres llorar más, no quieres pasarte ni un sólo minuto lamentándote, gritando con agonía hasta que te quedes dormida. Pensabas que no podrías volver a ver la superficie nunca más, que tendrías que aguantar la respiración bajo el agua hasta que el oxígeno abandonara tus pulmones y te arrancase la vida gota a gota. Pero has conseguido salir, has nadado con todas tus fuerzas y has podido coger aire; bocanadas y bocanadas de aire fresco, limpio, sano.

¿Tienes que pasar de verdad por estos dos días? ¿No podrías... saltártelos? Dos días no es un periodo tan largo, podrías pedir a Cronos que te llevase directamente al miércoles, sin tener que pasar por esos dos días. Porque si ya has logrado salir a flote, ¿cuál es la razón que te devolverá al fondo? Sabes que tiene nombre y apellido, pero por alguna extraña razón, ya no lo sientes como un peso colgado de tus tobillos, hundiéndote. ¿Podría ser...? No, es imposible. ¿O no?

Dos días, sólo dos días. Si consigues sobrevivir a estos dos días, lo habrás conseguido.


Cada vez (VII)

No sé cuántas horas llevo aquí encerrado, en el coche; el disco se acabó hace un rato, así que lo puse de nuevo y ahora están sonando los acordes de la última canción. Vuelvo a reproducirlo. Miro el reloj inconscientemente y reparo en una lucecita del salpicadero que dice: "Jul 9". Hace semanas que no sé qué día es, y haberme tenido que dar cuenta hoy es como un castigo. O no, porque me vuelve a llevar con ella.

El nueve de julio fue el día que se marchó, el día que la vi alejarse de mí desde la ventana, el día que no corrí escaleras abajo para detenerla. Fue el día en el que me senté en el suelo, con una sudadera que se había convertido en suya en el momento en que yo me la compré, y me puse a recordar. Pude ver su mirada iluminada en la oscuridad, la noche anterior, a la 1:58, diciéndome <<Te quiero, no lo olvides nunca>>; y ahora se había ido. Recordé el latido de su corazón, palpitante en su espalda contra mi pecho, todavía podía sentir sus brazos rodeando mis hombros, y cómo me daba un beso en la mejilla cada vez que lo hacía.

Recordé su espíritu alocado, en aquella fiesta en la que se puso a fardar sólo para picarme; puse los ojos en blanco y la atraje hacia mí. Me obligó a bailar, aunque no era lo mío, pero por ella habría hecho cualquier cosa; recuerdo cómo le dio la mano a mi padre cuando les presenté, con energía y gracia. Recé para que, estuviese donde estuviese, fuera feliz; un sitio bonito, que la gustase de verdad, y que, a lo mejor, la hiciese acordarse de mí y desear volver.

Vuelvo a la realidad cuando me doy cuenta de que tengo algo encima; un pequeño conejo se ha subido a mi zapato, probablemente curioso al ver un chico acurrucado en el suelo contra un coche destartalado. Antes de haber vuelto por completo al presente, susurro su nombre; el nombre que siempre estará en mis labios, como cada vez que un beso podía ser el último.


El doble sentido de la vida

Esta entrada la ha escrito mi buen amigo Víctor A.M, espero que os guste:


Una tarde soleada y aburrida ocurrió algo que me hizo plantearme un aspecto de la vida.
Tratando de hacer algo para que pase el tiempo, entablo una conversación con una gran persona. En el fondo, no se trata de más que de unos dedos tocando la pantalla de un iPad en una determinada combinación, pero lo que eso puede provocar es inimaginable en comparación. Por medio de algo tan insignificante como el contacto de mis dedos con un cristal puedo mover a una persona, puedo hacer que  me odie o hacerla un poco más feliz, y a la inversa, lo que esa persona puede provocar en mí por medio de presionar cuadrados de plástico en un ordenador es… bueno, es privado, pero os aseguro que es totalmente real e intenso.
Esto no es más que un ejemplo, porque toda la vida está construida por este tipo de dualidades. La motivación que siento al chocar ondas de aire contra mis tímpanos en las frecuencias y el ritmo correctos en forma de música. La paz que siento cuando las ondas de luz reflejadas por un bosque frondoso bajo un cielo encapotado que llegan a la retina de mis ojos. En realidad hasta yo mismo no soy más que una compleja unión de conexiones eléctricas… pero a pesar de todo existo. Esto quiere decir que todo es explicable, pero los sentimientos no tienen por qué no ser reales por ello. Sus causas son explicables físicamente, pero no se pueden explicar como tales. Tan sólo debemos darnos cuenta de que la vida está ahí para disfrutarla. ¿Y cómo se disfruta de la vida? Sintiendo. Sintiendo cosas positivas, con sus contrastes negativos. El camino de la ciencia es muy interesante, pero tiene sus límites. La vida no está hecha para analizarla, sino para vivirla. Por ello, yo elijo los sentimientos.
Porque deseo, con todas mis fuerzas, vivir.

Cada vez (VI)

Se ha hecho de noche hace ya tiempo, así que recojo lo poco que llevo conmigo (tengo especial cuidado en guardar la camiseta) y comienzo a caminar hacia el coche. Siempre que vengo lo aparco en el mismo punto donde el suyo se quedó atascado, metiéndome en el arcén para no molestar. Arranco el coche al tercer intento (no creo que aguante hasta fin de año) y vuelvo a la carretera.

Todavía recuerdo la primera vez que la vi de verdad, fijándome en ella; nunca habría pensado que se convertiría en la chica de mis sueños; pelo relativamente corto, puntiagudo, parecía casi agresivo, ojos muy grandes y sugerentes, no muy alta... Y con todo, preciosa. No nos presentaron amigos en común, ni tuvimos un encuentro muy romántico ni nada por el estilo. Estando en el mismo colegio sólo que en distintas clases, coincidíamos por las tardes en el autobús de vuelta a casa. No habíamos hablado hasta entonces (yo ni siquiera sabía su nombre), pero a veces nos veíamos obligados a compartir asiento, pues ese autobús solía estar muy lleno.

