Ya está, se acabó.
Habéis vuelto a lo mismo. Usáis el método que antes era de expresión para entablar conversaciones indirectas. De nuevo, aquello que era tuyo, tu vía de escape, tu vocación, se ha ido. Ahora es tu método cobarde para decir todo lo que te has callado, para conversar con Él una y otra vez. Allá donde vayas, Él siempre te alcanza.
Primero pasó con Twitter, y tuviste que recurrir al último recurso: borrarlo. Ahora que has llegado aquí, a Blogger, y que te está ayudando a contar tus historias y a hacer tu magia, Él te ha seguido. Ya volvéis a ser dos. Empezaste escribiendo para ti, ahora se lo diriges a Él. Y eso no lo vas a consentir.
<<Estarás contento>>, piensas, <<Ya me lo has quitado todo>>. Te lo ha quitado absolutamente todo. Una vez más, tienes que tirar todo lo que has hecho por ti misma, y por los que (aparentemente) disfrutan con tu lectura. Tienes que tirarlo todo porque se lo ha quedado Él. Ahora todo lleva su marca. Se acabó.
Como última entrada, lo tiras todo por la borda.
Dime que no es cierto. No te rindas tan rápidamente, por favor.
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