Lo intentas una y otra vez, encontrar a esa persona que te haga sentir bien, pero no haces más que toparte con un muro infranqueable. Buscas la luz en aquellos que parecen iluminar, pero cuando intentas que se queden a tu lado, apagan su luz o la desvían fuera de tu camino. Todos. Una y otra vez.
Cuando es sólo uno el que te deja a oscuras, no pasa nada, porque intentas apoyarte en otro; cuando también ese otro se aleja, buscas a un tercero, así una y otra vez. Hasta que ya no eres capaz de encontrar bombillas que te iluminen. Y te puede la rabia.
La rabia de que todos te prometan que son diferentes, que te digan que ellos valen la pena. Y luego te abandonan. Está claro qué es lo que te motiva a escribir, y son los sentimientos negativos que intentas mantener alejada. Parece que tienes dos opciones, o ser feliz o escribir. Y no puedes tener lo uno sin lo otro. De tal manera, por lo que parece, de momento escribirás, dejando que te corroa la ira mientras ves cómo todos los que te prometieron luz y eternidad se alejan de ti.
Te buscan cuando se van a hundir y te piden ayuda, te hunden con ellos, te dejan abajo y se van. Una y otra vez. Luego ven que te sientes mal e intentan arreglarlo con palabras bonitas. Palabrería más bien.
Mientras, a ti te come la rabia.
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