Un buen día de marzo, se deslizó hacia la ventana cuando pregunté si podía sentarme y no dudó en echar un vistazo al libro que llevaba en la mano. <<¡Oh, Dios, me encanta! ¿Por dónde vas?>> dijo, muy emocionada. <<Ya sólo quedan trece, es la primera noche>>. Esa fue nuestra primera conversación; comenzamos a hablar sobre libros y descubrí que conocía todos mis favoritos y que también eran los suyos. Al día siguiente hablamos de música, y al siguiente de deportes que nos gustaba practicar, y el día después sobre nuestras cosas favoritas... Así se convirtió en mi mejor amiga; empezamos a quedar para hacer maratones de cine, para eventos culturales, para cenar... Hasta que quedamos para salir.

Fue algo totalmente transitorio, y esperado, supongo, pero ninguno de los dos nos habíamos dado cuenta de que estábamos enamorados. Una noche, tumbados en la hierba en la parte de atrás de su jardín, mientras bromeábamos y nos picábamos mutuamente, tuvimos que callar para coger aire. Entonces nuestras miradas se encontraron; ella me sonrió, y lo siguiente que supe era que la había besado. No fue algo súbito y brusco, sino un movimiento totalmente natural, como si fuese lo que el mundo estuviera esperando.

No tuvimos que decir nada, todo fue orgánico; no forzamos las conversaciones, no dejamos de ser nosotros mismos. Simplemente pasamos a compartir el camino. Y descubrimos hasta qué punto su personalidad alocada y la mía apacible se complementaban en un todo. Cada vez que ella sonreía, yo sonreía, y cada vez que lloraba, yo también.

Paro el coche en el arcén y tengo que salir a toda prisa, a tomar el aire; es tan denso que no puedo respirar, sumándole el nudo en el pecho, así que acabo echándome una botella de agua por la cabeza. Vuelvo dentro y pongo el CD de nuestras canciones favoritas, para relajarme. No tengo prisa por llegar a casa, aquí parado se está bien.


5.26.2012

Miedos

Te escondes detrás de un ordenador, intentando aislarte de la realidad, cuando por mucho que intentes evitarla, llegará, inevitablemente, y cuanto más tarde la aceptes, mayor será la caída.
Crees que evitándola igual se arreglará solo, o que conseguirás no pasar por momentos desagradables, y me da pena lo equivocado que estás, pero llegará un momento en el que los demás se cansarán de que no quieras verlo, y dejarán de intentar suavizarla, porque lo único que quieren es hacerte el menor daño posible, pero tú eso tampoco lo ves, estás demasiado ocupado compadeciéndote de ti mismo.
Debes afrontar a la verdad y si realmente quieres algo, lucha por conseguirlo, no te quedes esperando a que todo se solucione, porque si tú no haces nada, nadie moverá un dedo por ayudarte, que ya no somos niños, que cuando nos caíamos, venía nuestra madre a consolarnos. Ahora estamos solos, así que madura.
Luego exiges tú honestidad, cuando no eres honesto ni contigo mismo.
Primero deberías por exigirte un poco de claridad en tus ideas.


Entrada escrita por Missnothink en su blog "Nothing lasts forever": www.missnothink.blogspot.com.es

Caída libre

Si levantaras el brazo, podrías tocar el cielo con la punta de los dedos; así de feliz te sientes. Aunque nada está saliendo como lo esperabas, es perfecto a su propia manera; el sol, la hierba, buenos amigos, risas, sentimientos... Todo está en su sitio e incitándote a sonreír. Le miras a los ojos y vuelves a mirar al cielo; no tendrías ni que ponerte de puntillas, puedes tocarlo.

Así que lo haces. Con una risa triunfal, levantas los brazos y tocas el cielo; los demás te ignoran, ni se han dado cuenta, pero no te importa; tú estás ahí, rozando lo inalcanzable con los dedos, certera de que puede que algún día puedas volver a estar por encima de él; ya tocaste el cielo tiempo atrás, pero lo que más te gustó fue sobrepasar sus límites, estar a tres metros sobre el cielo y poder mirar abajo sintiendo lástima de los de abajo, porque esa era la mejor sensación del mundo.

Un poco después, como una grúa que ha estado elevando materiales muy pesados, te sueltas de tu cuerda con el espacio y caes; te precipitas contra el suelo, y puedes ver cómo se va acercando tu fin. Has estado a las puertas del cielo otra vez, pero no se te ha permitido entrar, ni mucho menos quedarte. Así que aquello que te sostenía la sonrisa desaparece y te deja caer, haciéndote que seas consciente de ello.

Ya te has desplomado, y lo sientes todo el doble de fuerte. El dolor por haber perdido los abrazos, las miradas, los besos y las caricias es aún más intenso, y se une al ansia de volver a tenerlos y no poder.

Hace un momento estabas tocando el cielo; ahora, has llegado al punto más bajo de la tierra. Ha sido toda una caída libre.


5.25.2012

Cada vez (V)

El sol está bajando, pero la temperatura se volvió insoportable hace un rato, así que me quito la camiseta; entonces, veo una mancha de pintura en mi hombro; llevo dos días pintando la casa, y no debí ver esa mancha ayer en la ducha. Me paso el dedo, casi a la altura de la clavícula, y el tacto de la pintura reseca me provoca un escalofrío, a pesar de la temperatura. El recuerdo de aquella noche siempre me provoca escalofríos.

Fue cuando aún estábamos juntos, y muy bien, de hecho; era toda una cabra loca e insistió en que saliésemos esa noche. Yo me mostré un poco reacio porque no conocía al resto de sus amigos demasiado bien y porque teníamos un examen al día siguiente, pero al final logró convencerme. De tal manera, cogimos mi coche y me fue indicando por la carretera, cada vez más a las afueras, durante tres cuartos de hora, hasta que me indicó que tomase una salida de tierra y paramos.

