Te dedicas a vagar por el mundo repitiendo lo mismo; no sabes qué hacer, no sabes qué no hacer, no sabes por qué, no sabes cuándo... No sabes nada. Eso es lo único que sabemos todos, ¿no?
Parece que te acercas a la virtud cuando intentas ser paciente y no intentar ganar al Dios del tiempo, pero como es tan complicado y tus ansias de conocimiento son tales, al final siempre acabas donde empezamos. Ahora intentas juzgar a la gente entre buena o mala, pero como parece que eso tampoco lo haces bien, vas a otra cosa. Te concentras; ¿Qué es lo que hago yo por la gente?, te preguntas.
Intentas repasar todas las caras que has conocido (que suelen ser, más o menos, casi todos los que te han hecho daño); ¿qué has hecho por ellos, qué sacaron de ti? La verdad, se te ocurren un montón de cosas "útiles" que les dijiste en su día; les diste lecciones para todo, aunque ellos las despreciaron. ¿Es así como se siente? Porque ya has averiguado.
Te has pasado la vida dando lecciones e intentando que otros vean lo que les toca como tú no lo hiciste, has intentado que ellos se den cuenta de lo que tienen mientras lo tienen, no como hiciste tú; quieres que aquellos que te conocen disfruten de lo que tú no has disfrutado, porque, sean quienes sean, les quieres, y al parecer ésa es la base del amor.
Ahora ya sabes por qué estás aquí. Porque el que no sabe...
Enseña.
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