Masacre

Qué listo, Él, se cree que puede jugar contigo. ¿Quiere jugar? Pues juguemos.

Ha empezado con estilo, lanzándote cumplidos, y haciéndote creer que era cualquier persona. Pero no es tan listo, no, y ha empezado a cojear. Te has dado cuenta, con la primera trampa ya te has puesto alerta. Y ahora lo tienes bien claro. Intenta salir como puede, pero si quiere jugar, va a ser bajo tus reglas. Así que está en tu tablero de ajedrez, y no vas a dejarle salir hasta que no confiese y se arrepienta de haberte metido en el trapo.

Si alguna vez habéis visto a un gato cazar un ratón, es parecido a esto. Tú eres el gato, inteligente, silencioso, sutil. Él es el ratón, torpe, lento, obvio. El ratón puede intentar un acto de heroicidad e intentar evadir al gato, engañarle. Pero el gato actúa sobre instinto básico, y no entra en sus planes dejarse engañar.

A diferencia que con el ratón y el gato, tú no vas a jugar. En tu tablero sólo hay dos opciones: o das la cara, o te largas. Porque hubieras aceptado jugar antes de que Él destrozase el juego y se saltase las reglas, pero lo ha hecho. Y sin reglas, ya no juegas.

<<Sal de mi tablero, y sal de mi vida>>, le aconsejas. Porque si no, va a haber una auténtica masacre.