La gente fue llegando poco a poco, mientras yo observaba la luz del día desaparecer. Llegamos a ser unos treinta, cuando empezaron a repartir las cosas. Yo no entendía nada, pero ella insistió en que fuese paciente y siguiese las instrucciones, así que lo hice. Al cabo de quince minutos todos estuvimos armados con brochas, trapos recortados o esponjas, y colocados a lo largo de quince metros en varias filas, al lado de varios barriles metálicos. Cuando comprobaron que todos estábamos listos (supongo que éso era lo que supervisaban, yo seguía sin enterarme de nada), dieron una orden para que abriesen los tanques y gritaron: ¡¡Que comience la guerra!!

Entonces reinó el caos. Pude ver que los contenedores estaban llenos de algún tipo de líquido denso muy brillante, prácticamente fosforescente, justo antes de que todos se pusieran a gritar y a lanzarse pintura. Ella me atacó la primera, salpicándome con un brochazo de tinte azul. Tardé varios segundos en quedar completamente empapado y fosforescente hasta que pude reaccionar; era una guerra de pintura. Hundí mi esponja y brocha en el tanque de mi derecha, de pintura verde, y salpiqué con toda mi fuerza. Di a tres personas. Todos contraatacaron, pero para entonces yo ya estaba riendo a carcajadas y gritando con ellos.

La guerra duró una hora entera. Cuando los supervisores dieron el alto nadie intentó seguir; estábamos todos agotados. Y completamente cubiertos de pintura de todos los colores. Entonces me di cuenta de por qué era fosforescente: estábamos brillando. Parecíamos luciérnagas multicolores en medio del campo nocturno, cubiertos de gotas verdes, naranjas, rojas, amarillas, azules... Fue el día más divertido de mi vida; ella estaba radiante (no sólo por la pintura), y estuvimos corriendo a toda velocidad colina abajo, embobados con el brillo fosforescente.

Brillábamos en la oscuridad. Ahora sé que ése era el mensaje que siempre quiso transmitirme: pase lo que pase, siempre brillaríamos; niños, mujeres, hombres... Todos.

Me limpio la pintura de la clavícula frotando con un poco de saliva y saco un trapo de la mochila. Está viejo, muy manchado, pero lo agarro como si fuera un tesoro; es de color verde, naranja, rojo, amarillo, azul... Y cuando se haga de noche, brillará.


Pequeños detalles

Un día de lluvia, mientras corres para refugiarte y llegar cuanto antes a casa, de repente ves algo que te hace parar y sonreír: una mariquita. Es una cosa insignificante, y no deberías estar mojándote por ello, pero no te importa en absoluto.

¿Dónde está la gracia de la vida si no disfrutas de las cosas pequeñas? Tonterías que muchos no saben apreciar, pero que sólo aquellos que lo hacen consiguen ser completamente felices. Ése es el verdadero secreto de la felicidad, el saber disfrutar lo máximo de cosas mínimas, sin pedir más y más, como hacen muchos. Una broma sutil, un chiste fácil, una pequeña sonrisa, un guiño, un arco iris una mariquita...

Si no fuésemos capaces de sacar al menos una pequeña sonrisa por nada, ni una breve carcajada durante todo el día, estaríamos muertos. Siempre hay alguien o algo que nos puede iluminar el día, aunque sólo sea un instante. Un "buenos días" que inconscientemente te saca una sonrisa, la imagen de un niño pequeño correteando por el lugar, las risas de gente que aprecias... No hay nada que se nos resista para siempre.

Así que tú has aprendido a disfrutar de las cosas pequeñas, porque son las que, granito a granito, hacen una montaña; por muy malo que sea el día, por muy negro que se vea todo, sabes que no pasarás sin haberte reído a carcajadas, sonreído sinceramente o estado a gusto contigo misma.

Por esos pequeños detalles son por los que merece la pena vivir.

5.24.2012

Poco a poco

Ya ha pasado más de un mes, y sabes que han cambiado muchas cosas; tanto a tu alrededor como en ti misma. La pregunta es ¿para bien o para mal?

Te has pasado un mes vagando de un lado para otro sin saber qué hacer, sin querer hacerlo y sin poder. Sólo rezabas para que pasase el tiempo y te alejase de allí, que te arrastrase lejos de la masacre y del dolor, de los días negros, hasta los de color. Parte de ti no sabía cómo llegar hasta la luz, y otra parte no quería dejar todo aquello atrás; así que te dejabas arrastrar, por un motivo u otro, por el tiempo, paso a paso.

Te has pasado los días mirándote al espejo sin ver nada. Ahora te miras y te vuelves a ver a ti; no el tú de siempre, la auténtica y completa, pero una parte. Vuelves a ver una carcasa que guarda dentro un corazón y un cerebro latentes, venas y arterias por las que corren sangre, y pulmones que respiran oxígeno. Todavía no alcanzas a ver tu alma, esa parte que te ha hecho vivir todo este tiempo, vivir de verdad, a todo color.

Acabas de llegar a casa y ya te has desvestido y merendado. Ahora, si cumplieses la rutina, irías directamente a la cama, para acelerar el tiempo. No lo haces. Enciendes la tele y eres capaz de reírte un poco con lo que echan; cuando te aburres, pones la música y la subes a todo volumen para que te inunde por todas partes, que cale en ti como siempre lo había hecho.

Mientras lo das todo con tu guitarra de aire, pasas frente al espejo y algo te llama la atención. Ahí, al fondo a la izquierda, hay algo nuevo. Te fijas bien y lo analizas; es un haz de luz, pequeño, del tamaño de una bombilla, no muy brillante, pero con aspecto de tener potencial. Te quedas mirándolo unos minutos y jurarías que se ha expandido un poco. Sonríes, vuelves a poner la música y coges tu guitarra de aire.

La luz es tu alma. Está volviendo. Poco a poco.


Cada vez (IV)

Aunque tengo el estómago cerrado, sé que tengo que comer algo, así que dejo mi guitarra, me la cargo al hombro y comienzo a descender por las rocas. Cuando llego a la pequeña tienda donde ya compré la última comida que compartimos (y que luego ella devolvió), pido exactamente el mismo menú y me fuerzo a comer y a beber algo; el día se avecina caluroso, así que debo tener fuerzas. Una vez he regresado a nuestra piedra, dejo la guitarra a un lado y me quedo dormido.

