Te preguntas por qué lo has hecho. ¿Han cambiado tus sentimientos? No. Entonces, ¿por qué? Las heridas te siguen doliendo, los recuerdos no se han ido, las pesadillas volverán. ¿Qué ha cambiado?
Caminando por la vida uno se encuentra con montones de decisiones para tomar. A veces tomamos las correctas y otras nos equivocamos. Todo depende de la presión que nos pongan encima. No importa cuánto tiempo dediquemos a pensar una opción, siempre va a haber que tomarla. Incluso cuando nos mantenemos al margen hemos tomado una decisión.
Te preguntas por qué lo has hecho, si tienes claro que no quieres volver a verle. ¿Qué ha cambiado?
La venganza es un plato que se sirve fría, y todos la acabamos teniendo, sólo que algunos no disfrutamos de ella. ¿De qué sirve observar el dolor ajeno? No tiene sentido. Y mucho menos cuando también te duele a ti. Eso se convierte en un juego sin fin, una pescadilla que se muerde la cola. La presión nos empuja a hacer algo, a seguir moviéndonos.
Te preguntas por qué lo has hecho, por qué le has dado lo que quería. ¿Qué ha cambiado?
Te miras al espejo y tu reflejo grita; las heridas que están aún sin cerrar se resienten, y te preguntas por qué. Entonces lo comprendes. Cuando las heridas nos las hacen otras personas, ellos también quedan marcados, tienen que llevar parte del daño, de la carga. Cuando tú metes el dedo en la herida, hieres también al que te la ha hecho, aunque no lo aparente. Para curar tus heridas tienes que curar las suyas.
Miras detrás tuyo; la presión que te empujaba se ha ido. En realidad, nunca estuvo ahí, comprendes, ya que sobre nosotros sólo actúan las personas. La presión la creamos nosotros mismos, y también podemos hacer que se vaya. No hay presión, sólo remordimientos. Nos sentimos presionados porque sabemos que hay algo por arreglar.
Te preguntas por qué lo has hecho. ¿Qué ha cambiado?
Te has librado de la presión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dedicar tu tiempo en dejarme un mensaje, querido transeúnte.
Atte:
-C.