Parece que le divierte hacerlo, ver cómo sufres mientras los demás te miran; incluso se permite hacer una broma sobre cómo aparentas que no te guste ser el centro de atención y que prefieres estar sola y sentada en tu sitio. Pues efectivamente, quieres gritarle, tienes el autoestima por los suelos y odias que la gente te juzgue, por eso te gusta quedarte encerrada en tu cuarto, donde no tienes que posar para nadie ni mantener las formas hipócritas que rigen hoy la sociedad. Pero ahí sigues tú, en la pizarra, haciéndolo lo mejor que puedes.
No llevas una buena semana, parece que el mundo entero se quiere reír de ti, de una manera cruel y (por supuesto) hipócrita. Así que no te estás luciendo demasiado. Te deja sacar los apuntes, pero justo hoy te has dejado los cuadernos antiguos en casa y sólo llevas los apuntes nuevos. De nuevo, vuelves a hacer el ridículo y él vuelve a criticarte. Te llama ignorante, y eso te hierve la sangre, porque eres una de las únicas tres que siempre viene y que tiene toda la basura que él ha dado.
Por fin te deja sentarte, no sin haberse asegurado de que te ha humillado lo suficiente, y la clase sigue su curso. Después del descanso entráis de nuevo en clase sin que cesen las conversaciones, y tu amiga y tú escucháis lo que él y otro alumno comentan. Homofobia. Tenéis dos opciones: replicar, y arriesgaros a no conteneros y llamarlos salvajes, o desconectar y hablar entre vosotras dos, de otra cosa, ignorándolos. Elegís la segunda opción, así que retomáis vuestra propia conversación en voz baja. El profesor os oye, y te vuelve a enfilar a ti. Te recrimina que no estás haciendo nada y te vuelve a sacar a la pizarra; te quejas (educadamente) diciendo que ya has salido antes, y que estás copiando lo que la otra chica está poniendo; pero le da igual. Así que te tiene de pie diez minutos, hasta que te salva la campana.
¿Se puede saber qué está pasando? ¿Por qué el mundo se mete contigo? No estás haciendo nada fuera del guión: te comportas, atiendes, estás callada, respetas, intentas ser amable con todos, intentas mantenerte a flote... Entonces, ¿por qué el mundo la ha tomado contigo? ¡Necesitas una tregua!
Vuelves a casa maldiciendo y tragándote las lágrimas, incrédula. Tiene que ser un sueño.
O una broma de mal gusto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dedicar tu tiempo en dejarme un mensaje, querido transeúnte.
Atte:
-C.