5.27.2012

Cada vez (VI)

Se ha hecho de noche hace ya tiempo, así que recojo lo poco que llevo conmigo (tengo especial cuidado en guardar la camiseta) y comienzo a caminar hacia el coche. Siempre que vengo lo aparco en el mismo punto donde el suyo se quedó atascado, metiéndome en el arcén para no molestar. Arranco el coche al tercer intento (no creo que aguante hasta fin de año) y vuelvo a la carretera.

Todavía recuerdo la primera vez que la vi de verdad, fijándome en ella; nunca habría pensado que se convertiría en la chica de mis sueños; pelo relativamente corto, puntiagudo, parecía casi agresivo, ojos muy grandes y sugerentes, no muy alta... Y con todo, preciosa. No nos presentaron amigos en común, ni tuvimos un encuentro muy romántico ni nada por el estilo. Estando en el mismo colegio sólo que en distintas clases, coincidíamos por las tardes en el autobús de vuelta a casa. No habíamos hablado hasta entonces (yo ni siquiera sabía su nombre), pero a veces nos veíamos obligados a compartir asiento, pues ese autobús solía estar muy lleno.

Un buen día de marzo, se deslizó hacia la ventana cuando pregunté si podía sentarme y no dudó en echar un vistazo al libro que llevaba en la mano. <<¡Oh, Dios, me encanta! ¿Por dónde vas?>> dijo, muy emocionada. <<Ya sólo quedan trece, es la primera noche>>. Esa fue nuestra primera conversación; comenzamos a hablar sobre libros y descubrí que conocía todos mis favoritos y que también eran los suyos. Al día siguiente hablamos de música, y al siguiente de deportes que nos gustaba practicar, y el día después sobre nuestras cosas favoritas... Así se convirtió en mi mejor amiga; empezamos a quedar para hacer maratones de cine, para eventos culturales, para cenar... Hasta que quedamos para salir.

Fue algo totalmente transitorio, y esperado, supongo, pero ninguno de los dos nos habíamos dado cuenta de que estábamos enamorados. Una noche, tumbados en la hierba en la parte de atrás de su jardín, mientras bromeábamos y nos picábamos mutuamente, tuvimos que callar para coger aire. Entonces nuestras miradas se encontraron; ella me sonrió, y lo siguiente que supe era que la había besado. No fue algo súbito y brusco, sino un movimiento totalmente natural, como si fuese lo que el mundo estuviera esperando.

No tuvimos que decir nada, todo fue orgánico; no forzamos las conversaciones, no dejamos de ser nosotros mismos. Simplemente pasamos a compartir el camino. Y descubrimos hasta qué punto su personalidad alocada y la mía apacible se complementaban en un todo. Cada vez que ella sonreía, yo sonreía, y cada vez que lloraba, yo también.

Paro el coche en el arcén y tengo que salir a toda prisa, a tomar el aire; es tan denso que no puedo respirar, sumándole el nudo en el pecho, así que acabo echándome una botella de agua por la cabeza. Vuelvo dentro y pongo el CD de nuestras canciones favoritas, para relajarme. No tengo prisa por llegar a casa, aquí parado se está bien.


2 comentarios:

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-C.