Sueño con ella, por supuesto, y vuelve a estar conmigo, un año atrás. Para cuando despertó, yo ya me sabía la canción de memoria, y el sol se estaba poniendo; murmuró que se encontraba mal y en efecto tenía fiebre, así que inmediatamente quise regresar, pero ella me suplicó lo contrario. Quería quedarse. De tal manera, le coloqué mi chaqueta sobre los hombros y nos quedamos recostados un poco más, viendo el atardecer.

Las conversaciones se habían acabado, ahora sólo reinaba el silencio, triste pero agradable, como una película romántica. En la película nos quedaríamos ahí, pasando a los créditos y sin dejar ver el resto de la historia; los días tristes. Como no era una película, nadie nos sacó de allí, ni siquiera cuando la fiebre le subió tanto que se desmayó.

A pesar de que fue una negligencia, no llamé a la ambulancia, ni a un médico, ni siquiera a algún vecino. No quería que nuestro pequeño paraíso personal se viera lleno de gente haciendo preguntas, y me había avisado de que pasaría. Cargué con ella cuatro kilómetros, hasta que llegamos al punto donde habíamos dejado el coche, casi un día atrás. La dejé en el asiento del copiloto y conseguí arrancar la vieja tartana. Recuperó la consciencia a trece kilómetros de su casa.

Habíamos pasado muchas noches juntos pero, no obstante, creo que esa fue la mejor; no tenía fuerzas, ni color en las mejillas, estaba ligeramente mareada y desorientada; y sin embargo, estaba conmigo. Cada vez que sentía su respiración en mi pecho, sus finos dedos recorriendo mi pelo, sus labios sobre mi clavícula... Cada vez que abría los ojos y veía que en efecto, estaba ahí, todo iba bien.

No obstante, cuando abro los ojos ahora, me veo solo, sentado en una piedra con el cuerpo agarrotado y sudoroso. Me río, porque sé que ella lo habría hecho.


5.23.2012

Crash and Burn

<<And if I fall, and crash and burn, at least we both know that I tried>>

Surrealismo amargo

Te dicen que no puedes vivir así, que nadie es capaz, por lo que tiene que ser mentira; un simple As del escritor, una exageración literaria. Se te escapa una carcajada amarga.

Es imposible vivir con tanto sufrimiento, eso es verdad. Por eso es que tú no vives. No has vivido nunca, y no sabes si algún día lo harás, aunque esperas que sí. De momento, no; te dedicas a seguir el camino que está marcado para ti, mirando al suelo para no tropezar, sin pararte un momento para mirar el paisaje; sólo quieres llegar hasta el final y poder decir "Lo conseguí", aunque sea con un trayecto en blanco y negro, sin colores.

Y has caminado siempre, desde que te alcanza la memoria; cuando intentabas disfrutar de lo que te rodeaba una piedra te hacía caer, recordándote que debes mirar siempre al suelo, para no tropezar. Cada piedra es una nueva herida, y si te caes demasiadas veces, no podrás llegar al final del camino por tu propio pie.

De nuevo, alguien te repite que estás exagerando demasiado, que es demasiado irreal. Te ríes sin ganas, y contestas: <<El verdadero As del escritor es que nunca conseguirás saber si lo que escribe es verdad o mentira>>.

Te ríes de tu propio surrealismo amargo.


Cada vez (III)

Me pongo a rasguear la guitarra aleatoriamente, pero sé perfectamente qué estoy tocando. Esos acordes surgieron esa última mañana, aquí mismo, sentados en las rocas.

Cuando el sol estuvo por fin alto en el cielo, sobre nuestras cabezas, la convencí para que se levantase y me acompañase a comprar algo de comida; bajamos al pueblo y yo entré en una pequeña tienda de comida casera envasada mientras ella se sentó a hablar con varios ancianos. Con los paquetes en la mano, no pude evitar quedarme parado mirándola; se la veía tan inocente, tan perfecta, tan... sana.

Volvimos a la parte más alta del peñón y comimos lentamente, observando el valle a nuestros pies. Un rato después, para el dolor de toda mi alma, se levantó abruptamente y corrió todo lo que pudo antes de vomitarlo todo. Dejé mi propia comida en la bolsa y me quedé donde estaba, muy quieto. Esperé hasta que volviera, sabía que ella no querría que yo la viera así. Lo hizo arrastrando los pies, y con los ojos rojos. Tomó un sorbo de agua y volvió a refugiarse en mis brazos, con la cabeza enterrada en mi cuello.

Se quedó dormida. No sé por qué había llevado la guitarra hasta allí, pero la cogí y comencé a rasguear unos acordes. Un poco después, a entonar una melodía; y allí, entre unas rocas perdidas en el mundo, con el amor de mi vida sobre mi regazo, completamente dormida, conté nuestra historia; nuestra canción.


Cada vez (II)

Nunca olvidaré cómo el sol saliente bañaba su rostro; ella tenía la cabeza echada para atrás, dejando que el pelo le cayese por los hombros y dejando su delicado y blanco cuello al descubierto.

Se reclinó sobre las rocas y cerró los ojos. La única señal de que seguía viva era el leve movimiento ascendente de su pecho con cada respiración. Me pregunté cómo no era capaz de sentir la temperatura que, aunque estaba subiendo, aún era relativamente baja; parecía que todo estaba en su sitio, como cada vez que estábamos juntos; menos mal que eso nunca cambió.

Mientras la observaba me pregunté por qué me habría abandonado; una calurosa mañana de julio, dos años atrás, simplemente se fue. Cuando me levanté, ya no estaba; se había ido. Mi primera reacción fue mirar por la ventana; la vi alejarse con una caja con sus cosas entre las manos, con pasos lentos, arrastrando los pies. Podría haber corrido escaleras abajo y haberla alcanzado con facilidad, pero simplemente, no lo hice. Me quedé observando su caminar hasta que desapareció por la esquina, sin mirar atrás. Se había ido.

