Sin nada que hacer, nadie con quien hablar, nada en que pensar, no puedes evitar pensar en Él. Creías haber tomado todas las medidas necesarias, eliminando tu propia cuenta de la red social que te alimentó durante un año. Pero sabes que eso no te impide ver la suya. Sólo tienes que teclear la dirección.
Intentas ser fuerte, y luchar contra el ansia, pero no puedes. Abres una nueva pestaña, tecleas y... No llegas a presionas Enter. Tienes que luchar, vamos, sabes que puedes, no des la vuelta, no mires atrás, sigue caminando, sigue caminando. Pero sigues sin ver nada en la bruma del camino, y cada paso que das te pesa más, ralentizándote. Da la sensación de que por cada paso que avanzas retrocedes dos. No puedes, no puedes.
Esto te está matando. Quieres gritar, destruir, golpearlo todo a tu alrededor; por mucho mal que hayas hecho, no mereces que tu tiempo se pare. Porque el reloj sigue girando. Lo sientes dentro de ti, a tu lado, en frente, rodeándote, envolviéndote como siempre lo ha hecho. Quieres gritar, pero sabes que eso no servirá de nada. Y te preguntas, ¿hay algo que sirva? No importa cuántas cosas hagas, siempre acabas volviendo al mismo punto. Al menos, eso crees.
¿Serás lo suficientemente fuerte como para aguantar la presión? Tus lágrimas lo dirán.
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