Has llegado a un punto en el que no importa lo que hagas; todo es culpa tuya. Cada palabra que dices, cada aliento que tomas va dirigido a él, así que será usada en tu contra sin que tú lo sepas siquiera. Todo es culpa tuya.
Porque ya da igual lo que hagas, lo que digas, lo que no hagas o lo que no digas; todo gira a su alrededor, porque sabes que te controla, que te espía, que te acosa; intentas escapar, pero no puedes, porque como cada cosa que hagas se usará en tu contra, eso te causa problemas. Intentas arreglarlo, y dejas de escapar; error. Error, error, error, error. Todo lo que haces está mal, no importa qué; cuando Él lo monitorice estarás atrapada, y sólo es cuestión de tiempo que lo hagas.
Así que has llegado al último recurso. Vas a desaparecer del mapa sin que se entere. A lo mejor entonces capta el mensaje correcto: que no quieres volver a verle, a hablarle, a tocarle, a mirarle. No quieres saber nada de él en absoluto, nunca más. Hay que saber cuándo retirarse; una vez hemos cometido la falta, hay que aceptar el castigo. Y esta falta, vale por una expulsión. Si no acata las reglas del juego, y empieza a jugar sucio, tú también lo harás.
Aún así y con todo, sabes que esto no ha acabado. Logrará la forma de encontrarte, si no por Internet, a través de tus sueños, tus pesadillas, tus debilidades... Te encontrará.
Y se asegurará de que te tragues las culpas.
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