Cuando volvió a llamar a mi puerta, tampoco hice preguntas. ¿Para qué? Yo siempre estaría a sus pies, tanto si me necesitaba como si no; y entonces me necesitaba. De todas las personas que conocía, de todas las que habrían estado dispuestas a estar con ella, me buscó a mí. No hizo falta que me lo pidiese textualmente; la ofrecí mis brazos como siempre lo había hecho, y tal y como ella quería. Así sería siempre. O hasta que el tiempo nos lo permitiese.

Cuando el sol hubo terminado de salir, un escalofrío la recorrió la espalda, así que me deslicé para cogerla entre mis brazos y darla calor; se sentó encima y se dejó acunar. No dejamos de hablar en ningún momento, en bajo, sin alzar la voz; recordamos los viejos tiempos: anécdotas entrañables dignas de dos enamorados. ¿Estaba ella enamorada de mí todavía? Sí. Al igual que ella sabía lo que siempre quise decirla, yo sentía en mi interior que me quería.

Aún hoy, un año después, cada vez que me acuerdo de ese día, sonrío mientras lloro.


Cada vez

Estoy sentado en ese mismo punto en el que un día ella y yo pasamos nuestro último día real juntos; durante las pocas semanas siguientes, la enfermedad se llevó su cordura, y su consciencia la mayor parte del tiempo, así que me gusta pensar que aquél fue el último día.

Ya sabía que estaba enferma entonces; su propia hermana me llamó, contándomelo. Al principio no sabía por qué lo había hecho, pero ahora se lo agradeceré eternamente; me dio la oportunidad de volver a verla. Ella me llamó a las tres de la mañana, despertándome. No hizo preguntas, y yo tampoco; sólo sugirió ir a dar una vuelta. Así que montamos en su coche y condujo lo más lejos que pudo; quería alejarse.

Hablamos hasta que salió el sol, sobre nuestras vidas después de separarnos, de cómo no nos arrepentíamos de nada, de que no había sido un error. Nos gastamos nuestro dinero en cosas estúpidas, pero para ser sinceros, ahora lo regalaría todo si pudiese volver a verla. Su viejo y destartalado coche no nos dejó ir muy lejos; cuando dejó de funcionar simplemente salimos y caminamos en línea recta. Así llegamos hasta donde estoy ahora.

<<Cada vez que te veo, cada vez que me miras, cada vez que escucho tu nombre, cada vez que me siento así... Cada vez que estás conmigo todo se arregla, y los problemas desaparecen; todo es como tiene que ser>> Me arrepentiré el resto de mi vida de no decirle eso a tiempo; dudo que pudiese oírme cuando por fin me atreví, su tiempo ya se había acabado. De todas formas, creo que lo sabía.

Sabía que cada vez que estábamos juntos todo encajaba en su sitio, y que daría todo lo que tengo, lo que sea, para volver a pasar un día con ella. Sólo necesito un único día más con ella.

Esta es una entrada totalmente ficticia, basada en la canción "Everytime" de Simple Plan.

Demasiada intensidad

Tienes los ojos rojos, te escuecen, te fallan; ves borroso y ni cerrándolos mejoran. Sientes los músculos agarrotados, dolidos, aplastados; intentas estirarte pero sólo sirve para hacerte más daño. Intentas hablar pero la voz te sale ronca, la garganta está irritada, resfriada; pruebas bebiendo agua, pero nada. Todo tu cuerpo te está enviando un mensaje muy claro: vete a la cama.

Sin embargo, y aunque estás deseando volver a la dulce e inocente inconsciencia, no te mueves. Porque aunque tienes miedo a la luz, también lo tienes a la oscuridad; le tienes miedo a todo. Si estás despierta te traicionan los sentimientos, si estás dormida, los recuerdos. Estás en ese punto muerto del camino en el que todo te traiciona y nada te salva.

Así que intentas quedarte en el punto muerto dentro del propio punto muerto, ese en el que el dolor físico y la fatiga anegan el pensamiento e impiden que propague su ponzoña. Sabes que no podrás alargarlo mucho, tarde o temprano tendrás que rendirte al sueño y a las pesadillas, para luego volver a la consciencia y la realidad. De momento, no sientes nada, sólo ruido sordo.

Sólo que lo sientes con demasiada intensidad.


5.22.2012

Palabras para necios

Hipócritas, falsos, creídos, idiotas... Necios.

Son todos aquellos que se mueven por el mundo "promoviendo la amistad", pero basándose en la injusticia. <<Mi amigo ha matado a alguien, pero no me voy a ir con la víctima, porque me tengo que quedar con mi amigo>>. ¿Es así como tiene que ser? No. Nunca hay que abandonar a un amigo, es el peor crimen que se puede cometer, pero cuando tu amigo se convierte en el criminal, hay que saber actuar.

Es gracioso cómo, cuando hay dos caras en una moneda, todos se centran sólo en una. Es Él el que más está sufriendo, fuiste tú la que rompiste, tú, tú, tú, tú, tú. Todo ha sido por tu culpa, Él incluso se ha disculpado, pero no lo has aceptado, así que la culpa sigue siendo tuya. Obviamente, ¿no? Así es como se mueve este mundo hipócrita, cometemos un crimen y lo arreglamos pidiendo perdón. Pues tú no vas a jugar por las reglas, si son esas.

Así que has quedado como la mala, el angelito sufre, el trozo de pan llora, y la furcia es asquerosamente superficial. Pero resulta que la furcia también tiene su pequeño corazón en algún lugar del pecho, también siente y también llora. Se han olvidado de esa cara de la moneda, la que aparentemente es fuerte e insensible, porque eso es lo que hacen los necios; escuchan sólo lo que quieren, ven lo que los llamativos les muestran.

Así que observas cómo los demás se llevan un mérito que te corresponde a ti, cómo se quedan con lo que debería ser tuyo, porque es lo único que tienes o porque te lo has ganado; te dejan sin nada. Porque ellos tienen amigos ciegos, que se quedan a su lado aunque hagan el mal. Tú rechazas eso; no quieres a nadie por interés, mucho menos si sabes que has cometido un error.

