El odio es un sentimiento corrosivo; si se instala en tu alma te transforma en un diablo incapaz de pensar y de amar, moviéndote para que acabes con el resto de vidas, instalando en ellas la esencia tóxica que te destruye. Si no somos capaces de resistir al odio, de combatirlo para convivir con los contratiempos, no somos nadie.
No somos de piedra, ni mucho menos, y tenemos derecho a enfadarnos; pero nunca hay que permitir que el odio nos absorba por completo, porque convertirse en sus sicarios nos acaba llevando al arrepentimiento. Y sólo los imprudentes se arrepienten. Los sabios enmiendan sus errores, aunque antes intentan no cometerlos. Antes de reaccionar como un "odiador" hay que pensar desde el punto de vista de los demás, y ser conocedores de todos sus motivos y características morales.
Alguien que no es capaz de rechazar el odio nunca rechazará el dolor, y tendrá que vivir privado de los sentimientos que realmente nos permiten disfrutar de la vida, sin conducirnos a ciegas. Si no sabemos convivir con los que son distintos a nosotros, nunca podremos evolucionar como personas, y tampoco enriquecer nuestros conocimientos, pues el miedo repele el aprendizaje.
Ashitaka y la princesa Mononoke lucharon por conocer y entender a la naturaleza y a los humanos, por defender a los indefensos de ambos bandos y por el amor a la vida guiada por la tolerancia. Lucharon contra el odio y la ignorancia, y lo vencieron. El amor y la fe pudieron con la oscuridad.
Por eso, yo quiero aprender a ser como la Princesa Mononoke.
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