Te despiertas y no tienes nada que hacer. Das un par de vueltas por la habitación, pensando. No mucho rato después, sabes perfectamente lo que quieres hacer. De tal manera, coges tu reproductor de música, cierras la puerta de tu cuarto para que tus padres no te vean, agarras el cepillo y tu guitarra de aire, y a disfrutar.
Empiezas con la canción más rítmica que tienes, y te pones a saltar como una loca por tu cuarto, sacudiendo la cabeza de lado a lado, imitando la batería con unas baquetas invisibles, dando vueltas sobre ti misma... Le sigue otra canción, y otra, y otra. Y tú no paras ni un momento, dejándote llevar como si el tiempo se hubiera parado a tus pies, sintiendo el chute de adrenalina que te provoca cada golpe de tambor, el placer que te provoca cada nota del bajo, la energía que desata el solo de batería...
Si alguien te viera, pensarían que estás poseída, o loca; saltando sin ton ni son, haciendo aspavientos con las manos y pegando berridos a un cepillo del pelo. Y, ciertamente, así es. Estás loca.
Pero la locura por la música es el mejor tipo que hay.
Estás como una cabra
ResponderEliminarPuajajajajaja, gracias, es todo un honor.
EliminarPd: No me puedes negar que tú no haces lo mismo, aunque sólo sea para molestar a tus vecinos de arriba.