Coges una revista y ves una historia, sólo desde un único punto de vista. La dejas. Sólo son palabras para necios.


Nanas para adultos

<<Duérmete niño, duérmete ya, que viene el coco y te comerá...>>
Estas son las palabras que todos hemos oído a nuestras madres durante la infancia; sólo son unos versos simples para tranquilizar a los niños; en tu caso, también te tranquilizan ahora que eres mayor.

Llegas a casa y comes algo para llenar un estómago que lleva vacío desde que saliste por la mañana, y en cuanto te cansas de comer, y de pensar, te quitas la ropa, bajas la persiana hasta el fondo y te metes en la cama. No te molestas en poner la alarma, sabes que las pesadillas te despertarán tarde o temprano; esperas que sea tarde. Dejas que el sueño te arrastre consigo hasta un mundo en el que el dolor hace que el tiempo pase más rápido.

Cuando tu madre llega oyes que murmura para sí, mientras te da un beso en la nuca; <<Deberías dormir más por las noches y no echarte estas siestas, pierdes toda la tarde>>. Ojalá pudieras decirle que eso es precisamente lo que quieres; que la tarde se vaya. Que llegue la noche para poder volver a dormirte, y pasar el menor tiempo posible estando consciente. No aguantas estar a solas contigo misma tantas horas, necesitas irte, desconectar. Y has llegado a un punto en el que nada te ayuda, sólo la inconsciencia.

<<Duérmete niño, duérmete ya, que viene el coco y te comerá>>; nuestras madres nos cantaban estos versos para relajar el cerebro y que nos quedásemos dormidos, pero ahora entiendes su verdadero significado; el coco, en tus sueños, no puede hacerte daño; si estás despierta, sí. Te alcanza a través del pensamiento, que viene a ser lo mismo que un sueño, sí, pero de manera consciente. Así que el dolor que sientes en los sueños es inconsciente, inevitable, una mera excusa para tener pesadillas.

Te despiertas por fin, y miras la hora tras una capa de lágrimas. Esta vez has tenido suerte, el dolor ha llegado ya de noche. Te levantas y finges que tienes un dolor físico, tus seres queridos no merecen compartir el psicológico. Dentro de poco podrás volver a dormirte, y a alejarte de la cruel realidad. Sólo tienes que cerrar los ojos

Mientras tanto, escuchas nanas para adultos.

5.21.2012

Long Live

I still remember this moments,
in the back of my mind,
the time we stood with our shaking hands
the crowds in stands went wild.

We were the kings and the queens,
and they read off our names, 
the night you danced like you knew our lives
would never be the same.

You held your head like a hero
on a history book page,
it was the end of a decade, 
but the start of an age.

Long live the walls we crashed through, 
how the kingdom lights shined just for me and you,
I was screaming long live all the magic we made,
and bring on all the pretenders, one day...
We will be remembered.

I said remember this feeling,
I passed the pictures around,
of all the years that we stood there, on the sidelines,
wishing for right now.

We are the kings and the queens,
you treat your baseball cap for a crown,
when they gave us our trophies,
and we held them up for our town.

And the cynics were outraged,
screaming this is absurd,
'cause for a moment a band of thieves
in ripped-up jeans got to rule the world.

Long live the walls we crashed through, 
how the kingdom lights shined just for me and you,
I was screaming long live all the magic we made,
and bring on all the pretenders, one day...
We will be remembered.


Long live all the mountains we moved,
I had the time of my life fighting dragons with you,
I was screaming long live the look on your face,
and bring on all the pretenders, one day...
We will be remembered.


Hold on, just spinning aroung,
confetti falls to the ground,
may these memories break our fall.

Will you take a moment?
Promise me this,
that you'll stand by me forever,
but if God forbid fate should step in,
and force us into a goodbye,
if you have children someday,
when they point to the pictures,
please tell them my name.

Tell them how the crowds went wild,
tell them how I hope they shine.

Long live, the walls we crashed through,
I had the time of my life, with you.


Long, long live the walls we crashed through, 
how the kingdom lights shined just for me and you,
and I was screaming long live all the magic we made,
and bring on all the pretenders, I'm not afraid.

Singing long live all the mountains we moved,
I had the time of my life fighting dragons with you,
And long, long live the look on your face,
and bring on all the pretenders, one day...
We will be remembered.

Homenaje a Taylor Swift, en mi entrada nº 100
                                                                            -I love you, Tay <13


Poesía macabra

Necesitas palabras bonitas; palabras que te acunen, que te mimen, que te hagan sonrojarte y reír como una tonta. Tú escribes las tristes, y necesitas que alguien te de las alegres.

Echas de menos muchas cosas; el calor de su cuerpo contra el tuyo, la fuerza de sus brazos rodeándote, el sudor de sus manos sobre las tuyas, sus labios... No obstante, puedes aprender a vivir sin eso. Sin lo que no puedes vivir, es sin las palabras. Levantarte y ver "Buenos días, princesa", ir a acostarte y leer series de 140 caracteres diciéndote lo mucho que te ama. No crees que puedas aprender a vivir sin eso, porque era lo que te mantenía en pie todas las mañanas.

Sin embargo, si ahora leyeses algo suyo diciendo que te quiere, lo matarías; le gritarías, le pegarías y lucharías hasta que borrase cada palabra escrita con sangre del papel, del ordenador, de tu alma. Pero lo que está escrito con sangre no se puede borrar; así que ahora llevas contigo el recuerdo de millones de palabras, a cada cual más dulce, a cada cual más bonita... Hasta que dejaron de serlo.

Necesitas palabras bonitas, sí, necesitas tu poesía macabra.


Digamos que dicen la verdad

¿Se puede saber qué está pasando? ¿Qué clase de sueño es este? Está confirmado, te has vuelto completamente loca. Cada persona que ves, cada uno que te habla, todos los que oyes pasar a tu lado, no dicen nada. Están hablando pero no dicen nada; de sus bocas sale un ruido incoherente, no llegan a formar palabras. Así que tienes que estar loca. Entonces el milagro ocurre, un niño, un niño asustado, se te acerca y grita que tiene miedo. Le has entendido.

