Tienes que investigar; ¿por qué nadie dice nada? Intentas fijarte en ellos; parecen normales, pero tras llevar un rato observando lo descubres; es la marca inconfundible de las mentiras. Ahora lo sabes: están mintiendo. Por eso no puedes entender lo que dicen, te has hecho inmune a las mentiras, ya no te crees nada. Entonces, ¿por qué al niño pequeño sí le entiendes? Debe ser verdad lo de que los niños siempre dicen la verdad.
Pruebas a ir un paso más allá; te intentas comunicar con ellos, con los mentirosos. <<¿Perdone, tiene hora?>>. Aquellos a quienes te diriges se paran, te miran y contestan <<Las ocho y cuarto>>. Pueden entenderte. ¡Y tú a ellos! Ya vas comprendiendo de qué va el sueño; los que mienten, no pueden hablar, los que dicen la verdad, sí. Haces más pruebas; cada vez que alguien te contesta sinceramente les entiendes, pero cuando mienten, los sonidos son incoherentes, y se marchan por donde han venido.
El niño pequeño te coge de la mano, aterrorizado; te pregunta qué está pasando, y tú le contestas que las personas a las que no puede entender son malvadas. Entonces se os acerca alguien más; es un chico, más o menos de tu edad, guapísimo. Te quedas embobada unos segundos, hasta que te das cuenta de que está hablando. Pero, ¿lo está haciendo? No entiendes sus palabras, sólo está emitiendo sonidos aleatorios, y sin embargo te sorprendes a ti misma contestando <<Me llamo Carmen>>.
El niño, que todavía te agarra la mano, te advierte; ¡ese chico está mintiendo, no puede entenderlo! Tú le haces callar y sigues hablando con el chico, sin entender nada de lo que dice pero sabiendo qué contestar. En él confías. Tu cerebro está respondiendo, así que debe ser bueno. Sonidos, palabras, sonidos, palabras, sonidos, palabras. Poco a poco vas entendiendo a más y más gente de a tu alrededor.
Digamos que dicen la verdad.
¿No es eso una irresponsabilidad? En el mundo que tú visualizas de hipocresía no perdonabas a nadie de los que tú llamas mentirosos. ¿Cuál es ahora la diferencia? ¿Te has ablandado?
ResponderEliminar¡No, no! Es que no me expresé bien, no llegué a decir lo que quería; el mensaje de la entrada es que no siempre sabemos distinguir entre la verdad y la mentira, y a veces, por distintas razones, negamos ver una mentira cuando es obvia para el resto del mundo (véase que la chica habla con el chico aunque no lo entiende -dice mentiras- y el niño -una tercera persona- se da cuenta).
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