Tienes que investigar; ¿por qué nadie dice nada? Intentas fijarte en ellos; parecen normales, pero tras llevar un rato observando lo descubres; es la marca inconfundible de las mentiras. Ahora lo sabes: están mintiendo. Por eso no puedes entender lo que dicen, te has hecho inmune a las mentiras, ya no te crees nada. Entonces, ¿por qué al niño pequeño sí le entiendes? Debe ser verdad lo de que los niños siempre dicen la verdad. 

Pruebas a ir un paso más allá; te intentas comunicar con ellos, con los mentirosos. <<¿Perdone, tiene hora?>>. Aquellos a quienes te diriges se paran, te miran y contestan <<Las ocho y cuarto>>. Pueden entenderte. ¡Y tú a ellos! Ya vas comprendiendo de qué va el sueño; los que mienten, no pueden hablar, los que dicen la verdad, sí. Haces más pruebas; cada vez que alguien te contesta sinceramente les entiendes, pero cuando mienten, los sonidos son incoherentes, y se marchan por donde han venido. 

El niño pequeño te coge de la mano, aterrorizado; te pregunta qué está pasando, y tú le contestas que las personas a las que no puede entender son malvadas. Entonces se os acerca alguien más; es un chico, más o menos de tu edad, guapísimo. Te quedas embobada unos segundos, hasta que te das cuenta de que está hablando. Pero, ¿lo está haciendo? No entiendes sus palabras, sólo está emitiendo sonidos aleatorios, y sin embargo te sorprendes a ti misma contestando <<Me llamo Carmen>>. 

El niño, que todavía te agarra la mano, te advierte; ¡ese chico está mintiendo, no puede entenderlo! Tú le haces callar y sigues hablando con el chico, sin entender nada de lo que dice pero sabiendo qué contestar. En él confías. Tu cerebro está respondiendo, así que debe ser bueno. Sonidos, palabras, sonidos, palabras, sonidos, palabras. Poco a poco vas entendiendo a más y más gente de a tu alrededor. 

Digamos que dicen la verdad.

Los más fuertes

Mientras vas por la calle, te fijas en un niño que tiene una herida en la pierna que le sangra, y llora. Al pasar a su lado, oyes que su madre le dice <<No te preocupes, tú eres el más fuerte>>. Una chico que va unos metros más adelante suelta una risa amarga y sacude la cabeza; seguidamente se lleva las manos a la cabeza, y se recoloca la peluca.

Como buenos humanos hipócritas, juzgamos a todo el mundo, pero hay un grupo que se mantiene libre de condenas. ¿Por qué? Porque ellos sufren, obviamente. Se quejan, lloran, gritan, se lamentan por su suerte... Y lo hacen constantemente. Hacen creer que no, que como carcasas que son, están hechos de hierro y se lo guardan dentro, pero a la hora de la verdad, todos han sido testigos de sus quejas egoístas.

En cambio, hay otro colectivo que no se libra de los ataques hipócritas, y son los que sufren en silencio. A ellos, compañeros humanos hipócritas, habría que construirles un monumento. Son personas que viajan por la vida aguantando una carga injusta; están marcados por el dolor, heridos por los insultos, torturados por la existencia. Y no dicen una sola palabra. Porque saben que no pueden quejarse; siempre va a haber alguien peor que ellos.

Estos son los dos tipos de personas que hay; los que se quejan y exigen un trato benévolo por su "sufrimiento", látigo en mano, o los que pasan en silencio, apretando en la herida para no desangrarse.

Cuando llegas al cruce te paras al lado del chico de la peluca. Te mira y te sonríe, pero sus ojos están vacíos, muertos.

Esa es la insignia de los más fuertes.


Culpas

Has llegado a un punto en el que no importa lo que hagas; todo es culpa tuya. Cada palabra que dices, cada aliento que tomas va dirigido a él, así que será usada en tu contra sin que tú lo sepas siquiera. Todo es culpa tuya.

Porque ya da igual lo que hagas, lo que digas, lo que no hagas o lo que no digas; todo gira a su alrededor, porque sabes que te controla, que te espía, que te acosa; intentas escapar, pero no puedes, porque como cada cosa que hagas se usará en tu contra, eso te causa problemas. Intentas arreglarlo, y dejas de escapar; error. Error, error, error, error. Todo lo que haces está mal, no importa qué; cuando Él lo monitorice estarás atrapada, y sólo es cuestión de tiempo que lo hagas.

Así que has llegado al último recurso. Vas a desaparecer del mapa sin que se entere. A lo mejor entonces capta el mensaje correcto: que no quieres volver a verle, a hablarle, a tocarle, a mirarle. No quieres saber nada de él en absoluto, nunca más. Hay que saber cuándo retirarse; una vez hemos cometido la falta, hay que aceptar el castigo. Y esta falta, vale por una expulsión. Si no acata las reglas del juego, y empieza a jugar sucio, tú también lo harás.

Aún así y con todo, sabes que esto no ha acabado. Logrará la forma de encontrarte, si no por Internet, a través de tus sueños, tus pesadillas, tus debilidades... Te encontrará.

Y se asegurará de que te tragues las culpas.


5.20.2012

Vacío

Miras a tu alrededor y no puedes evitar echar a alguien en falta. ¿Dónde estará ahora?

Prometisteis que seríais amigos siempre, que nunca olvidaríais las bromas, que nada os separaría; jurasteis seguir quedando y romper las reglas de que todo tiene fin, confiabais en poder crecer juntos. ¿Dónde están ellos ahora? ¿Qué paso con las promesas? ¿Por qué la gente que te prometió que siempre estaría a tu lado ha desaparecido?

Os dijisteis muchas palabras; secretos, risas, penas, alegrías. Prometisteis que os seguiríais contando historias hasta que se acabasen vuestros días, y que las palabras no podrían alejaros. ¿Qué ocurrió luego con esas palabras? ¿Por que abrieron brechas en el camino?

Intentas buscarlos; preguntas a viejos amigos, rebuscas en Internet, pruebas sus teléfonos... No hay señal de vida. Por tu parte, claro, porque ellos han seguido viviendo, alejados de ti. ¿Por qué? Sabes que alejas a todos los que en un momento quieres, que para ti nada es duradero, porque así te aseguras que sea; todas esas promesas las sentiste con toda tu alma, querías que se cumpliesen, pero las has roto tú misma. Entiendes que los demás no se quieran esforzar para arreglar algo que  has roto.

Así que estás sola. No tienes a nadie, porque todos se han ido. ¿Qué fue del "Nunca te abandonaré", del "Yo siempre estaré a tu lado, pase lo que pase"? Quieres maldecirlos a todos, por mentirte, por herirte, por abandonarte. Y sin embargo no los insultas, sino que lloras por ellos; una lágrima por cada segundo que pasasteis juntos, un sollozo por los segundos buenos. Si no tienes manera de encontrarlos, al menos revivirás los momentos pagando por ello; un momento, una lágrima. Y que así sea.

Te preguntas qué ha pasado para estar rodeada de tanto vacío.


Glacial

Te despiertas con un horrible dolor de cabeza porque, a pesar de estar arropada hasta la cabeza, estás helada. Has pasado una noche horrible, intentando entrar en calor de todas las maneras que se te ocurrían, pero ninguna ha surtido efecto, y ahora que ya es de día, tus esperanzas de disfrutar de un sueño tranquilo se han desvanecido.

Te levantas, maldiciendo para ti, e intentas entrar en calor de nuevo; te preparas un vaso de leche, deseosa de que su calor te devuelva a ti el tuyo, pero el viejo microondas no está por la labor, y cuando te llevas la taza a los labios, está fría. Nuevo intento para calentarte: te pones una sudadera, pero nada; tus pies siguen congelados, la sangre te sigue palpitando en la cabeza. Lo intentas una última vez, y decides irte a la ducha; un buen baño de agua caliente, empañar el cristal y llenarlo todo de vaho debería bastar; no obstante, en cuanto sales de nuevo al pasillo, el frío vuelve.

¿Y si el frío no está en mi piel?, te preguntas, ¿Y si está dentro de mí? Estornudas, como homenaje a tu dolor de cabeza, y te das por vencida. Sabes que nunca podrás superarlo, que el dolor estará siempre ahí, que no hay nadie más peligroso que tú misma. Sabes que por tu estupidez has cometido el mayor error de tu vida, y ahora tu propio subconsciente te castiga, enviándote una cubierta de hielo macizo; una cubierta que rodea tu corazón, aislándote de lo placentero pero permitiéndote sentir el dolor, siempre palpitante, al ritmo de tus propias pulsaciones.

Algún día acabará, supones, cuando la cubierta se rompa, o cuando tu corazón por fin deje de latir, y así de impulsar el dolor a través de sangre. Algún día.

De momento, sólo sientes un frío glacial.


5.19.2012

You should've known

Long were the nights
When the days once revolved around you
Counting my footsteps,
Prayin’ the floor won’t fall through, again
My mother accused me of losing my mind
But I swore I was fine


You paint me a blue sky and go back
And turn it to rain
And I lived in your chess game
But you changed the rules every day
Wonderin which version of you
I might get on the phone, tonight,
Well I stopped pickin’ up
And this song is to let you know why


Dear John,
I see it all now that you’re gone.
Don’t you think I was too young
To be messed with
The girl in the dress
Cried the whole way home
I shoulda known.


Well maybe it’s me
And my blind optimism to blame
Maybe its you and your sick need
To give love then take it away
And you’ll add my name
To your long list of traitors
Who don’t understand
And I’ll look back in regret
How I ignored when they said
Run as fast as you can


Dear John,
I see all it now that you’re gone
Don’t you think I was too young
To be messed with
The girl in the dress
Cried the whole way home


Dear John,
I see it all now it was wrong
Don’t you think nineteen’s too young
To be played by your dark twisted games
When I loved you so
I shoulda known


You are an expert at sorry
And keeping lines blurry
And never impressed by me
Acing your tests
All the girls that you run dry
Have tired lifeless eyes
Cuz you burned them out
But I took your matches
Before fire could catch me
So don’t look now
I’m shining like fireworks
Over your sad empty town


Oh woah oh


Dear John,
I see all it now that you’re gone
Don’t you think I was too young
To be messed with the girl in the dress
Cried the whole way home
I see all it now that you’re gone
Don’t you think I was too young
To be messed with
The girl in the dress
Wrote you a song
You should’ve known
You shoulda known
Don’t you think I was too young
You shoulda known.



Tell Me Why

I took a chance, I took a shot
and you might think I'm bulletproof, but I'm not
you took a swing, i took it hard
and down here from the ground i see who you are


I'm sick and tired of your attitude
I'm feeling like I don't know you
you tell me that you love me then cut me down
and i need you like a heartbeat
but you know you got a mean streak
makes me run for cover when you're around
and here's to you and your temper
yes, I remember what you said last night
and i know that you see what you're doing to me
tell me why


You could write a book on how to ruin someone's perfect day
well i get so confused and frustrated
forget what I'm trying to say, oh


I'm sick and tired of your reasons
I got no one to believe in
you tell me that you want me, then push me around
and I need you like a heartbeat
but you know you got a mean streak
makes me run for cover when you're around
here's to you and your temper
yes, I remember what you said last night
and I know that you see what you're doing to me
tell me why..


why Do you have to make me feel small
so you can feel whole inside
why Do you have to put down my dreams
so you're the only thing on my mind


I'm sick and tired of your attitude
I'm feeling like i don't know you
you tell me that you want me then cut me down
I'm sick and tired of your reasons
I've got no one to believe in
you ask me for my love then you push me around
here's to you and your temper
yes, i remember what you said last night
and i know that you see what you're doing to me
tell me why
why, tell me why


I take a step back, let you go
I told you I'm not bulletproof
now you know